miércoles, 21 de enero de 2015

El mal hizo presencia en el Manzanares

El-bien-contra-el-mal

(Publicado en Infovaticana el 5 de diciembre de 2014)
Amanecía Madrid en tinieblas. Una espesa capa de niebla invadía la ciudad, apenas pudiéndose distinguir los edificios de las casas aledañas. Madrid Río, donde generalmente suele haber personas corriendo, montando en bicicleta o patinete, paseando... el pasado domingo vio como dos grupos de salvajes se agredieron mutuamente provocando no sólo daños en el mobiliario urbano sino también heridos y un fallecido. Un ultra del Deportivo de la Coruña falleció tras ser apalizado y arrojado al río, como una ancestral reminiscencia de aquellas turbas de maleantes que, siglos ha, se citaban en el Manzanares para pegarse tiros o luchar con espada. Fue un ultra del Deportivo, podía haber sido uno del Atlético. Lo mismo da, fue un salvaje y no un santo. Es políticamente incorrecto decirlo, pero una persona que se recorre 700 kilómetros para pegarse con otras personas no es, desde luego, alguien de paz. Máxime cuando tenía antecedentes penales. Descanse en paz, sí, pero sobre todo espero que se haya podido reconciliar con Dios antes de su fallecimiento (estuvo un tiempo inconsciente, quién sabe si quizá pudo arrepentirse cuando fue Dios en su busca). Voy a escribir algo polémico, por lo cual aprovecho para abrir paraguas ante los probables improperios.

Hoy muchos se están preguntando como es posible que una persona de 43 años, con hijos, se desplace un domingo a pegarse con otras personas. Muchos se preguntan porqué hay gente que queda, antes o después de un partido, para pegarse. Yo creo que hay una clave que explica todo esto, aunque se ha hablado aún poco, o nada, de ella. Se trata de la naturaleza humana que está herida por el pecado. El hombre, es cierto, lleva la violencia en sus genes desde tiempos ancestrales. Durante la Prehistoria nuestros antepasados debieron sobrevivir en un ambiente hostil, donde apenas podían defenderse de sus enemigos (los animales salvajes de la época) mediante la lucha física. Eran unos tiempos donde había un marcado carácter tribal, con un jefe que en ocasiones mandaba ejercer la violencia para defender a su clan frente a los peligros naturales.

Con el tiempo, durante la Historia, se había conseguido domesticar a muchos animales. En cuanto a los salvajes, el cerebro humano había evolucionado de tal modo que se podía cazar y defender a la tribu sin efectuar tanta violencia como en el pasado. Sin embargo, en algún momento dado, motivado por ese pecado original, el hombre comenzó a utilizar la violencia contra su hermano (Caín y Abel) llegando al asesinato de sus semejantes. Desde entonces y hasta nuestros días tenemos todo lo que la Historia nos ha enseñado: guerras, asesinatos, peleas, en fin, entre semejantes muchas veces motivadas por el ansía de poder que ha caracterizado a algunos personajes y grupos históricos muy ambiciosos a los que poco importaba eliminar totalmente al enemigo para conseguir su (temporal) gloria.
Como digo, lo que ayer ocurrió a orillas del Manzanares no fue culpa del fútbol. Simeone, entrenador del Atlético de Madrid, dijo una cosa que, aunque se quedó en lo superficial, arroja algo de luz sobre lo sucedido. Según él la culpa es de la sociedad. Evidentemente se quedó en la superficie, pero tiene algo de verdad. Cuando una sociedad como la española, antes profundamente arraigada en valores católicos, se aleja del mensaje y la Verdad que Jesucristo nos enseñó termina cayendo en el mal. El mal, encarnado en Satanás, es también la ausencia de un bien. El mal no es una entelequia ni tampoco una categoría filosófica. Es algo que puede llegar a ser tangible, pues cuando falta el bien es cuando el mal arrasa como hicieron los Hunos, que no volvía a crecer la hierba. Una sociedad que relativiza el bien y el mal diciendo "es tu forma de pensar" al escucharte decir que algo es pecado no es otra cosa que una sociedad enferma. Cuando en una sociedad como la española se está cometiendo el peor genocidio de la historia, el aborto, sin que casi nadie haga por evitarlo no nos puede extrañar que pasen cosas como lo del domingo a orillas del Manzanares. Alguien podrá decirme ¿Y qué tendrá que ver? pero, en realidad, tiene mucho que ver. El derecho más sagrado que tiene el ser humano es, sin ninguna duda, el derecho a la vida. No hablo sólo de lo que enseña  la Iglesia, que también, sino de aquellos derechos que están inscritos en una ley natural que la Iglesia ha acogido como suyos, porque esa ley natural es la ley de Dios. Vivimos en una sociedad donde, como diría Heráclito "Aunque el Logos es común, la mayoría vive como si poseyese su propia inteligencia" es decir, hay una ley natural universal, pero cada uno se ha creado su propia ley lo cual, unido al relativismo imperante, lleva a que se defienda el aborto y, en consecuencia, toda forma de violencia.

Una sociedad que permite el aborto es, al fin y al cabo, una sociedad violenta. Pero no sólo eso. Hay toda una tolerancia de la violencia en la sociedad española que se puede ver en cosas como la tolerancia ante situaciones como el acoso escolar, el racismo y la xenofobia o la, afortunadamente cada vez más combatida, violencia doméstica. Se trata de una sociedad donde el pecado lleva a los poderosos a robar dinero que nos pertenece a todos los españoles. Una sociedad violenta donde aún cuando hay una pelea la gente se arremolina en torno a los que se pegan en vez de intentar separarlos. Es, en definitiva, esa España cainita donde dos se pegan mientras un tercero observa. Por ello digo que lo ocurrido el domingo tiene un significado mucho más profundo que el de una mera pelea entre ultras de dos equipos de fútbol.
La crisis en España no es sólo económica. De hecho me atrevo a decir que la cuestión económica es el menor de nuestros problemas. La mayor crisis es haber dejado de lado el Evangelio. Esa es la peor crisis que tenemos en España ahora mismo. Hagamos un breve viaje por el pasado. Mientras España se rigió por los valores católicos llegamos a ser un gran Imperio de Ultramar. Fue con la llegada de constituciones de corte liberal, auspiciadas por la masonería, cuando se empezaron a perder colonias y aparecieron movimientos en algunas regiones españolas que dieron origen al separatismo. No quiero decir con esto que en la España de Felipe II, tan católica aquella nación, todo fuera un remanso de paz y amor. Evidentemente no. También había violencia absurda dentro de nuestras fronteras. Como digo, se trata de una cuestión que atañe a lo más profundo del ser humano y causada por el pecado, que hirió nuestra naturaleza.

Esta España de hoy en día, sin embargo, tan alejada de la verdad del Evangelio, es un país donde reinan la corrupción, la violencia, el hedonismo. Observemos a la luz del Evangelio el verdadero estado de la Nación, de nuestros compatriotas, y veremos que el problema no fue, exclusivamente, que el domingo se citasen dos bandas de delincuentes a matarse mutuamente. El problema es de otro tipo. El problema es, como decía Chesterton, que cuando se deja de creer en Dios se pasa a creer en otras cosas. Se pasa a creer en ideologías que atentan contra la dignidad humana (me da igual rojo, pardo o azul), se pasa a buscar la aniquilación del enemigo a cualquier precio por puro "placer".  Alguna vez escuché hablar sobre los afectos desordenados. Es una cuestión a la que me gusta unir lo que estudié sobre el alma racional de Platón. Decía el filósofo griego que en el hombre hay tres "almas": racional, irascible y concupiscible. El alma racional sería, haciendo un poco de filosofía cristiana, el alma que Dios nos ha dado, aquello que nos hace seres racionales, dirigidos al bien. El alma irascible son los afectos de la voluntad y el valor, pero que mal dirigidos pueden llevar a la violencia. El alma concupiscible está relacionada con lo sensible, placeres y apetitos sensibles, que mal dirigidos pueden llevar, por ejemplo, a aberraciones de tipo sexual. Explicaba Platón que el alma racional es el auriga que debe sujetar, con fortaleza, la brida para que concupiscible e irascible no hagan volcar el carro con su ímpetu. Cuando en un país como España hemos dejado de lado el alma racional, dejándonos llevar como un barco de vela por el mar del relativismo, ocurren cosas como las del domingo.

Es el abandono del alma racional lo que lleva al ser humano al uso de la violencia. Un uso inútil, exacerbado e irracional de la violencia. En la Prehistoria pudo estar justificada esa violencia cuando venía un Dientes de Sable y el hombre debía defender a su clan. Pero esa violencia no está justificada en nuestros días. Hago esta analogía porque los grupos de delincuentes que, bajo el amparo de algunos presidentes de fútbol, se reunieron a pegarse funcionaron, de alguna forma, bajo ese sistema de clan. Pero ya no vivimos en la Prehistoria. Vivimos en el siglo XXI. Es totalmente absurdo pegarse con otro grupo de personas por rivalidades políticas, futbolísticas, religiosas, étnicas.... sin embargo el ser humano sigue haciéndolo. Y, mientras tanto, Jesucristo nos grita desde el Sagrario "Venid como hijos de Dios a mí, convertíos para heredar el Reino". Si, porque pese a las rivalidades (artificiales) humanas, somos hijos de Dios y estamos llamados a heredar un Reino. Pero para eso hacen falta varias cosas. Entre ellas convertirse y arrepentirse de los pecados. Pero también ver a los otros como hermanos y no como enemigos. También hace falta otra cosa importante, respetar la Ley Natural, especialmente a los Derechos de los más débiles: los niños en el vientre de sus madres. Nos llevamos las manos a la cabeza cuando dos grupos de descerebrados se matan a orillas de un río pero permanecemos en el más cruel de los silencios cuando cada año mueren tantísimos niños a los que no se les ha dado ni la oportunidad de nacer. Si, somos muchos los que nos rebelamos contra el aborto, es cierto. Pero por desgracia hay un general pecado de omisión por parte de los españoles. El otro día en la manifestación contra el aborto que se celebró en Madrid seriamos un millón de personas... en un país con 47 millones de españoles.
En definitiva, el problema, como digo, no es que haya habido un muerto en una pelea entre delincuentes. El problema es que vivimos en una sociedad profundamente enferma. Sufre España una enfermedad para la que sólo existe una medicina: Conviértete y cree en el Evangelio. Cuando no se cree en Dios uno comete el error de pensar que no tendrá que pedir cuentas a nadie. Sin embargo, no es así. Por eso es preciso que la humanidad, y en nuestro caso los españoles, nos convirtamos y pasemos a vivir bajo la Ley de Dios, que es bondad, abandonando todo aquello que pertenece al príncipe de las tinieblas, entre las que se encuentra  la violencia.

Quiero finalizar diciendo que quizá habría que recuperar viejas soluciones visigodas. En época de los godos, para combatir el paganismo y otras cosas, se impuso que los domingos todos los habitantes de Hispania debían acudir a misa y tan sólo estaban permitidas en dicho día las actividades relacionadas con la Iglesia o aquellas de carácter benéfico.  Quizá habría que hacer lo mismo hoy en día. Las doce de la mañana de un domingo es la hora de ir a misa, no a un campo de fútbol.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

El Niño Jesús fue acunado por San Francisco de Asís (Greccio 1223)

Aquella mañana del 24 de diciembre de 1223 amaneció Greccio con una bonita nevada, como si Dios quisiera saludar con esa bendición a los pobrecillos frailes que dormían en aquel lugar, donde tenían intención de celebrar la fiesta del Señor.


La devoción de San Francisco por la Natividad de Cristo le venía desde el principio de su conversión. Algunos años después de haber conocido al Señor, en 1209, le había dicho a fray Morico, uno de sus primeros compañeros "Pecas llamando día de Venus (pues eso significa la palabra viernes) al día en que nos ha nacido el Niño. Ese día hasta las paredes deberían comer carne; y, si no pueden, habría que untarlas por fuera con ella". Lo dijo cuando el frailecillo planteó al Poverello, tras debatirlo con los demás hermanos, si al coincidir viernes y día de Navidad se debía ayunar o no.
Además aseguraba, según fray Tomás Gálvez, que "Si pudiera hablar con el emperador Federico II, le suplicaría que firmase un decreto obligando a todas las autoridades de las ciudades y a los señores de los castillos y villas a hacer que en Navidad todos sus súbditos echaran trigo y otras semillas por los caminos, para que, en un día tan especial, todas las aves tuvieran algo que comer. Y también pediría, por respeto al Hijo de Dios, reclinado por su Madre en un pesebre, entre la mula y el buey, que se obligaran esa noche a dar abundante pienso a nuestros hermanos bueyes y asnos. Por último, rogaría que todos los pobres fuesen saciados por los ricos esa noche". Yo secundo esas palabras de mi Seráfico Padre aunque, como dice un buen amigo mío, me lloverían críticas incluso de algunos que se dicen católicos aunque, obviamente, tengo temor de Dios pero no temor de los hombres.

Según Tomás de Celano, el primero de los biógrafos del gran santo italiano, "La suprema aspiración de Francisco, su más vivo deseo y su más elevado propósito, era observar en todo y siempre el Santo Evangelio y seguir la doctrina de nuestro Señor Jesucristo y sus pasos con suma atención, con todo cuidado, con todo el anhelo de su mente, con todo el fervor de su corazón. En asidua meditación recordaba sus palabras y con agudísima consideración repasaba sus obras. Tenía tan presente en su memoria la humildad de la encarnación y la caridad de la pasión que difícilmente podía pensar en otra cosa. Digno de recuerdo y de celebrarlo con piadosa memoria es lo que hizo tres años antes de su gloriosa muerte cerca de Greccio, el día de la natividad de nuestro Señor Jesucristo. Vivía en aquella comarca un hombre, de nombre Juan, de buena fama  y de mejor tenor de vida, a quien el bienaventurado Francisco amaba con amor singular, pues siendo de noble familia y muy honorable despreciaba la nobleza de la sangre y aspiraba a la nobleza del espíritu.". Tal como reiteraré a lo largo del artículo, el hecho de la santidad de Juan de Greccio, reconocida por alguien como San Buenaventura, es lo que da credibilidad a este relato, aunque hoy en día cierta historiografía pretenda quitar relevancia a lo ocurrido en Greccio en aquella noche.

Continúa Celano relatando que todo comenzó: "Unos quince días antes de la navidad del Señor, el bienaventurado Francisco llamó (a Juan de Greccio), cómo solía hacerlo con frecuencia, y le dijo: -Si quieres que celebremos en Greccio esta fiesta del Señor, date prisa en ir allá y prepara prontamente lo que yo te voy a indicar. Deseo celebrar la memoria del niño que nació en Belén, y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y como fue colocado sobre heno entre el buey y el asno-". Por su parte San Buenaventura informa en su Leyenda Mayor que "Para que dicha celebración no pudiera ser tachada de extraña novedad, pidió antes licencia al sumo pontífice y, habiéndola obtenido, hizo preparar un pesebre con el heno correspondiente y mandó traer al lugar un buey y un asno". Juan de Greccio, narra Celano, corrió presto a preparar en el lugar señalado cuanto el Santo le había indicado.
Aquellos fueron días de intenso trabajo para Juan, quien de forma eficaz consiguió tenerlo todo listo para la santa, bendita y mágica noche. San Francisco, por su parte, permaneció durante esas jornadas en un clima de profunda oración. Cada día se retiraba a su cueva favorita, cerca de la Porciúncula, acaso una remembranza de aquella cuevecita de Belén, para orar y para meditar sobre el gran misterio con el que comienza nuestra fe: el nacimiento del Hijo de Dios, aquel que le había llamado unos años antes a su seguimiento: "Francisco, Francisco... ¿Quién te puede ayudar más, el señor o el siervo?". Esto aconteció en aquella noche de Espoleto donde su vida cambiaría para siempre., pasando de ser "El rico Francisco" al "Poverello de Asís".

Prosigue Tomás de Celano diciendo que "Llegó el día, día de alegría, de exultación. Se citó a hermanos de muchos lugares, hombres y mujeres de la comarca, rebosando de gozo, que prepararon, según sus posibilidades, cirios y teas para iluminar aquella noche que, con su estrella centelleante, iluminó todos los días y años. Llegó, en fin, el Santo de Dios y, viendo que todas las cosas estaban dispuestas, las contempló y se alegró. Se prepara el pesebre, se trae el heno, y se colocan el buey y el asno. Allí la simplicidad recibe honor, la pobreza es ensalzada, se valora la humildad, y Greccio se convierte en una nueva Belén. La noche resplandece como el día, noche placentera para los hombres y para los animales. Llega la gente y, ante el nuevo misterio, saborean nuevos gozos. La selva resuena de voces y las rocas responden a los himnos de júbilo. Cantan los hermanos las alabanzas del Señor y toda la noche transcurre entre cantos de alegría. El santo de Dios está de pie ante el pesebre, desbordándose en suspiros, traspasado de piedad, derretido en inefable gozo. Se celebra el rito solemne de la misa sobre el pesebre y el sacerdote goza de singular consolación

El Santo de Dios viste los ornamentos de diácono, pues lo era, y con voz sonora canta el santo Evangelio. Su voz potente y dulce, su voz clara y bien timbrada, invita a todos a los premios supremos. Luego predica al pueblo que asiste, y tanto al hablar del nacimiento del Rey pobre como de la pequeña ciudad de Belén dice palabras que vierten miel. Muchas veces, al querer mencionar a Cristo Jesús, encendido en amor, le dice el Niño de Bethleem y, pronunciando Bethleem como oveja que bala, su boca se llena de voz; más aún, de tierna afección. Cuando le llamaba niño de Bethleem o Jesús, se pasaba la lengua por los labios como si gustara y saboreara en su paladar la dulzura de estas palabras.

Se multiplicaban allí los dones del Omnipotente; un varón virtuoso tiene una admirable visión. Había un niño que, exánime, estaba recostado en el pesebre; se acerca el santo de Dios y lo despierta como de un sopor de sueño. No carece esta visión de sentido, puesto que el Niño Jesús, sepultado en el olvido en muchos corazones, resucitó por su gracia por medio de su siervo Francisco, y su imagen quedó grabada en los corazones enamorados. Terminada la solemne vigilia, todos retornaron a su casa colmados de alegría".

San Buenaventura añade algunos detalles sobre esta noche cuando relata que "Son convocados los hermanos, llega la gente, el bosque resuena de voces, y aquella noche bendita, esmaltada profusamente de claras luces y con sonoros conciertos de voces de alabanza, se convierte en esplendorosa y solemne.... El varón de Dios estaba lleno de piedad ante el pesebre, con los ojos arrasados en lágrimas y el corazón inundado de gozo. Se celebra sobre el mismo pesebre la misa solemne en la que Francisco levita de Cristo, canta el santo Evangelio. 

Predica después al pueblo allí presente sobre el nacimiento del Rey pobre, y cuando quiere nombrarlo -transido de ternura y amor-, lo llama Niño de Bethlehem".
Aquella prédica de San Francisco debió ser, sin duda, inolvidable. Los testimonios de Celano y San Buenaventura, se basan, como hemos visto, en el testimonio de Juan de Greccio, quien "por su amor a Cristo había abandonado la milicia terrena y profesaba al varón de Dios una entrañable amistad. Aseguró este caballero haber visto dormido en el pesebre a un niño extraordinariamente hermoso al que, estrechando entre sus brazos el bienaventurado padre Francisco, parecía querer despertarlo del sueño.  Esta visión de Juan de Greccio es digna de crédito por la santidad del testigo y también porque "El ejemplo de Francisco, contemplado por las gentes del mundo, es como un despertador de los corazones dormidos en la fe de Cristo, y el heno del pesebre, guardado por el pueblo, se convirtió en milagrosa medicina para los animales enfermos y en revulsivo eficaz para alejar a otras clases de pestes. Así, el Señor glorificaba en todo a su siervo y con evidentes y admirables prodigios demostraba la eficacia de su santa oración", algo sobre lo que hablaré brevemente al final del artículo. De momento sólo un inciso. Hoy para el mundo, para los paganos, parece que esta noche quien viene es un tipo barbudo y gordo al que llaman Papá Noel. No les hagáis caso, escuchad el despertador que San Francisco ha programado para hoy, tanto en Greccio como en nuestras vidas. Quién realmente viene es Jesucristo, viene el Niño Dios, debemos acogerle en nuestra alma. Sería trágico para un cristiano que diésemos entrada en nuestras vidas a un símbolo pagano mientras dejamos de lado al Niño Jesús, quien realmente nos puede salvar. Papá Noel no salva, Jesucristo sí ¿Con quién te quedas? ¡DESPIERTA!

Lo ocurrido en el Greccio de 1223 también nos muestra otra bella y gran enseñanza. La Encarnación no sólo aconteció en el Belén de hace dos mil años. Se produce día tras día en todo lugar donde un sacerdote celebra la Eucaristía y/o donde hay un Sagrario con el Señor dentro. Sin embargo en aquella noche inolvidable se estaba produciendo, probablemente, lo que más llenaba de gozo a Francisco de Asís. Sobre el mismo pesebre se celebraba el sacrificio eucarístico. Al Poverello,  tanto la Eucaristía como la Encarnación le recordaban la elección hecha por un Dios que se humilla para salvar al hombre.  

El propio Francisco decía "Ved que diariamente se humilla, como cuando desde el trono real vino al seno de la Virgen; diariamente él mismo viene a nosotros, en humilde apariencia; diariamente desciende desde el seno del Padre al altar en manos del Sacerdote". Por otra parte, tal cómo decía El Principito, lo esencial es invisible a los ojos, sólo puede verse con el corazón. Es razonable pensar que si Juan de Greccio era, como se decía de él, un varón lleno de Dios, el Señor le regalase esa visión que, por otra parte, quizá estaba realmente produciéndose. Por otra parte, recordemos que el propio San Francisco tuvo al principio de su conversión un sueño que le produjo lágrimas de dolor y tristeza pues "El Amor no es amado". Había tenido un sueño en el que veía una iglesia llena de fieles rezando a Dios pero ninguno de ellos le amaba realmente, le pedían egoístamente a Dios pero no le amaban de verdad. Por otra parte, si hubo un santo que realmente supo nacer de nuevo, supo ver a Jesús con la sencillez de los niños, ese fue San Francisco de Asís ¿Cómo no iba a venir de nuevo, entre sus brazos? Sólo quien tiene la humildad y la mirada limpia y pura de un niño puede comprender la realidad de un hecho así.

Quizá en nuestro tiempo, con el materialismo imperante, no nos damos cuenta de lo que realmente significa la Navidad. Para San Francisco, Santa Clara y sus coetáneos tenía un profundo sentido cristiano, eran verdaderamente conscientes de que en aquella noche todo el protagonismo debía ser para aquel niño, Jesús de Nazaret, que nació en Belén. Ellos veían, de forma clara y meridiana, la trascendencia de aquel acontecimiento donde todo un Dios, el Creador de cielo y tierra, el Rey del Universo, aquel que es el principio y fin de todo lo que existe... aparecía ante los hombres con su propia humanidad, se rebajaba a nuestra imperfección y compartía con nosotros todo lo que a nuestra humanidad concierne, exceptuando el pecado. Aquel Niño que lloraba, reía, jugaba, tenía frío, sentía calor... ese Niño que años después daría la vida para salvarnos. San Francisco de Asís quedaba transfigurado cuando meditaba, en la soledad de la cueva o en una iglesia, sobre lo que significaba la Encarnación del Hijo de Dios. Según Giovanni Miccoli, quien ha estudiado los escritos de Francisco "La Encarnación encuentra su cumplimiento en la Pascua: En la cena, con el ofrecimiento del pan y el vino -que se perpetúan en forma de sacramento, hasta el final de los tiempos-, en la pasión y muerte, con la total sumisión del Hijo a la voluntad del Padre". Si, eso lo comprendía muy bien un Francisco que años después se iba a configurar plenamente a Jesucristo al recibir, en el Alvernia, las Huellas de la Pasión, aquellas llagas de dolorosa bendición que le vinieron hacía el final de su vida, momento en el que comprendió que "La cruz desvela el sentido profundo de la Encarnación", como decía el propio Miccoli.

Pero para la Pasión faltaba aún mucho en aquel Belén de hace dos mil años, dejemos al Niño Jesús dormir tranquilo en manos de su bendita Madre mientras tanto. Para San Francisco aunque el Señor realizó la Salvación en otras solemnidades (Semana Santa y Pascua), esta en realidad comenzó con su Nacimiento. Hablemos, por ello, de la luz, contaba Tomás de Celano que "hombres y mujeres de la comarca, rebosando de gozo, prepararon, según sus posibilidades, cirios y teas para iluminar aquella noche que, con su estrella centelleante, ilumina todos los días y años".  Según cuenta Fray Hipólito Barriguín, en aquella época era costumbre reforzar la iluminación de los templos durante la noche de Navidad para presentar de forma fulgurante aquel acontecimiento. Menciona este fraile el Liber usuum Ecclesiae Cusentinae, escrito por Luca de Casamari (Arzobispo de Consenza) quien reseña la iluminación, en aquella catedral, del altar de San Juan Bautista, donde se celebraba la "Misa del Gallo". Para ello se añadían candelabros de hierro, antorchas y se encendían velas en las ventanas mostrando la alegría luminosa que envolvió en la noche de Belén a los pastores.

Según se cuenta en la tradición franciscana, el Poverello "habló con palabras que vierten miel", debió ser una homilía que conmovió a los presentes en aquella celebración, los cuales volvieron a casa llenos de alegría. Hay quien dice que en aquella noche realmente no se representó un Belén, como hemos mencionado, sino que es una tradición posterior, pese a lo relatado por San Buenaventura. Argumentan para ello, como si estuvieran dentro de la mente del propio Santo, que no tenía por intención montar un Belén tal como los conocemos hoy en día y se ciñen a los belenes napolitanos del siglo XVI. Lo que no saben es que en realidad aquella noche Jesús nació de nuevo, se volvió a hacer un niño. Se hizo niño en San Francisco de Asís, quien le acunó con gran ternura y devoción. Es cierto que ya hacía muchos años de su conversión y que le quedaban apenas tres años de vida terrenal. Pero aquella noche el Niño Jesús se hizo presente en Francisco el "Alter Christus". En aquella noche comprendió algunas cosas que hasta entonces no había entendido en toda su plenitud y que le ayudaron a configurarse cada vez más a Jesucristo en un camino que tendría en el Monte Alvernia su cima con la impresión de las Llagas de la Pasión. No saben tampoco que aquella noche hubo otra estrella guiando el recorrido, pero esta vez no fue un cometa sino que fue el propio Jesús, bajo la forma del pan y el vino, quien guiaba a los cristianos, de forma especial a los franciscanos, por el camino que debían realizar para seguirlo: humildad, sencillez y alegría. Esa humildad y sencillez que tuvo Jesucristo a su paso por la tierra y, de forma especial, la alegría de aquel Niño en Belén sonriendo en manos de su Madre María Santísima cuando los Magos de Oriente le llevaron oro, incienso y mirra. De ahí la gran alegría de quienes asistieron a aquella "Eucaristía-belenística", una alegría que les duró toda la vida y cuyos efectos fueron visibles durante generaciones.
Termina Celano su relato diciendo que "Se conserva el heno colocado sobre el pesebre, para que, como el Señor multiplicó su santa misericordia, por su medio se curen jumentos y otros animales. Y así sucedió en efecto: muchos animales de la región circunvecina que sufrían diversas enfermedades, comiendo de este heno curaron de sus dolencias. Más aún, mujeres con partos largos y dolorosos, colocando encima de ellas un poco de heno, dan a luz felizmente. Y lo mismo acaece con personas de ambos sexos: con tal medio obtienen la curación de diversos males".

¿Y qué pasó con el lugar del pesebre? nos responde Celano: "fue luego consagrado en templo del Señor: en honor del beatísimo padre Francisco se construyó sobre el pesebre un altar y se dedicó una iglesia, para que, donde en otro tiempo los animales pacieron el pienso de paja, allí coman los hombres de continuo, para salud de su alma y de su cuerpo, la carne del Cordero Inmaculado e Incontaminado, Jesucristo Señor Nuestro, quien se nos dio a sí mismo con sumo e inefable amor y que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo y es Dios eternamente glorioso por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya. Aleluya".

Sigamos pues, queridos hermanos, el ejemplo de San Francisco de Asís y dejemos que en esta bendita y mágica noche Jesús nazca de nuevo en nuestros corazones, que él transforme nuestras vidas llenándonos de paz, de sencillez, de humildad y nos santifique. Recordemos las palabras de Benedicto XVI, quien decía que "La Pascua había concentrado la atención sobre el poder de Dios que vence la muerte, inaugura una nueva vida y enseña a esperar en el mundo futuro. Con San Francisco y su belén se ponían de relieve el amor inerme de Dios, su humildad y su benignidad, que en la Encarnación del Verbo se manifiesta a los hombres para enseñar un modo nuevo de vivir y de amar". En definitiva, San Francisco nos enseñó el amor a la humanidad de Cristo y la certeza de que Él nos sale al encuentro como un niño recién nacido. Salgamos al encuentro de Jesucristo en esta bendita noche. Debemos arroparlo con el calor de nuestra alma, dejarle entrar en ella para que nos colme de bendiciones y nos ayude a poner toda nuestra vida en sus manos. Jesús, aquel Niño que nació hace dos mil años en Belén, Hijo de Dios, nacido en el seno de la Virgen María e hijo adoptivo de San José es, y debemos ser conscientes de ello, el Amigo que nunca falla.

Os deseo que paséis una santa nochebuena y una muy feliz Navidad de nuestro Señor. Termino con la Bendición de San Francisco:

“El Señor os bendiga y os guarde; ilumine su rostro sobre vosotros y tenga misericordia de vosotros, vuelva a vosotros su rostro y os conceda la paz”.

El Señor os bendiga, hermanos míos, PAX ET BONUM

Fuentes documentales: http://www.franciscanos.es/index.php/ofm-santiago/san-francisco/44-vida-y-carisma/308-francisco-de-asis-y-el-belen-de-greccio
http://www.franciscanos.org/enciclopedia/navidad1223.html
http://www.fratefrancesco.org/esp/navid.htm
http://paradagamez.blogspot.com.es/2011_12_01_archive.html
http://agolpesdecincel.blogspot.com.es/2010/12/san-francisco-de-asis-y-la-tradicion-de.html

lunes, 20 de octubre de 2014

A los siete años de la muerte de Juan Antonio Cebrián

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(Publicado en Infovaticana el 20 de octubre de 2014)

Aún me emociono recordando aquella noche del 20 de octubre de 2007.  Había estado por la tarde en el Cerro de los Ángeles, ya que por entonces acudía al Seminario de Getafe para el curso Introductorio. Cuando estábamos en la explanada, para irnos a casa, alguien gastó una broma que me estremeció, sin conocer el motivo. Este chico le dijo a otro "eres famoso como Jímenez del Oso". Aparentemente no tenía mucho sentido aquella sensación, pero yendo para casa sentía una pesadez interior.
Llegó la noche y hablando por Messenger, precursor de las actuales redes sociales, una amiga me dijo "Se ha muerto Juan Antonio Cebrián". Le dije que si me estaba tomando el pelo pero, por desgracia, esa chica tenía razón, aquella tarde, durante el transcurso de una celebración familiar, había fallecido un gran periodista manchego, a quien había escuchado en la radio desde mi más tierna infancia. En un breve comunicado anunciaron lo ocurrido, diciendo además que no habría esa noche La Rosa de los Vientos. Comencé a llorar como pocas veces he llorado por una persona famosa (la otra fue cuando murió Juan Pablo II) mientras venían a mi cabeza infinidad de recuerdos.

Si traigo bajo la luz de este candil su memoria, la memoria de Cebri, es porque, como he comentado, era mi amigo. No llegué a conocerle en persona, pero fueron tantos años escuchando su voz en la radio que puedo decir le conocía desde mi más tierna infancia. Cuando era pequeño tuve muchísimo insomnio, pasaba largas horas por la noche sin poder dormir, posiblemente debido a la angustia que me produjeron los ocho años de acoso escolar que padecí. Fue en 1992, con diez años, cuando le conocí. Yo ya era aficionado a la radio, especialmente me gustaba escuchar por entonces el Carrusel Deportivo de Manolo Lama y Paco González (a quienes ahora escucho en COPE). Una de aquellas noches de insomnio, quizá también con el miedo de que al día siguiente alguien se metería conmigo en el colegio, me puse a buscar alguna cosa que me resultase interesante, con la que pudiera aprender y que me permitiera, quizá, poder dormir. Escuché, de pronto, una voz, una de las mejores voces radiofónicas que ha tenido este país, hablando sobre los caballeros templarios y su paso por Ponferrada. Pocos meses antes había estado allí, viendo el castillo, con mis padres. Ya por entonces me entusiasmaba la Historia, me gustaba sobre todo leer sobre los romanos y cuando visitaba ruinas de la Antigüedad me sentía muy feliz contemplándolas. Además, siempre me encantó lo que tuviera que ver con las leyendas, la mitología y también siento gran pasión por los misterios de la vida. Continué escuchando a ese señor, a esa voz que de pronto se había convertido en una voz amiga. Creo que al final me quedé dormido y cuando desperté, por primera vez en meses, lo hice feliz, confortado. Durante cinco años seguí escuchando aquel programa, Turno de Noche se llamaba, donde hablaban de Historia, Misterio, Literatura, Ciencia.... ya no eran noches vacias mirando al techo sin poder dormir, sino que eran noches donde aprendía y que me permitían además poder dormir y descansar bien.

No sólo yo comencé a escuchar a Juan Antonio Cebrián, sino que pronto descubrí que también a mi padre le gustaba su programa y recuerdo ir ambos en el coche escuchando inolvidables programas donde hablaban de los templarios, Julio César, la naturaleza, criminología, astronomía, misterios de nuestro país y un sin fin de temas con los que, puedo asegurarlo, aprendía muchísimo más que lo que muchos profesores del colegio me enseñaron. En 1997 Turno de Noche se "transformó" en La Rosa de los Vientos y continué escuchándolo. Era el lugar "Donde la noche se enamora del misterio, y envuelve con su capa a esas almas heridas de soledad, para que no mueran de frío. Donde la noche se transforma en una luz y acuna la imaginación y los sueños de libertad. Donde la esperanza camina de la mano del saber. Donde te espero, en la Rosa de los Vientos", tal cómo decía el lema del programa. En mi caso quizá esta frase era más real, más palpable, pues fueron muchos los momentos de soledad durante aquellos años, ya que mientras por el día sentía constante ansiedad, consciente de que había personas que me hacían bullying, por la noche esas heridas eran sanadas cuando escuchaba el que era mi programa de radio favorito.
Juan Antonio Cebrián no sólo fue un gran periodista, posiblemente uno de los mejores que ha tenido nuestro país. Era también una persona con gran sabiduría y que en sus programas siempre insistía en que se debían recuperar valores como el honor, la lealtad, el sentido de la responsabilidad, la determinación a la hora de conseguir sueños, el juego limpio, el sentido del humor, el compañerismo, la educación y otros valores que, por desgracia, se están perdiendo. Uno de sus lemas, Fuerza y Honor, lo tengo grabado a fuego en el alma. Esa Fuerza que me permitió levantarme tantas veces en mi vida, cuando mis problemas de salud infantiles, cuando el acoso escolar, cuando dejé el Seminario y caí en una tremenda depresión. Ese sentido del Honor, honor por saberme hijo de Dios, por saber que mi vida, aunque muchas veces pensé que no, vale mucho, por saber que tengo una misión que debo desempeñar, por saber que debo ser leal y consecuente conmigo mismo, por saber que en la vida hay que jugar limpio y amar a los demás, aun cuando te hagan jugarretas.

Fue también uno de los mejores divulgadores de la Historia, sino el mejor, que ha tenido España. Sus Pasajes de la Historia fueron realmente memorables. En ellos Narró la vida y obra de grandes personajes históricos como Julio César, Alejandro Magno, el emperador Claudio, San Francisco de Asís, Napoleón Bonaparte. Nos descubrió a personajes que, aunque por entonces habían sido olvidados, habían sido realmente decisivos en nuestra historia, como en el caso de Blas de Lezo. Nos relató batallas importantes como El Levantamiento del 2 de Mayo, las Cruzadas, las Guerras Cántabras. Todo ello demostrando un profundo conocimiento de la historia y también una capacidad de interpretación de los hechos históricos que le ponen, en mi modesta opinión, a la altura de los más grandes historiadores. Todo esto supongo, es de por sí digno de elogio. Además de sus Pasajes de la Historia tenía también los conocidos "Versus" donde contaba la historia de rivalidad de personajes como, por ejemplo, Góngora y Quevedo. O sus Pasajes del Terror, donde relataba los dramáticos crímenes perpetrados por psicokiller como Alexandre Pearce "un caníbal irlandés en Australia" o Jeanne Weber "la estranguladora de París", entre otros.

Cabe decir que hay algo que hizo de Cebri una persona realmente especial, algo por lo que realmente le tengo por uno de los tipos más sabios y luchadores que jamás han existido. Era ciego. Siendo joven se quedó ciego. Cuando otras personas se lo hubieran tomado con rabia, él se lo tomó con filosofía y siguió luchando por su vocación, la vocación de ser periodista, la vocación de ser escritor, la vocación, en definitiva, de contar historias. Una de sus frases favoritas era "Todos los días mueren doce genios, en el anonimato, sin que nos demos cuenta". Con el tiempo vi la gran verdad de esta frase, cuando tras fallecer personas de mi entorno vi la gran genialidad que tenían. En el caso de Juan Antonio Cebrián siempre he dicho que aquel día sólo falleció un genio, él, y no lo hizo precisamente en el anonimato, pues fuimos muchos los que aquella noche lloramos su partida y los que hoy seguimos recordandole con gran cariño. Mientras escribo estas líneas me sigue embargando la emoción y siento que algunas lágrimas quieren salir a flote.

Siete años ya sin el que fue el gran amigo que tuve en mi infancia, alguien que, sin conocerme, me acompañó durante infinidad de noches y alguien con quien tanto aprendí, que tanto me enseñó. Siete años de la muerte de una persona, pero el maestro sigue presente. Como creyente creo en la vida después de esta vida, creo que la muerte no es el final, sino el comienzo de la Eternidad. Por otra parte, sus Pasajes de la Historia, sus programas, las entrevistas que concedió... todo se encuentra en Internet. Por ello, de alguna manera sigue hablando, sigue enseñando, a través de esas grabaciones. No podía ver con los ojos físicos, pero si con los ojos del corazón y, como nos enseñó El Príncipito, lo esencial es invisible a los ojos, sólo puede verse con el corazón. Cebri tuvo un gran corazón, por ello pudo ver, por ello fue un sabio y por ello estará eternamente en la memoria de quienes le conocimos, aunque fuera a través de un transistor. Descansa en paz, maestro, y gracias por tu dedicación durante tantísimos años. Fuerza y Honor.

viernes, 26 de septiembre de 2014

San Elzeario y Beata Delfina, un matrimonio santo

ElzearDelfina
Santidad en el matrimonio
Traigo a este blog una breve biografía de San Elzeario y la Beata Delfina, su esposa. Se trata de un matrimonio perteneciente a la Tercera Orden Franciscana, la que hoy se conoce como Orden Franciscana Seglar, que vivió entre los siglos XIII y XIV. Delfina de Signe, cuyo nombre significa "Aquella que mata serpientes", nació en torno a 1284 en Puy Michel (Francia) en una familia noble, ya que era hija de los condes de Marsella. Se dijo de ella que tenía "una santidad delicadamente femenina, que se difundió a su alrededor como linfa silenciosa y generosa, para alimentar en el bien a cuantos estuvieron a su alrededor".

Con doce años se comprometió con Elzeario, nacido en el castillo de Ansouis, un pequeño poblado de la Provenza, hacia 1285. Este era hijo de Ermangao de Sabrán, conde de Ariano, en el reino de Nápoles. Su madre, Lauduna d´Albe de Roquemartine, una mujer de gran piedad y caridad, ofreció a su hijo, tras el bautismo, al Señor con el fin de que fuera preservado de todo pecado. Elzeario fue educado por su tío Guillermo de Sabran, abad del monasterio benedictino de San Víctor, donde vivió durante su infancia.
Se casaron en 1299 y decidieron escoger la castidad como medio de perfección espiritual, por lo que se les ha considerado como un "matrimonio blanco", al no tener relaciones conyugales. En un principio vivieron en el castillo de Ansouis, donde escogieron vivir en penitencia y en vida de ascetismo. Posteriormente se trasladarían al castillo de Puy Michel. Fue viviendo allí cuando profesaron en la Tercera Orden Franciscana, lo que daría una nueva dimensión a su vida interio, desarrollada a través de la caridad. 

Ambos habían nacido en el seno de familias ricas, como San Francisco de Asís, y también ellos se hicieron humildes y pobres dedicando su vida al socorro de los pobres y las obras de misericordia, vida de penitencia, oración y mortificación atendiendo, además, a los leprosos. Pasaron, como se dice en la familia franciscana, de la vida al Evangelio y del Evangelio a la vida siguiendo a Jesucristo Pobre y Crucificado, perseverando en su voto de castidad perpetua y rezando el oficio de los terciarios franciscanos. Ambos vestían con una túnica de paño gris ceñida con el cordón a modo de hábito.
Elzeario, a la muerte de su padre, heredó el condado de Ariano Hirpino  (Nápoles), por lo que ambos tuvieron que vivir desde entonces allí. El santo gobernó con bondad y sabiduría. Por otra parte, ambos mantuvieron su actividad benéfica, ejerciendo como embajadores de concordia, caridad y oración en medio de tumultos y rebeliones, aunque consiguiendo conquistar la admiración y el cariño de las gentes, especialmente mediante la defensa de los pobres frente a la opresión de los ricos. Por otra parte, Delfina fue una de las damas de honor de la reina Sancha, esposa del rey Roberto de Anjou, rey de Nápoles, mientras que Elzeario fue tutor de Carlos, el hijo de los monarcas.

Además de su gobierno en el condado, San Elzeario desempeñó misiones a las que le enviaba el rey. Una de las más destacadas aconteció en 1312, cuando el Rey le encomendó acudir en auxilio del Papa Clemente V, pues Roma se encontraba asediada por las tropas del emperador Enrique VII de Luxemburgo. No obstante, el tesón y empeño de Elzeario y sus hombres forzaron a los soldados imperiales a abandonar la ciudad Eterna.

Elzeario falleció en París, en medio de otra misión, el 27 de septiembre de 1323, fruto de una grave enfermedad tras haber recibido confesión general con el sacerdote y teólogo franciscano Francisco Mairone, quien le administró el Viático. Fue canonizado el 5 de abril de 1369. Como curiosidad histórica, cabe destacar que bastantes años antes de todo esto un niño llamado Guillermo de Grimoard, de salud bastante enfermiza, había recuperado la salud gracias a las plegarias que sus padres habían hecho a San Elzeario. Guillermo era sobrino y ahijado del santo y se convertiría, tiempo después y ya con la salud en plena forma, en el enérgico Papa Urbano V, quien firmó el acta de canonización de su tío y padrino.

Tras el fallecimiento de su esposo, la Beata Delfina, que llegó a ver canonizado a su esposo, le honró continuando las buenas obras e imitando las virtudes que ambos habían vivido. La reina Sancha, tras la muerte de su esposo, tomó el hábito de las Clarisas Pobres en un convento de Nápoles decidiendo que, mientras viviera, debía seguir contando con la asistencia de Delfina, quien siguió siendo su consejera y guía en la vida espiritual hasta la muerte de la soberana. Una vez falleció Sancha, la Beata regresó a su Provenza natal, donde viviría recluida, primero en Cabriéres y posteriormente en Apt., distribuyendo sus bienes entre los pobres. Los últimos años de su vida soportó con heroica paciencia una dolorosa enfermedad, falleciendo a los 74 años de edad. Fue sepultada en Apt, junto a su marido y beatificada por el Papa Inocencio XII el 24 de julio de 1694.

Fuentes:
http://assertum.blogspot.com.es/2014/09/san-elzeario-de-sabran-y-la-beata.html
http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=14101
http://www.franciscanos.net/santoral/diario/09setiembre26.htm
http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=4315
http://vidas-santas.blogspot.com.es/2013/11/beata-delfina-de-signe-viuda.html
http://profesorjuanra.blogspot.com.es/2013/09/elzeario-o-elzearo-santo.html

jueves, 10 de julio de 2014

Las parroquias de verano



He estado unos días en Cádiz, con mi familia, en Chiclana. Siempre, cuando llega el verano, recuerdo una frase que me dijeron hace tiempo y resuena con fuerza en mi corazón: "Dios no se va de vacaciones". Normalmente, durante el periodo estival, las parroquias de las grandes ciudades y sus periferias suelen vaciarse ya que los feligreses marchan a los lugares donde pasarán unos días de descanso, para recargar sus fuerzas tras un intenso año de trabajo. Los grupos parroquiales se despiden hasta septiembre-octubre, salvo excepciones como la de un grupo de oración de la Renovación Carismática al que suelo acudir y que durante el verano sigue "abierto". En estos meses de julio y agosto llega el tiempo de lo que llamo "parroquias de verano". 

Escribo esto tras meditar unas palabras que dijo el sacerdote en la Eucaristía de este pasado domingo 6 de julio mientras saludaba a los feligreses veraniegos. Coincidía el Evangelio con ese "Venid a mí los que estáis cansados y agobiados". Se trata de una frase central en nuestra vida como cristianos, así por lo menos lo creo. El descanso de un cristiano no puede ser el "no hacer nada" de los paganos, sino que es bueno llenar ese ocio con algo más, con algo que ensanche el alma y nos acerque más a Dios. Está muy bien ir a la piscina, a la playa o a la montaña y relajarse, claro que sí. Pero no podemos olvidarnos de que nuestro verdadero descanso está en Dios, como decía San Agustín y también el Salmo 41 (pues nuestra alma no descansa hasta que bebe del Manantial de la vida, siempre tenemos sed de Dios, del Dios vivo). 

El verano es también un tiempo propicio para dar testimonio de nuestra fe, sabiendo ser sobrios al divertirnos (sin caer en gula ni borracheras), manteniendo el pudor y las formas cuando estamos en zonas de baño y descanso (¡¡y cuando asistimos a la Eucaristía!! no toda ropa es valida para entrar a la iglesia, y esto tanto para ellos como para ellas). Pero, sobre todo, es un tiempo de gracia para crecer en el amor a nuestro prójimo. Esto debe tenerse en cuenta a la hora de ir a comprar o al pedir una consumición en el bar, por ejemplo. Debemos tener en cuenta, cuando interactuamos con otras personas, que son seres humanos que nos atienden y no mulas a las que puede dárseles un espuelazo. Cuántos hipócritas he visto tratar con desdén a los camareros y luego darse golpes de pecho (y eso por no hablar de ciertos comportamientos anticristianos que he visto en personas que se autodenominan cristianas, que me daría para multitud de artículos, pero he venido a dar luz y esperanza, no a cargar tintas contra otras personas). En definitiva, debemos tratar al otro tal como nosotros queremos ser tratados. Por cierto, en verano suele suceder que coincidimos con personas que quizá no nos caen bien (la suegra, el cuñado...), en esos casos os pido encarecidamente recordéis el "amad a vuestros enemigos..." pues, si no amáis a quien os cae mal ¿Qué merito tendréis? en definitiva, demos un ejemplar testimonio de vida cristiana también en verano.

No obstante, un pilar fundamental en nuestra vida es la oración, pues sin la ayuda de Dios nada podemos. El Señor, como digo, no se va de vacaciones. Siempre está ahí, en el Sagrario, en la Santa Misa, siempre podemos darle culto y pedirle ayuda. No valen excusas como "es que hoy (Domingo) he estado en la playa" o "en este país no entiendo el idioma" pues aunque sea verano los preceptos de la Iglesia, y nuestro deber de amar a Dios y al prójimo siguen vigentes. Por ello, aunque estemos muy bien en nuestra piscina o en la playa siempre hay un momento para ir a misa o para hacer oración, aunque se trate tan sólo de alzar la mirada al cielo y, levantando los brazos, alabar a Dios. 

Por otra parte, un aspecto donde se hace patente nuestro testimonio cristiano es el de ofrecernos para ayudar en la parroquia de aquel lugar donde veraneamos, especialmente si se trata de nuestro lugar de veraneo habitual. No se trata de hacer cosas extraordinarias sino de que cada uno, poniendo sus dones y talentos al servicio de Dios y de los hermanos, dé gloria a Dios ofreciendo un rato de ese tiempo de ocio, también en verano. En mi caso lo que suelo hacer es ir a una parroquia del lugar donde veraneo y ayudar en la Eucaristía tanto acolitando como dando la Sagrada Comunión (como ministro extraordinario). Por cierto, que allí también va algún sacerdote de mi ciudad a pasar unos días y se acerca a esta iglesia para celebrar misa, algo que me parece precioso pues refleja la gran familia que es la Iglesia. Los católicos, seamos de donde seamos, somos hermanos y ayudamos a los demás allá donde vayamos. No nos limitamos a colaborar en nuestro entorno (nuestra parroquia) sino también en otros lugares, lo cual de alguna forma también supone ser misionero. No hace falta ir a Perú, por ejemplo, como misionero para tener un verano cristiano (aunque es una gran labor, por supuesto), pues podemos ser misioneros en el pueblo o ciudad donde pasamos el verano ¿Te lo habías planteado? 

En fin, queridos lectores, espero que paséis un feliz verano y recordad siempre que Dios no se va de vacaciones. Cuando hagáis las maletas preparad un espacio para Él. 


jueves, 12 de junio de 2014

Verbena de San Antonio de la Florida. Por Ricardo Sepúlveda

El Baile de San Antonio de la Florida. Francisco de Goya
El Baile de San Antonio de la Florida. Francisco de Goya
Hace tiempo cayó en mis manos uno de esos libros que se encuentran a veces casi escondidos en las estanterías de las grandes librerías. Son libros que, pese a no tener la fama del Quijote, creo que merece la pena leerlos, especialmente si se refieren a la historia de la ciudad donde uno ha nacido y crecido. Este libro, en concreto, se llama  Madrid Viejo: crónicas, avisos, costumbres, leyendas y descripciones de la villa y corte en los siglos pasados". Su autor, Ricardo Sepúlveda, fue un escritor nacido en Zaragoza (1846) cuya obra abarcó teatro, historia, libros de viaje y zarzuela. Aunque estudió Derecho, destacó por su faceta literaria escribiendo obras como : El Museo Universal (1857), El Monasterio de San jerónimo el Real de Madrid: estudio histórico-literario (1888), La Casa de las Siete Chimeneas, entre otros. Además del mencionado libro sobre el Madrid Viejo. Fue miembro de la Real Academia de la Historia y de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Destacó, se dice, por su gracejo e ingeniosa chispa que le permitieron describir genialmente las cosas de Madrid. Su "Madrid Viejo" le tengo en una edición de 2008, versión facsímil editada por la Editorial Maxtor (de Valladolid), la cual realiza facsímiles de libros antiguos y "de viejo". Ricardo Sepúlveda falleció en 1909.
Me parecía interesante, ahora que se acercan dos festividades de gran tradición en Madrid, traer a la luz de este candil aquello que Ricardo Sepúlveda cuenta sobre ellas. Me refiero a San Antonio de la Florida, que se celebra mañana 13 de junio (San Antonio de Padua) y al Corpus Christi. Pero en este primer artículo me referiré únicamente a la festividad de San Antonio con la cual el verano "toma posesión oficial de la villa del oso". El autor habla de esta verbena en las páginas 38-41 del citado libro. Allá van estas líneas que nos conectan con la historia de la villa y corte madrileña y sus tradiciones. Lo transcribo tal cual lo plasmó su autor, un poco como homenaje a este cronista de Madrid. Hago algunos comentarios personales anexos.

Dice Sepúlveda que "el verano no toma posesión oficial de la villa del oso, hasta que las espigas de rojo pálido de la verbena de San Antonio maduran sobre sus tallos".  De alguna manera, como vemos, sirve San Antonio como preludio a la temporada de verano, aunque aún estemos en Primavera.
san antonio verbenaEs entonces, relata, "en cuanto los verbenarii de los pueblos circunvecinos se presentan en los mercados de la corte, con cestas de cangrejos y de berros, con requesón de Miraflores y con rábanos, llevando en los cuévanos ramitos de verbena, a semejanza de los antiguos heraldos de armas, que se ceñían con ella la cabeza, cuando iban a anunciar la paz o la guerra; en cuanto el calendario de los santos y los astrónomos señala la entrada triunfal del mes de Junio, el Quasimodo de la ermita de San Antonio de la Florida, que pudo ser de mozo sacristán o monaguillo, limpia apresurado el altar del Santo y riega, con agua lustral de flores de verbena, el suelo y las paredes, dentro y fuera del lugar bendito". Realmente impresiona ver como en el transcurso de unos pocos días la ermita se transforma y engalana para la festividad de su Santo Patrón. De esta manera, explica Sepúlveda, "entiende la purificación del templo el ermitaño solitario, que pasa días y meses oyendo el silbido de las locomotoras del Norte (la actual estación de Príncipe Pío), acuarteladas en las praderas de San Antonio". Sorprende leer esto si lo hacemos con nuestra perspectiva histórica, pero en época de su autor es muy probable que el actual barrio ribereño tuviera una fisonomía muy diferente. Muchas veces he recorrido esa histórica estación de Norte, más de una vez trato de imaginarme aquellas locomotoras antiguas, de vapor y con un traqueteo suave, cruzando esas vías por las cuales ahora transcurren los modernos trenes de Cercanías.  A veces, en el silencio de la noche, aún parece que resuenan los ecos de aquellos pitidos a los que hacía alusión Sepúlveda.

¿Cómo se preparaban para la Santa Misa? nos responde Sepúlveda: "Al mismo tiempo que el ermitaño limpia, el capellán prepara su mejor casulla; pasa revista a las albas y sobrepellices, que planchan y encañonan manos castas: se proporciona, si no los tiene, uno o dos libros misales, con broches plateados y atril de nogal bruñido; mira con éxtasis los frescos de Goya (ya no deben estar muy frescos), que para honor del arte pictórico dejó en el cielo sonriente de la ermita, representando ángeles un poco mundanos, el célebre maestro, y recita con voz monótona un párrafo del sermón-panegírico, que, por periodos, va aprendiendo de memoria para predicarlo a los fieles". Se refiere, claro está, a la ermita de San Antonio que conserva los frescos de don Francisco de Goya. Actualmente funciona cómo museo mientras que la Santa Misa se celebra en la réplica, que se construyó al lado, que suele llenarse durante las Eucaristías dominicales e incluso a diario. De hecho por el día está abierta unas cuantas horas, lo cual permite a los madrileños, especialmente a la gente del barrio o a quien pase por allí, ir a rezar. Por otra parte, la visita a la ermita original merece mucho la pena, es impresionante.

Prosigue Ricardo Sepúlveda dándonos detalles sobre las horas previas a la festividad: había "un palio de tisú bordado en seda con varas de pino doradas; una custodia de plata para el tabernáculo; un incensario de metal blanco ennegrecido por el humo, y una cruz del mismo metal para el centro del retablo, contemplan el lujo de la decoración y ornamentos sagrados, con que el capellán titular de la ermita se dispone a solemnizar, todos los años, el día 13 de Junio, las glorias de la verbena de San Antonio de la Florida. Llegado el momento, la campana de la ermita llama con regocijado volteo a los hijos de Madrid, y les incita impacientemente para que vayan "a coger la verbena", caminito abajo de la carretera de Castilla, y lo que queda de prado junto al venerado templo. Madrid no oye la campana, pero la adivina, y en el acto, todos aquellos que guardan en su pecho la tradición de las verbenas, el aniversario de las romerías y el culto de las corridas de toros, van junto a la puerta de San Vicente e inmediaciones de la estación del Norte, a formar, en filas desiguales, el alegre tumulto, que, entre agualojeros, buñoleros, barquilleros, reposteros, avellaneros, naranjeros y tomadores, pasan la noche bostezando y cantando al son de guitarras, bandurrias y panderetas". En pocas líneas explica, con maestría, cómo se va preparando la celebración religiosa, como de diversos puntos de Madrid (que por entonces tendría en la Castellana, antigua carretera de Castilla, una de sus "fronteras", desde ambos lados del río, madrileños que acudían con entusiasmo a las diversas romerías y verbenas que por entonces se celebraban en Madrid (algunas hoy desaparecidas, como la Verbena de Santiago o la de la Virgen del Puerto). Parece, leyendo estas líneas, como si desde una ventana contemplásemos al capellán preparando la Misa de San Antonio, o a las gentes de aquel Madrid celebrando la verbena. Resulta interesante, a ojos de un historiador, ver el tipo de oficios que había alrededor de una verbena, algunos hoy ya desaparecidos. Aún se ven por Madrid algunos barquilleros, aunque han perdido algo del misterio que tenían cuando jugabas a tratar de conseguir dos barquillos y quizá te quedabas sólo con uno, o con ninguno. Hoy simplemente le dices cuantos barquillos quieres y te los vende.

Azulejo que reproduce la Verbena de San Antonio
Azulejo que reproduce la Verbena de San Antonio
El autor, en sus últimas líneas, se refiere más bien a la verbena en sí que a la celebración religiosa, nos cuenta cómo los madrileños de hace más de 150 años vivían este tipo de festividades: "Ríos de mosto en "sangría.... suelta", con limón y sin limón y con azúcar, pasa constantemente por las fauces sedientas de los devotos, que llegan algunas veces a emborracharse, y como la temperatura es, por lo común, tan sofocante que hace cantar a los grillos en los ribazos, y a las chicharras en los árboles de la Casa de Campo y en la Moncloa, la mayor parte de los verbenistas se quedan paseando o bailando para asistir a la primera misa de San Antonio, o bien, soñolientos y descoyuntados, dejan la tela, entre los horrores de una indigestión de masa frita, a la hora en que el mochuelo da su último gañido y la alondra de los trigos alza el vuelo para saludar al sol naciente". Quizá, querido lector, hayas acudido alguna vez a ver la Zarzuela de San Antonio de la Florida. Si es así, posiblemente leyendo estas líneas te hayan venido a la mente algunos de los momentos de dicha zarzuela. Ricardo Sepúlveda muestra, en pocas líneas, una fotografía de aquellas verbenas de San Antonio celebradas al calor de las noches de junio. En cierto modo, no tan diferente de las actuales, pues los verbenistas siguen acudiendo a tomar un vino con los amigos o a tomar algo de "fritanga" en los diversos puestos callejeros, aunque personalmente quien esto escribe sigue prefiriendo tomar un buen chocolate con churros (aunque sea junio, sí). Actualmente, además, hay algunas atracciones para niños, y no tan niños, además de actuaciones musicales (que supongo antiguamente también habría música, aunque fuera de organillo, dulzaina y chotis).

Concluye Ricardo Sepúlveda diciendo que "En este solemne instante (durante el amanecer) es cuando todos se retiran a dormir la mona a sus respectivos alojamientos, hasta que llega la noche y se repite el jaleo verbenil, con más calor si cabe que en la víspera. El ermitaño ha cuidado, durante las últimas horas de la noche, de renovar las flores, para que el aire que se respire en el Santuario tenga el perfume de la azucena, y mientras llega el capellán y empieza la fiesta, entona sotto voce este dulce cantar de Trueba: "Entre flores y ramas tienes tu ermita, Glorioso San Antonio De la Florida". De alguna forma nos trae varias postales antiguas. Por un lado aquellos que han trasnochado y se retiran a sus hogares, por otra parte el ermitaño cuidando el templo y el capellán preparando la Misa de San Antonio. Con maestría sabe unir los tres escenarios para que el lector pueda hacerse una única imagen y comprenda como se vivían por entonces estas verbenas madrileñas. Posteriormente pasa a describir la verbena de San juan Bautista, en el prado de la Toya, o Atocha.

Me ha parecido traer bajo la luz de este candil las palabras con las que glosa Sepúlveda el Madrid de su tiempo durante la festividad de San Antonio de la Florida, que como ya sabéis se celebra mañana aunque tiene su continuación, durante los días de verbenas, a lo largo de la próxima semana. Creo que además de conocer y celebrar nuestras tradiciones, especialmente las festividades religiosas, es bueno saber como se celebraban en el pasado, ya que nos ayuda a conocer nuestro folclore popular y ver que, en el fondo, no somos tan diferentes de nuestros antepasados. También es curioso, en el Madrid del siglo XXI, ver la actual Cuesta de San Vicente e imaginar a aquellos chulapos y chulapas bajando, unos caminando, otros en mulas y carros. Me gusta sentarme en el actual Madrid Río y pensar en aquel Madrid antiguo, en sus gentes, en las cosas que aquí ocurrieron en el pasado y en las personas que pisaron sus calles (entre ellas, mi Santo Patrón: San Francisco de Asís). En Wikipedia hay un buen artículo con más información sobre la Verbena de San Antonio de la Florida, os animo a leerlo, pues hay algunas tradiciones realmente curiosas, como la de los alfileres arrojados a la pila bautismal simulando las arras matrimoniales y la bendición de los panecillos que después los verbenistas guardan durante el año en la creencia de que, mediante el ahorro, serán bendecidos con bienes materiales. También algunos blogs dan más información sobre esta fiesta, por ejemplo este de Caminando por Madrid. Un blog muy bueno sobre curiosidades e historia de Madrid es Secretos de Madrid

Sin más, concluyo invitándoos a acudir mañana a la Eucaristía (habrá diversas horas de celebración durante la mañana) y a la procesión que tendrán lugar mañana en la ermita de San Antonio de la Florida. Se trata, decía Trueba, de "la primera verbena que Dios envía". Con ella, de alguna forma, el verano anuncia que ya está aquí. Según la web de la ermita y parroquia, Mañana día 13 hay misas+procesión+panecillos+veneración reliquia+ verbena+confesiones de 6:30 a 24:00. Las misas serán a las 7, 8, 9, 10, 11 de la mañana y a las 17, 18, 19, 20, 21 de la tarde. La Misa Mayor y Procesión de San Antonio será a las 12 de la mañana.

Termino recomendándoos que compréis el libro, especialmente si sois madrileños, os gustará. Habla de lugares con historia que hoy nos resulta complicado imaginar como eran antiguamente, por ejemplo la Red de San Luis o la Plaza de Santo Domingo, donde se encontraba el antiguo monasterio de Santo Domingo el Real, donde estuvo enterrado Pedro I de Castilla, llamado El Cruel o podremos conocer el por qué de nombres de calles como La Montera, El Bonetillo y ver lo que ocurrió con la Casa del Duende o en las Gradas de San Felipe (el mentidero mayor de la villa).
Para este artículo se han extraído fragmentos del capítulo "Las Verbenas" de Ricardo Sepúlveda en su obra Madrid Viejo, crónicas, avisos, costumbres, leyendas y descripciones de la villa y corte en los siglos pasados", pp. 38-41. Edición facsímil de 2008 editada por la Editorial Maxtor, de Valladolid.

martes, 3 de junio de 2014

El Cielo es Real, la historia de Colton Burpo

Colton Burpo y sus padres

En los próximos días se va a estrenar una película que narra una historia ocurrida en 2003, cuando Colton Burpo, un niño de Nebraska, contó a sus padres una serie de experiencias que tuvo cuando tenía 4 años. Se encontraba, a tan corta edad, en un quirófano ya que iba a ser operado de peritonitis. Debido a la gravedad de su estado, los médicos temían por su vida. Bajo los efectos de la anestesia, según relató a sus padres, vivió una experiencia que, aunque sorprendente, no es el único testimonio al respecto que se conoce. El pequeño Colton estuvo en el Cielo y fue eso lo que contó a Todd Burpo, su padre, un pastor metodista wesleyano (corriente poco dada a visiones y profecías) quien recopiló sus experiencias intentando ver si se ajustaban a lo que conocía de la Biblia.  Una de las primeras cosas que le contó fue "Papá, Jesús usó al doctor OŽHolleran para que le ayudara a repararme. Jesús además me dijo que debía ser bueno". 

Posteriormente, la periodista Lynn Vicent colaboró con Todd para publicar un libro con las experiencias de su hijo. Tan sólo en Estados Unidos se vendieron 8 millones de ejemplares. La película, estrenada con notable éxito en aquel país, está previsto que se estrene en España el 19 de junio.  Uno puede pensar que se trata de una película más o que es una historia bonita pero que no puede ser verdad. Sin embargo ¿Cual es la experiencia que tuvo el pequeño? Yo creo que se trata de una vivencia que muestra la realidad de lo que ocurre cuando abandonamos este mundo, prueba que realmente hay vida más allá de la muerte. Lo cual, creo, puede servir para dar esperanza a tantas personas que lo están pasando mal o por el temor a la muerte o porque se ha muerto un ser querido.  Por ello creo interesante mostrar, a la luz del candil, lo que vivió Colton.

El niño, como he contado, se encontraba en una operación de apendicitis con tan sólo cuatro años, entre la vida y la muerte. Fue entonces cuando estuvo en el Cielo, viviendo lo que se conoce como una experiencia cercana a la muerte. Sin embargo, no sería hasta 2003, durante un viaje familiar, cuando explicó que mientras se encontraba en el quirófano había recibido la visita de unos ángeles. Todd, su padre, aunque no daba crédito a lo que le contaba su hijo, lo animó a seguir. Según relató el niño, mientras lo operaban vio a sus padres, que se encontraban en la sala de espera, desconsolados, con temor a perderle. Posteriormente fue dando más detalles de su breve paso por el Cielo, donde entre otros conoció a su bisabuelo Pop, a quien no había podido conocer por llevar muerto más de treinta años. También conoció a una hermana, a quien su madre había perdido durante el segundo mes de embarazo, Colton lo relató así: "Me achuchaba, me besaba… Yo era pequeño y eso no me hacía gracia, pero bueno… Luego se lo conté a mi madre y se puso a llorar".

Pero no solo vio a familiares sino que, según cuenta el pequeño Colton, llegó a conocer a Jesucristo, quien "Tiene pelo castaño, barba larga, la tez un poco oscura y la mayor sonrisa que jamás he visto" y la sensación que hay en el Cielo "No es de furia, ni tampoco tristeza, solo sensación de felicidad".  También vio al Arcángel San Gabriel, a San Juan Bautista y a la Vírgen María, además de a una multitud de ángeles, relata: "Vi a Jesús, al Espíritu Santo, muchos ángeles… Y los ángeles me cantaban bonitas canciones”; Jesús es “alto, con barba, cabello castaño oscuro y ojos de un azul muy celeste. Su sonrisa es bellísima. Es muy bondadoso, amor puro. Y monta en un precioso caballo blanco”; los ángeles “se parecen a las personas, pero algo más grandes, con alas… Llevan mensajes de Jesús, protegen a las personas, ¡no paran…! El arcángel Gabriel es un bromista, hace reír a todos. Y el arcángel Miguel lleva una gran espada en llama". Además el Cielo es, según la experiencia que vivió Colton un lugar lleno de ángeles y de un gran arco iris, además hay muchos animales. Jesús está sentado a la derecha de Dios, tal como enseña la Biblia, y hay una sensación de inmensa paz.

El principal mensaje del libro, y de la película, es simple pero profundo: Cristo ama a los niños y siempre hay esperanza para quienes han perdido un ser querido. Creo que es importante  el testimonio de Colton Burpo, parecido al de tantas personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte pero a la vez con la diferencia de que se trata de alguien que tan era un niño cuando tuvo esa experiencia, por lo que probablemente cuente con mayor certeza lo que realmente vivió. La película, no obstante, no cuenta todo lo que dice el libro, por lo que para quien esté interesado en profundizar en esta historia quizá creo que es mejor que antes lea el libro.

En definitiva, el testimonio de Colton es una muestra más de que lo que decimos los creyentes, que con la muerte no se termina la vida, es verdad. Habrá quien, en su escepticismo recalcitrante, no se lo crea y dirá "será fruto de la anestesia" y cosas así. Pero claro, si el aborto espontáneo que padeció su madre ocurrió unos años antes del nacimiento de Colton y a este nunca le habían contado esta historia ¿Realmente la anestesia puede hacer algo así? o lo del bisabuelo Pop, a quien tampoco había conocido. Los necios seguirán negando que hay vida después de la muerte. Los que somos creyentes sabemos que si que hay vida tras la muerte. Cada vez hay más testimonios de personas que han tenido estas experiencias cercanas a la muerte, incluso por parte de los médicos y enfermeros que atendieron a estas personas. Creo que es algo positivo que las personas que han tenido estas experiencias cuenten su historia. Normalmente, quien ha tenido una experiencia de este tipo pierde el miedo a la vida (en realidad no tenemos miedo a la muerte, tenemos miedo a la vida) y tampoco teme morir. Sin embargo hay mucha gente que teme a la vida, que teme la muerte y testimonios como el de Colton pueden serles de gran ayuda. Sí, verdaderamente el Cielo es real. Yo he tenido alguna experiencia más o menos parecida (no tan fuerte) y puedo corroborarlo. Hay vida después de esta vida. Demos esperanza a nuestros amigos y familiares.