"Crecer sucede en un latido...un día estás en pañales, y
al día siguiente te vas, pero los recuerdos de la niñez permanecen
contigo todo el camino...recuerdo un lugar, un suburbio, una casa, una
casa como muchas casas, un patio como muchos otros patios, y una calle
como muchas otras calles...pero lo curioso es que, después de todos
estos años, aún lo recuerdo, maravillado".
Esta
frase de la serie "Aquellos Maravillosos Años", que aparentemente no
tiene mucho que ver con las Ordenaciones Sacerdotales, resume a la
perfección el torente de recuerdos que recorre mi cabeza en las últimas
48 horas. Se han ordenado catorce nuevos sacerdotes en Madrid, el sábado
pasado. He asistido, a lo largo de estos años, a numerosas
Ordenaciones. Pero en esta ocasión ha sido verdaderamente especial para
mi, pues entre estos nuevos presbíteros no sólo se encuentran grandes
amigos míos. Todos han sido compañeros de clase o, al menos, de la de la
Universidad Eclesiástica San Dámaso.
Como digo, aparentemente, la
frase con la que comienzo este artículo, no tiene que ver con lo que
son las Ordenaciones Sacerdotales. O quizá sí, pues ¿Qué son los años
del Seminario sino un crecimiento? Uno entra allí siendo apenas un niño
y, si Dios quiere, sale transformado en Sacerdote de Dios. Son siete
años en los que uno pasa de ser un mozalbete a hacerse un hombre de
Dios. Yo no me ordené, pues el Señor me llevó por otros caminos y hoy
soy franciscano seglar. Pertenezco a la Orden Franciscana Seglar.
Tampoco estuve en el Seminario de Madrid, sino en el de Getafe. Pero,
cuando echo la mirada atrás, como decía Kevin Arnold en esa frase que
inicia el artículo, recuerdo una casa (el Seminario, San Dámaso...), un
patio, una calle (San Buenaventura, en Madrid) y recuerdo maravillado
los años que compartí con los nuevos Sacerdotes en San Dámaso, la Misa
de los martes, acompañada por la Adoración al Santísimo. También cuando
iba a la parroquia donde estaba de pastoral alguno de mis amigos
seminaristas o, simplemente, cuando quedaba con ellos para tomar algo y
conversar. Cuando recuerdo estas y otras cosas, como Kevin Arnold, me
maravillo.
Son amigos. Mi padre decía que "Quién tiene un amigo sacerdote, tiene dos veces un amigo".
Por eso creo que puedo sentirme orgulloso de tener grandes amigos.
Recuerdo sobre todo el principio de mi amistad con Juanjo, a quién
conocí en verano de 2007, un año antes de entrar al Seminario, y con
quien compartí inquietudes vocacionales y nuestro cariño a San Francisco
de Asís. Espero que no se me enfaden los demás si digo que Juanjo es,
de los nuevos presbíteros, mi amigo más apreciado. Al fin y al cabo, a
todos les tengo por buenos amigos y, recordando la frase de mi padre,
todos y cada uno son dos veces un amigo. Recuerdo nuestro primer día de
clase en San Dámaso. Nuestra primera clase fue con don Pablo Domínguez.
Nos dio Lógica, fuimos la última generación de san Dámaso que tuvo esa
asignatura con él. En clase estabamos gente de varios seminarios,
congregaciones y también laicos de diferentes movimientos e institutos.
Palencia (por cierto, en diciembre se ordenó allí un buen amigo, Abel),
Getafe, Alcalá de Henares (se ordenaron el año pasado, Jaime y Samuel,
muy apreciados también) y Madrid. Enseguida hice buenas migas con todos,
pero especialmente con los de Madrid. Recuerdo también con cariño a
Andrés y Juan, que por diferentes razones aún no se han ordenado.
También a Arturo y Jorge, a quienes alguna visité en la parroquia donde
estaban de pastoral.
He titulado este artículo "la generación de
don Pablo Domínguez". Fuimos, posiblemente, los últimos en examinarnos
con él, antes de que se fuera a los ejercicios espirituales en Tarazona,
aquel mes de febrero de 2009. Nunca se me olvidarán las clases con
aquel gran Sacerdote. De la asignatura en sí recuerdo más o menos algo.
Pero nunca se me olvidará la sonrisa y bondad que emanaba don Pablo
Domínguez. Tampoco se me olvidará nunca lo vivido aquel 16 de febrero de
2009. Los seminaristas de Getafe habíamos estado en Roma ese fin de
semana. Cuando llegamos a Madrid encendí el móvil y tenía varias
llamadas perdidas de Juanjo. Pensaba que llamaba porque, quizá, le había
extrañado que los de Getafe no fuéramos a clase ese día. Pero pronto
comencé a ver cosas en el avión que me indicaron que algo estaba
pasando. Recuerdo al por entonces rector del Seminario de Getafe, don
Rafael Zornoza, con la cabeza tumbada en el asiento delantero, un
compañero vino y me dijo que había muerto un profesor nuestro. Era don
Pablo. Recuerdo el día siguiente, en el Seminario de Madrid, sobre todo
el olor a rosas que desprendía su casulla, puesta sobre el ataud. Estoy
convencido de que don Pablo Domínguez fue un verdadero santo. Por ese
motivo considero que mis compañeros de clase en San Dámaso, los que se
han ordenado sacerdotes y los que quedan por ordenarse, son la
generación de Don Pablo Domínguez. Son los Sacerdotes de Don Pablo.
Tiempo
después dejé el Seminario de Getafe, pues veía que no tenía vocación
sacerdotal. Sin embargo, seguí yendo un par de cursos más a San Dámaso.
También a Eucaristía y la Adoración al Santísimo de los martes en el
Seminario. Personalmente, el periodo entre marzo de 2009 y junio de 2012
fue duro, pues por razones que no vienen al caso, tuve una depresión
bastante fuerte, de la que salí fortalecido. De nuevo me gustaría citar
una frase relacionada con la serie "Aquellos Maravillosos Años",
concretamente de su canción de cabecera: "(¿Te preocupa estar solo?)
¿Cómo me siento al final del día?, (¿Te sientes triste porque estás
solo?) No, me las voy a arreglar con un poco de ayuda de mis
amigos...Mm..., llego realmente a lo mas alto con un poco de ayuda de
mis amigos...Mm..., voy a intentarlo con un poco de ayuda de mis amigos".
Durante
aquellos tres años y tres meses nunca me sentí solo, y fue en gran
parte gracias a estos queridos amigos que se han ordenado Sacerdotes en
Madrid. Si me veían flaquear en algún momento, siempre me tendían una
mano amiga. Siempre dispuestos a escucharme cuando necesitaba hablar con
alguien. Me encantaba sentarme durante la Adoración junto a ellos, para
cantar. Esos eran de mis momentos más felices en aquellos años. En
septiembre de 2009 comencé mi discernimiento para ser franciscano
seglar, y me ayudaron mucho con su cariño y oración. Sobre todo recuerdo
el día de mi profesión como nuevo miembro de la Orden Franciscana
Seglar, en 2012. Profesábamos un chico llamado Juan y yo. Juan por
entonces era seminarista. Recuerdo con gran cariño cuando terminó la
Eucaristía y allí estaban ellos, cantando y acompañándonos en aquel
momento tan feliz. Les estoy eternamente agradecido por todo lo que me
ayudaron en aquellos años, que fueron dificiles para mi. Sobre todo muy
agradecido por su amistad. La amistad es, para mi, de las cosas más
importantes que hay en la vida. Sobre todo cuando son amigos que Dios ha
puesto en tu camino.
Ahora ya son Sacerdotes de Dios, y mi alma
rebosa felicidad. Decía ayer Juanjo, en su Primera Misa, que necesitaba
la oración y el apoyo de todos para poder ser buen Sacerdote. Con mi
oración y apoyo, desde luego, cuenta desde el primer momento. Pero no
solo Juanjo. También Álvaro, Ángel, Antonio, David, Guillermo, Israel,
Jesús, Lucas, Mark, Pablo, Pedro, Rafa y Sergio cuentan con mi oración y
apoyo. También Juan y Andrés, que pronto se ordenarán, Dios mediante.
También los de Getafe y los demás Sacerdotes con los que compartí horas
de clase y nuestros años en San Dámaso. De ellos solo espero aquello que
tanto impresionó a Juanjo, ayer lo recordaba: "Sacerdote de Cristo: celebra tu Misa como si fuera la primera; como si fuera la única; como si fuera la última".
Todo
ha sucedido como en un latido. Parece que fue ayer cuando comencé a
hablar con Juanjo. Parece que fue ayer aquel primer día de clase en San
Dámaso, con don Pablo Domínguez. Han pasado casi seis años de aquello y
todo ha transcurrido como en un latido, en un suspiro. Pero la historia
no ha acabado, sino que acaba de comenzar para todos. Para quienes os
habéis ordenado sacerdotes en Madrid. También para los demás compañeros
de San Dámaso que sois o seréis sacerdotes. También para este
franciscano seglar que escribe. Todo acaba de comenzar y, como nos
enseñaba don Pablo Domínguez, hemos de llevar la alegría de ser
cristianos al mundo entero. Cada uno según el carisma y servicio al que
Dios le ha llamado. Todo ha sucedido como en un suspiro, pero todo acaba
de comenzar. Como diría San Francisco de Asís: comencemos, hermanos.
Si, comencemos a ganar almas para el Reino de Dios. Seamos luz y
esperanza para la humanidad. Rezo por vosotros, amigos neopresbíteros,
para que así sea. Que el Señor os bendiga y os guarde, os conceda la paz
y os haga santos.
Mientras tanto, sigo maravillandome. Recuerdo
una Facultad, los seminarios de Madrid y Getafe, la casa de los
seminaristas de Palencia en Madrid, un patio, unas aulas, una capilla,
recuerdo personas que hoy son amigos y hermanos míos, recuerdo
conversaciones... y me sigo maravillando.
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