miércoles, 21 de enero de 2015

Enseñanza sobre "Hágase tu voluntad" (Renovación Carismática)

Dios es Padre y Creador de Cielo y Tierra
Dios es Padre y Creador de Cielo y Tierra
El pasado lunes 17 de noviembre dí una enseñanza en el grupo de oración de la Renovación Carismática Católica que se reúne a orar en Nuestra Señora de Fátima.  Estamos meditando las diferentes peticiones del Padrenuestro y, en esa ocasión, a mí me tocó hablar sobre aquella que reza "Hágase tú voluntad así en la Tierra como en el Cielo". Creo interesante compartirlo bajo la luz de este candil, pues siempre puede ayudar a alguien el leerlo.  Por ese motivo lo publico tal cual lo redacté de cara a realizar el esquema con el que hablé entonces:

Buenas tardes, queridos hermanos, hoy vamos a reflexionar sobre esa petición del Padrenuestro que reza “Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”.  Es probablemente uno de los más bellos del Padrenuestro. Sin embargo, es también uno de los más complicados de entender para quienes somos meros hijos de Dios.
Existen muchas formas de enfocar la cuestión de la voluntad divina. Me gustaría, en esta enseñanza, meditar sobre dos que considero fundamentales. Por un lado lo que significa que se haga la voluntad de Dios, por otro lado lo que esa voluntad significa en aquellos momentos que acaso no podemos entender, como una enfermedad, una catástrofe o la muerte de un ser querido.

Como ya nos han enseñado otros hermanos, Dios es creador, lo cual significa que nada existe si no es por voluntad divina, Para que algo exista hace falta que haya sido creado previamente. Por tanto, para que exista el Universo, nuestro planeta, nosotros, es necesario que haya actuado una Inteligencia Creadora, pues no somos fruto del azar, como algunos cientificistas pretenden que creamos, sino que  es necesaria la voluntad divina para que existamos. Podríamos no haber existido, podría haber ocurrido que mis padres no se hubieran conocido, no habría nacido yo. Pero era voluntad de Dios que se conocieran y pudiera, así, nacer yo. Una de las definiciones más hermosas que existen sobre Dios es la de que “es Amor”. Hemos sido creados por un Dios Padre al que se define con la palabra Amor, utilizada en su máxima potencia.

Además, Dios ha creado tanto lo que existe en el Cielo, realidades angélicas y demás, como todo lo que existe sobre la Tierra. Ha creado por puro amor, pues en realidad no le hacía falta que existiera la vida, pero Él ha querido que fuera así, pues nos ama desde la Eternidad y hasta las últimas consecuencias. Como nos ha creado por amor, le entristece cuando el hombre no cumple su voluntad, igual que el chico se entristece cuando la chica amada no le corresponde.
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El Hijo obedeció y se entregó por nosotros
Sólo comprendiendo esto, podemos darnos cuenta de cuanto nos ama, es un Dios fue capaz de entregar a su propio Hijo en la Cruz para salvar al hombre, que se encontraba herido por el pecado original. Comprendiendo esto podemos ver e
l verdadero significado del “Hágase tu voluntad”. Cuando decimos al Padre que se haga su voluntad estamos volcando toda nuestra vida en un Dios que ha pensado y nos ha amado desde toda la Eternidad, y lo hacemos con “infinita confianza, porque Tú eres mi Padre”, tal como rezaba el beato Charles de Focauld.  Nos enseña Jesucristo que nadie conoce el Padre sino al Hijo, que sólo se va al Padre por el Hijo. Al mismo tiempo nos dice que nos hagamos como niños para poder heredar el Reino ¿Por qué? Porque es fundamental a la hora de ser discípulo suyo el tener la confianza que tiene el niño para con su Padre. Decía El Principito que “lo esencial es invisible a los ojos, sólo se ve con el corazón” y yo me atrevería a añadir “con el corazón de un niño”, con la mirada confiada y obediente con que el niño mira al papá que le está enseñando.

Vivimos en una sociedad que nos lleva  al consumismo inmediato, a obtener las cosas de forma rápida, incluso cuando no son convenientes para nosotros, o haya que pisotear a otras personas para lograrlo. Quizá por ese motivo el “hágase tu voluntad, Padre” es lo más antimundano que exista. Núcleo fuerte de la espiritualidad carismática es la oración de alabanza pero También le pedimos cosas a Dios, ¿verdad?  Queremos encontrar un trabajo, que se cure un enfermo allegado, que ocurra tal acontecimiento que deseamos. Son deseos loables, evidentemente. El problema viene cuando pedimos algo a Dios sin contar con su voluntad. He conocido personas que dejaron de ser cristianos porque se murió un ser querido, porque enfermaron o por otras circunstancias tristes de la vida.  ¿Por qué ocurre? Creo que porque esas personas no han puesto a Dios Padre en el centro de su vida, o quizá querían que se hiciera la voluntad humana y no la divina. Dios es puro misterio para nosotros, su voluntad lo es, y esta podemos entenderla cuando, en circunstancias dolorosas, somos conscientes de que en realidad lo que tenemos no nos pertenece.
Dios es amor ¿Verdad? Vosotros ¿Qué soléis hacer con aquellos a quienes amáis? Les regaláis cosas ¿No? Pues eso ha hecho Dios con nosotros. Todo lo que tenemos nos lo ha regalado, por pura gracia, pero en realidad no nos pertenece. La familia, los amigos, la salud, el trabajo… son regalos que el Señor nos ha puesto en nuestra vida. Me encanta Job y su frase “El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, si aceptamos las cosas buenas que nos ha dado Dios ¿No vamos a aceptar lo malo?” si guardamos esto en nuestro interior, siguiendo el ejemplo de María Santísima, nos damos cuenta de que lo que tenemos es por pura gracia de Dios, es un regalo suyo y, por ello, no debemos enfadarnos con El cuando nos arrebate algo que apreciábamos, pues debemos aceptar que es su voluntad, aunque humanamente no lo comprendamos. No lo entendemos ahora, pero siempre Dios puede sacar un gran don de nuestro dolor. Aceptar la voluntad de Dios es, en resumidas cuentas, confiar plenamente en un Padre que es puro amor, abandonarnos totalmente a Él, sabiendo que nos ama, aunque nos pida renuncias y sacrificios.

Muchas veces he rezado a lo largo de mi vida por personas enfermas, algunas en estado de gravedad. La última ha sido Teresa Romero. Siempre lo he hecho diciendo “hágase tu voluntad”. Cuando rezaba por mi padre evidentemente quería con toda mi alma que se curase de su enfermedad. Pero hubiera sido egoísta exigirle a Dios su curación, pues mi padre fue un regalo que Él me hizo (y un grandísimo regalo, el mejor que me han hecho). Diciendo “Señor, te pido por mi padre, sánale si es tu voluntad” estoy diciendo “Señor, quiero a mi padre, quiero que se cure, pero hágase tu voluntad, pues a ti te pertenece”. Dios es amor, es Creador, nunca quiere el mal para nosotros. Si se lleva a un ser querido no es por hacernos la puñeta, sino porque necesitaba a esa persona a su lado. Además ¿No creemos que Dios es el creador del Cielo y la Tierra? ¿No creemos en la Resurrección? Entonces no debemos desesperarnos por la partida de un ser querido, sino saber que sigue viviendo en otra vida, inmortal, y pedir por su alma, para que descanse en paz.
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Sigamos el ejemplo de María para que se haga la voluntad del Padre en nuestra vida
Ocurre con frecuencia, en mi caso con demasiada, que pedimos a Dios cosas que siendo buenas, no nos convienen. Como sabéis, fui seminarista. Tras dejar el Seminario recuerdo que le pedía a Dios, casi le exigía, volver al Seminario. No volver al que estuve, sino a otro. Era como si le exigiera a Dios ser sacerdote. Me estaba apropiando de algo que en realidad no era mío. Esto me causó mucho dolor psicológico. Con el tiempo fui comprendiendo cosas. No era bueno que volviera al Seminario tan pronto. Es más, posiblemente mi vocación en realidad no era ser sacerdote y el obcecarme en algo que, aunque bueno en sí, no lo era tanto para mí, me estaba produciendo dolor. Comprendí que lo que debo hacer es abandonarme a Dios, a ese Dios que tiene un plan para mí desde el principio de la Creación y decirle “hágase tu voluntad en mi vida”.  Si el Señor me quiere sacerdote, me ordenaré, si el Señor me quiere casado, me casaré, si me quiere en un convento me haré fraile y si me quiere soltero predicando y ayudando a la Iglesia, pues así se hará. Quizá esa sea la auténtica sabiduría, el darme cuenta de que en mi vida, en nuestra vida, no debe imperar el “hágase mi voluntad”, pues ni tan siquiera la vida nos pertenece, sino que debe reinar el hágase tu voluntad, Padre”. Seamos conscientes, cuando rezamos el Padrenuestro, que diciendo “hágase tu voluntad” estamos reconociendo el Señorío del Padre en nuestras vidas, reconociendo que todo lo que tenemos no nos pertenece, sino que es un regalo de Dios, perdiendo además el miedo al futuro, pues sabemos que Dios tiene contado hasta el último de nuestros cabellos y debemos ponernos confiadamente en sus manos. Aunque el cumplimiento de la voluntad de Dios exige renuncias ya que al reconocer su Señorío nos debemos, por tanto, apartar de aquello que nos aleja de Él.

Enseñaba Santa Teresa de Jesús que “amar la voluntad propia antes que la de Dios nos carga de barro y plomo”. Tenemos que mirar por encima de nuestros conceptos humanos, por buenos que puedan parecer, y atender a la voluntad de Dios antes que a la nuestra. Es una acción que puede resultar dolorosa, enseñaba la Santa Doctora, pues supone “una purificación que aunque a veces haga llorar el alma nos deja completamente libres para Dios, ya que nos vacía de todo lo que no es Él para que Él nos pueda llenar completamente. Una persona totalmente entregada a la Voluntad de Dios no puede sino vivir en paz, uno de los frutos del Espíritu. Podrán venir momentos de tormenta pero si tenemos confianza en el “Amigo que nunca falla”, enseñaba, si nuestra voluntad es una con  la Suya ¿Qué podemos temer?” Nada te turbe, nada te espante, quien a Dios tiene, nada le falta, rezaba.
Pasemos al segundo punto. Si Dios es creador, es lógico pensar que tiene la potestad de crear, pero también la de destruir el mal y el sufrimiento. Entonces ¿es voluntad de Dios qué exista el mal? Evidentemente no. Sin embargo, a la hora de hechos trágicos se suele decir lo de “¿Dónde está Dios?  Cuando uno se hace esta pregunta sin buscar soluciones es porque no ha comprendido ese “Hágase tu voluntad”. Me explico. Dios es Todopoderoso, pero requiere de nuestra colaboración para que se cumpla su voluntad. Él tiene poder para acabar con el mal, para evitar desastres, pero si el ser humano no pone de su parte tampoco puede violentarnos, pues nos ha dado libre albedrío. Recuerdo el accidente de AVE en Santiago, 2013¿Dónde está Dios? Pues, para empezar, estaba en los vecinos de Angrois que fueron a ayudar. Allí se hizo la voluntad de Dios, pues esas buenas personas fueron colaboradores, quizá muchos sin saberlo, de la voluntad divina, rescatando a los heridos, yendo a donar sangre, etc.

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No seamos cómplices permitiendo que el mal crezca
Irak 2014, un grupo de fanáticos yihaidistas siembran el terror.  ¿Por qué no los aniquila Dios, de forma directa? Pues porque, probablemente, su voluntad esté en que se les haga frente desde la unión de las personas que somos más o menos buenas. Dios cuenta con nosotros para que se haga su voluntad. Nos ha creado libres, pero cuenta con nosotros. Enseñaba el Benemérito Papa Benedicto XVI que “la voluntad de Dios no es para el hombre una ley impuesta desde fuera, que lo obliga, sino la medida intrínseca de su naturaleza, una medida que está inscrita en él y lo hace imagen de Dios, y así criatura nueva”. Es decir, somos seres libres, pero hechos a imagen de Dios, colaboradores del Sumo Bien que es Dios. Pedir que se haga su voluntad es también querer entrar más en el misterio del amor de Dios, orientando la vida totalmente a Él, que es la bondad misma.

Siendo conscientes de esto, podemos comprender el alcance de la voluntad divina. Cuando rezamos “hágase tu voluntad” no sólo estamos diciendo “Señor, me pongo en tus manos” sino “cuenta conmigo”. Cuando en el Padrenuestro rezamos que se haga la voluntad del Padre estamos asumiendo de forma plena la misión que como hijos suyos tenemos, y lo hacemos hasta sus últimas consecuencias. El Padre San Pío de Pietrelcina exhortaba a que “toda tu vida se vaya gastando en la aceptación de la voluntad del Señor, en la oración, en el trabajo, en la humildad, en dar gracias al buen Dios”.

Hay que cumplir la voluntad de Dios en nuestras vidas, sí, pero ¿Cómo saber cual es su voluntad? La respuesta es fácil, decía San Pío, “la tenemos en la Sagrada Biblia y resumida en los diez mandamientos de la Ley dada a Moisés y los mandamientos de la Iglesia. Pero ¿Qué significa aceptar la voluntad de Dios en mi vida personal? Podemos decir que aceptar la voluntad de Dios es conocer y cumplir también las obligaciones que cada uno tiene en su relación con Dios, con la sociedad, con la familia, en el trabajo. Es también muchas veces negar nuestra propia voluntad, cediendo ante la voluntad del prójimo, que es un  hermano y no un enemigo.

Aceptar la voluntad de Dios supone escuchar la voz de nuestra conciencia, que nos invita a las buenas obras aunque nos cueste sacrificio y tengamos que vencer la pereza y la comodidad.  Aceptar la voluntad de Dios supone también aceptar con paciencia y espíritu de fe los acontecimientos de la vida, el día a día, con sus beneficios y pérdidas, con sus éxitos y fracasos, en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y en las penas sin dejarnos llevar por el pesimismo o la desesperación sino confiando siempre en la bondad y omnipotencia divinas, manteniendo la esperanza”.
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Oración de Jesús en Getsemaní: Hágase tu voluntad, Padre
El mejor ejemplo sobre el cumplimiento de la voluntad del Padre lo tenemos en Nuestro Señor Jesucristo, que nos enseña el deseo del hijo que ama a su padre cuando exclama “he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”, algo que se plasma en Getsemaní con ese “Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”, momento en el que Jesús experimentó el sufrimiento y la prueba que implicaba la aceptación de la voluntad del Padre.
El mismo Jesús nos enseñó que el Padrenuestro debe ser nuestra oración preferida y, quizá por ello, sabiendo nuestra debilidad y cobardía, incluyó esta petición de “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.

Como hemos visto, para comprender bien lo que significa rezar el “Hágase tu voluntad”, primero hemos de darnos cuenta de que Dios es Padre, nos ha creado no por azar sino por puro amor. Si somos creados por amor por tanto no podemos temer sino que debemos confiar en ese Padre. Cuando éramos pequeños y nuestro padre nos decía “hijo, esto se hace de tal forma” confiábamos en él. Con mayor motivo hemos de poner nuestra confianza en el Padre a la hora de elevar nuestras súplicas. Esa confianza, no obstante, no puede ser egoísta, sino que ha de ser una confianza hasta las últimas consecuencias, incluso aunque ocurra aquello que tememos. La vida no es algo que nos pertenezca. Nadie puede añadir años a su vida pues esta es algo que pertenece a Dios. El “Hágase tu voluntad” es un “Señor, me gustaría que sucediera tal cosa, pero me pongo en tus manos, pues ocurra lo que ocurra será bueno a tus ojos, aunque yo no lo comprenda”. Las cosas de Dios son puro misterio, no podemos llegar a comprenderlas todas, quizá en la otra vida lo hagamos. Por ese motivo, porque nada nos pertenece, estamos poniendo toda nuestra confianza en ÉL, pase lo que pase, pues de todo saca un bien.

Cuando murió mi padre sentí una gran pena, lógicamente, pero Dios sacó grandes bienes de mi. Fui venciendo complejos e inseguridades que siempre me habían acompañado, porque quería  que mi padre estuviera orgulloso de mí, sabía además que desde la otra vida seguía cuidándome. Aunque me gustaría que hubiera seguido viviendo, siento paz al comprender que era voluntad de Dios que viviera 65 años, una vida muy plena en todos los sentidos. Cuando estaba enfermo, sobre todo en los peores momentos, yo rezaba diciendo “Señor, quiero que se cure, pero hágase tu voluntad”. Nueve años después de su muerte he ido comprendiendo que la voluntad de Dios se hizo en mi padre, una persona que trabajó, que tuvo tres hijos y pudo conocer a la primera de sus tres nietos. Siete meses antes de su muerte vio conseguido su último sueño: vivir en un chalet. Sería fácil pensar “Qué poco le permitió Dios disfrutar de ello”. Pero, cuando uno comprende la voluntad de Dios, se da cuenta de que fue grande con mi padre hasta el último momento. En aquellos meses él, que se había criado en un pueblo, disfrutó de la vida en el campo pero, además, vivió de nuevo el gran misterio de la vida al conocer a su nieta. Aún recuerdo la cara de felicidad diciéndole a mi abuelo “Gerardo, que feliz estoy aquí”. Si, se cumplió la voluntad de Dios en mi padre hasta el último momento. Aunque humanamente pueda parecer que se fue demasiado pronto es preciso comprender que la voluntad de Dios era exactamente esa, porque era lo que Dios quería, de esa forma fue algo bueno.

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Cuando contemplo el Cielo y las estrellas que has creado...
Sí, hágase tu voluntad Señor, sea la que sea, pues tu eres grande, tú sabes por qué haces las cosas como las haces. Eso, queridos míos, debemos decir cuando rezamos. Mirad el cielo estrellado, la armonía con la que nosotros giramos en torno al sol mientras la luna gira alrededor nuestro. Cuando decimos “hágase tu voluntad” estamos mostrando que tenemos confianza. La confianza está unida a la virtud de la esperanza. Eso mostramos cuando decimos “hágase tu voluntad”, estamos poniendo nuestra esperanza en Aquel que es el único en el que podemos esperar.

También, como hemos visto, el “Hágase tu voluntad” es un ponerse al servicio de Dios, pues en muchos momentos requiere nuestra colaboración para que se haga su voluntad. Pongo un ejemplo. Tuve que repetir COU, el curso preuniversitario, por lo que esperé un año a poder hacer la Selectividad. Yo quería estudiar Historia, pero para ello antes debía superar esa prueba. Durante ese curso le pedía a Dios aprobar y poder ingresar en la Universidad. Así sucedió, tanto porque confié en que Dios me ayudaría como, sobre todo, porque puse mi trabajo al servicio del cumplimiento de su voluntad. Si me hubiera limitado a rezar, sin colaborar estudiando probablemente aún estaría tratando de aprobar aquellos exámenes. Soy un apóstol del Ora et Labora, reza y trabaja, reza y colabora para que pueda darse cumplimiento a la voluntad divina. Hágase tu voluntad, Señor, Creador de Cielo y Tierra, Eterna Sabiduría, Amor puro sin límites.

Quiero terminar con un texto de San Francisco en su Paráfrasis sobre el Padre Nuestro: “Hágase tu voluntad, como en el cielo, también en la Tierra: para que te amemos con todo el corazón (cf. Lc 10,27), pensando siempre en ti; con toda el alma, deseándote siempre a ti; con toda la mente, dirigiendo todas nuestras intenciones a ti, buscando en todo tu honor; y con todas nuestras fuerzas, empleando todas nuestras energías y los sentidos del alma y del cuerpo en servicio, no de otra cosa, sino del amor a ti; y para que amemos a nuestros prójimos como a nosotros mismos, atrayendo a todos, según podamos, a tu amor, alegrándonos de los bienes ajenos como de los nuestros y compadeciéndolos en los males y no ofendiendo a nadie”. Sea todo para mayor Gloria de Nuestro Señor Jesucristo y de Santa María, Madre de Dios.

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