lunes, 24 de abril de 2017

El misterio de las "Casas heridas".Mi experiencia personal

Advertencia: Este artículo no es apto para personas facilmente sugestionables. Algunas de las cosas que voy a relatar pueden impresionar de modo negativo al lector. Recomiendo encarecidamente que, si usted es sugestionable no lea el artículo.
Advierto también de que en este artículo doy mi opinión en base a experiencias vividas, a lo que he visto, escuchado y sentido desde que era un crío. También me baso en lo que he leído y escuchado a quienes saben de estos temas.  

La casa de Amityville
Llevaba tiempo queriendo escribir sobre este tema, pero fue hace dos semanas cuando por fin me decidí a hacerlo. En Cuarto Milenio realizaron un reportaje, con posterior debate, sobre casas que habían sido puestas a la venta y, a pesar de ser realmente buenas casas y estar ubicadas algunas de ellas en entornos envidiables, nadie quería comprarlas. Se trata de lugares donde han ocurrido hechos luctuosos, especialmente muertes violentas. Casas que, incluso, parece ser que habrían inducido al asesino a actuar. Entre otras, mencionaron el caso de aquella familia brasileña que fue asesinada en Pioz hace unos meses.

Todos coincidían en la mesa de debate al señalar que las casas donde ha ocurrido una tragedia quedan marcadas para siempre por el estigma. En Estados Unidos las inmobiliarias, por lo general, informan a los posibles compradores sobre el pasado de la casa en venta. No estoy seguro de si lo hacen todas las compañías y/o si es en todos los Estados. Pero, desde luego, se hace, y creo que es comprensible que alguien que está interesado en comprar una casa quiera saber si allí ha habido algún crimen o ha ocurrido algún hecho macabro. Aunque es cierto que hay gente capaz de comprar la casa de Amityville (que la hay) por puro morbo, mucha gente no querría dormir en una habitación donde tiempo atrás se cometió un asesinato. De hecho, no es la primera vez que alguien se muda a una casa y, tras un tiempo viviendo tranquilamente en ella, comienzan a suceder hechos extraños en la casa que, con el tiempo, pueden intensificarse de tal forma que esa familia termina yéndose aterrorizada de la casa. Por ello existe mucho debate, también en España, sobre si las inmobiliarias deberían informar acerca del pasado de las casas que ponen a la venta. Especialmente cuando se trata de edificios muy antiguos. Hace unos años el famoso locutor José Antonio Abellán tuvo que marcharse corriendo con su familia de un inmueble recién comprado ante la presencia de poltergeist en el viejo palacete de la calle Cañizares de Madrid.

En aquel debate Jaime Garrido utilizó un término que me llamó poderosamente la atención. Especialmente porque se trata de algo que he vivido en mis propias carnes y sobre lo que puedo dar fe. Llamó "casas heridas" a este tipo de edificios y dijo algo que a los escépticos y profanos tal vez les resulte extraño y les lleve a albergar prejuicios negativos. Concretamente afirmó que, o bien, en un edificio, en una casa, la energía puede ser más o menos positiva, con lo que la vida en ese lugar se hace confortable (esto tiene cierta relación con el feng shui)... o bien puede haber una energía negativa y densa que haga la vida imposible a quienes viven en ese lugar. En este segundo caso, además, la negatividad energética puede (y suele) ir acompañada por fenómenos extraños que incluso llegan a ser de carácter preternatural maligno. Como sucedió en Amityville, casa sobre la que los escépticos afirman, con desdén, que no ha vuelto a suceder nada paranormal allí. Bien, es cierto. Pero es que Jaime Garrido afirmó algo que arroja luz a este respecto. No solo se puede limpiar la suciedad "cotidiana" de la casa (polvo, manchas de pintura, barro...) sino que también es posible limpiar la negatividad energética. Yo, como cristiano, debo decir que personalmente recomiendo que esa "limpieza" la haga un sacerdote católico. Pues no solo es lo más efectivo, sino también lo más seguro. Pero bueno, es mi opinión fruto de mi paradigma vital y espiritual.

Jaime Garrido
 De lo que me gustaría hablar es de mi experiencia vital con respecto a las "casas heridas". Quienes me conocen personalmente saben que tengo mucha sensibilidad espiritual. Suelo percibir con facilidad la presencia de aquello que está "al otro lado de esta realidad". Es decir, siento la presencia de quienes una vez pisaron este mundo y ya no están con nosotros. Puede sonar extraño, y muchos no me creerán, pero quien ha vivido este tipo de experiencias sabe que se trata de algo real y no de una mera alucinación. De hecho, distingo perfectamente entre la mera sugestión y el fenómeno extraño. Cuando este se presenta en toda su realidad vives una experiencia totalmente diferente a lo que pasa por tu mente cuando te sugestionas debido a la inquietud que te puede venir en un momento dado.

Quiero comenzar con el caso que más me impresiona. Se trata de una casa situada en cierta urbanización del noroeste de Madrid. No digo la localidad ni el lugar por respeto a los actuales propietarios del chalet. Mis padres compraron aquella casa en otoño de 2004. La propietaria había perdido un año antes a su marido, que murió (eso si, en el hospital, no en la casa) tras padecer una larga y dura enfermedad. Vivimos en aquella casa desde finales de diciembre hasta agosto de 2005. Mi padre estaba especialmente ilusionado con vivir en un chalet. Había pasado toda su infancia entre Santoyo y Lebanza (pues estudió en el Seminario Menor que por entonces estaba allí). La casa de mis abuelos era de esas casas de pueblo que son enormes, con muchas habitaciones, cuadras, patios.... y cuando años atrás conoció el pueblo donde se encuentra aquella urbanización mi padre se enamoró del lugar. Recordaba su infancia y tenía ilusión por vivir en una casa grande, como cuando era pequeño. Si bien tenía en propiedad una parcela cerca de este chalet, no llegó a edificar nada en ella. Aunque me consta que no fue por falta de ganas.
En 2004 por fin pudo cumplir su sueño tras la compra de aquel chalet.

Se trataba de una casa edificada a principios de los años ochenta. Tenía tres pisos, un buen jardín y unas vistas espectaculares, todo hay que decirlo. Sin embargo, nunca llegó a gustarme aquel edificio. De entrada tenía un aspecto viejo, el color gris de su ladrillo visto me daba la sensación de que se trataba de un chalet anticuado, anclado en el pasado. Quizá en los ochenta era una casa bonita. En 2004 no. De hecho, en esa urbanización hay casas edificadas en esos años que son realmente bonitas. Otras, como esta que digo, son feas y parecen mucho mas viejas. Aunque ya digo, es mi opinión. 
Durante los primeros meses, entre diciembre y marzo, no noté nada realmente extraño salvo algunas noches donde "algo" tiraba de las sábanas, como si una mano invisible agarrase la sábana, la elevase a media altura y la dejase caer. Este tipo de fenómenos son bastantes comunes. Interpreté aquello como una especie de juego o broma "espiritual". 

Por la noche el Misterio enciende su candil
Entre marzo y mayo comenzaron a pasar algunas cosas raras que quizá tengan una explicación científica y racional, no lo niego. Pero tratándose de aquella casa son hechos cuanto menos curiosos. Además con el tiempo fueron como in crescendo. Aquello de que "alguien" tiraba de la sábana se convirtió en algo habitual. Hasta marzo había ocurrido de forma aislada, pero sin demasiada frecuencia. Sin embargo, desde entonces, y sobretodo ya en mayo, comenzó a ser cada vez más frecuente, ocurriendo todas las noches. A esto hay que añadirle que, en algunas ocasiones, recién acostado, sentía que "alguien" me soplaba en el lado derecho de la cama (había un armario, la ventana estaba a la izquierda, no podía ser debido a corrientes de aire). Cuando iba al cuarto de baño tenía la sensación de que no estaba solo allí, pues me sentía observado. Además, en el sótano estaba el garaje, donde yo dejaba la bicicleta. Junto al garaje había otra cocina, una habitación-salón y una especie de almacén que mi padre utilizó como bodega. Salvo este último lugar, que era muy húmedo y frío, el resto del sótano era seco y cálido. Sin embargo, recuerdo bajar a por la bicicleta y, al pasar por la habitación-salón, sentir que descendía bruscamente la temperatura. Se podría dar una posible explicación a esto suponiendo que tal vez aquel día hacía frío. Pero recuerdo que aquella primavera fue especialmente cálida y, además, en el resto de la casa justamente no hacía frío esa tarde. Además, como he dicho antes, la temperatura de la habitación-salón era idéntica a la que pudiera haber en, por ejemplo, mi habitación. 

En dicha habitación-salón había unos planos realizados por el anterior propietario. Eran planos del sistéma eléctrico de la casa, de las canalizaciones y también el propio plano del edificio. Fue en mayo cuando los vi por primera vez y lo cierto es que, al verlos, tuve una especie de mala vibración, como una certeza de que estábamos en el lugar equivocado. Aquella casa había sido construida por alguien que había puesto mucho empeño e ilusión en ese proyecto. Se trataba de una persona que se había ido quizá de forma prematura (aunque era mayor que mi padre) y, al menos eso es lo que pienso ahora, desde ese "otro lado de la realidad" nos veía como unos intrusos (si, algo parecido a lo de la película "Los Otros"). Es cierto que no había muerto en la casa, pero aquel hombre debía estar muy apegado a ella y "no quería marcharse". Es más, quería echarnos. O, al menos, tengo ese pensamiento.

Cabe decir que durante aquellos meses yo pasaba tardes enteras completamente solo en la casa, estudiando y realizando trabajos para la Universidad. En algunas ocasiones mis padres llegaban al chalet ya bien entrada la madrugada y yo no pasé en ningún momento miedo, ni tampoco estaba sugestionado. De hecho, hasta mayo no había tenido realmente motivo para ello pues los fenómenos que he relatado y acontecieron entre diciembre y mayo son cosas que he vivido a lo largo de mi vida en innumerables ocasiones y lugares, a veces incluso en sitios que me encantan y no me dan ningún tipo de miedo como es la propia casa de Santoyo (aunque debo admitir que ahí no dormiría solo. Pero si puedo estar en la casa en completa soledad durante el día, incluso por la noche, sin tener miedo ni sugestión). 

En el convento de Rapariegos algo había....
Desde mayo los fenómenos fueron in crescendo. Además de lo ya relatado, comencé a sentir que "alguien" me seguía por la casa. Especialmente en las escaleras. Entre mayo y julio también empecé a escuchar ruidos raros y lo que me parecían susurros y lamentos. Una noche me desperté sobresaltado al escuchar una carcajada proveniente de la terraza contigua a mi habitación. Encendí la luz, fui a la terraza y con la linterna eché una ojeada pensando que tal vez se había colado un gato. Allí no había nada. Pero noté algo extraño, como una densidad que flotaba en el ambiente. Pero había algo más. En la terraza, que era alargada, había dos mesas. Bueno, pues en la mesa del otro extremo vi que los objetos que había sobre la mesa daban estaban en una posición extraña. No recuerdo haberlos puesto así por la tarde. Parecía como si los hubiera movido alguien después. De hecho, a día de hoy estoy convencido de que no dejé aquella mesa de la forma en la que me la encontré después. Eran las cuatro o las cinco de la mañana cuando me desperté y me di cuenta de que alguien había movido aquellos objetos. Francamente, no creo que mis padres se hubieran levantado a cambiar de sitio unos folios, unos botes de bolígrafos y un pisapapeles. Al darme la vuelta para ir a la habitación tuve la sensación de que había alguien en ella. No fue el caso, pero reconozco que entré algo acongojado pensando ¿Qué narices me voy a encontrar ahora? Y, mientras tanto, en el ambiente seguía flotando la densidad de antes.



Otra noche sucedió algo realmente estremecedor. Me encontraba trabajando con el ordenador cuando escuché un estallido estrepitoso y algo que cayó y rodó por el suelo. Cuando me volví tenía un montón de cuentas de rosario rodando rápidamente por diferentes zonas de la habitación. Tenía un rosario que me había regalado una persona que en 2003 había ido a Cuatro Vientos a ver a San Juan Pablo II. Se trataba, por tanto, de un rosario bendecido por este Papa santo. Un rosario que estaba colgado de un gancho que tenía en la librería. Es cierto que estaba cerca de una lámpara ¿Quizá el calor de esta provocó el estallido? Puede ser pero ¿Por qué fue justo ese día y no unos días antes o unos días después? Aquel rosario había estado en ese mismo lugar durante varios días (no recuerdo cuantos) sin que sucediera nada, junto a esa misma lámpara. Y justo esa noche se rompió en pedazos.
Cabe decir que el chalet lo compraron mis padres, si no recuerdo mal en octubre. Tardamos un par de meses en ir para ponerlo apunto. Ya entonces hacía mas de un año que había muerto el propietario de la casa. Me pregunto si su fallecimiento, o al menos el agravamiento de la enfermedad, tuvo lugar precisamente en mayo de 2003, un año antes de lo del rosario.
El caso es que fue ya con la primavera avanzada cuando percibí que la atmósfera en la casa cobraba mayor densidad. Comencé a escuchar ruidos típicos de la fenomenología paranormal como "raps". Es decir, golpes secos y rápidos. Al mencionado "tirar de sábanas" se unió la sensación de que la cama se movía, como si "algo" la golpease". 
Además, entre mayo y julio comencé a sentir que "algo" me tocaba en determinadas ocasiones. En plan estar trabajando con el ordenador y sentir claramente una mano apoyándose en el hombro. O estar ya en la cama y notar que "alguien" rozaba con su mano mi mejilla. Pero no era un "rozar" cariñoso, sino algo en plan "estoy aquí, vigilando". 

A principios de julio se casó una prima mía. Llegué de la boda unos minutos antes que mis padres. Entré por el garaje, como había hecho tantas veces durante los meses previos. Nunca había tenido problema con la alarma. Hasta esta noche. Puse, como había hecho siempre, el código de seguridad. Pongamos "1234". No cabía duda. Pero nada, no funcionaba. Volví a marcarlo de nuevo, esta vez concentrándome para no equivocarme. Tampoco. Escuché varios sonidos que daban a entender que en cero coma (como decimos en Madrid) iba a saltar la alarma. Volví a marcar el código. Una vez más, aquello no marchaba. Me estaba poniendo cada vez más nervioso. Pero era plenamente consciente de lo que hacía. Estaba marcando bien el número. Pero, por algún motivo extraño, no funcionaba. De pronto saltó la alarma. Cuando llegaron mis padres, yo estaba histérico intentando apagarla. Ellos tampoco pudieron hacerlo. De hecho tuvieron que venir los técnicos y, en sus propias palabras, "aquello no era normal". La alarma funcionaba perfectamente, entonces ¿Por qué no había funcionado el código de seguridad anteriormente? ¿Un fallo electrónico? es posible pero ¿No es un poco raro? Con la perspectiva del tiempo transcurrido tengo la sensación de que fue una especie de aviso. 

La casa de las siete chimeneas

Pocos días después se graduaron en la Universidad unos amigos míos de Santoyo. Fuimos mi padre y yo a la graduación. El evento estuvo muy bien, fue emotivo y disfrutamos bastante. Sin embargo, esa noche hubo una tormenta muy fuerte. De esas tormentas que tienes la sensación de que un rayo va a partir la casa en dos. Por la noche estuve con el ordenador trabajando sintiendo una gran inquietud. Tenía la sensación de que me estaban observando y noté en varias ocasiones que "algo" tocaba mi hombro mientras me rozaba el pelo. Cuando me fui a dormir estaba bastante intranquilo. Pero otras veces me había acostado sintiendo inquietud y me había podido dormir más o menos rápido. Sin embargo, en esta ocasión, no fue así. A las dos y pico de la noche seguía despierto. Comencé a sentir algo extraño a mi izquierda (donde estaba la terraza). Miré en varias ocasiones y no vi nada raro, pero la sensación provocó que mi corazón palpitase cada vez más fuerte. Hasta que, finalmente, sucedió. Aún se me ponen los pelos de punta al recordar como esa sombra, más negra que la propia oscuridad, cruzaba la habitación desde la terraza y venía hacia mi. La sombra se acercaba con rápidez y tuve la certeza de que se iba a abalanzar sobre mi. Antes de que lo hiciera encendí la lámpara. Me levanté con el corazón agitado, sudando, casi temblando. Tuve que dejar la luz encendida para poder dormir aquella noche. 
Por cierto, la tormenta no paró en toda la madrugada. 

Tengo la sensación de que algo pronunciado inocentemente por mi padre pudo precipitar los acontecimientos. Ya en junio-julio mi padre se metía en la piscina. Yo nunca llegué a bañarme en ella porque me daba cierto "mal rollo". Alguno lo llamará sugestión, otros simplemente dirá que eran manías mías. La cuestión es que no llegué a meterme en ella, pues no me hacían gracia ni esa piscina ni la casa. Pero, por algún motivo, la piscina menos. El caso que mi padre si que se bañó mucho y, además, disfrutaba como un niño cuando se bañaba. Una tarde fue mi abuelo, como hacía a menudo, a ver a mis padres. Yo no estaba. Mi padre le dijo, emocionado, "Gerardo, Gerardo ¡Qué bien estoy aquí!". Puede sonar increíble. Puede sonar absurdo. Y estoy convencido de que es el más puro absurdo. Tal vez incluso sea una extraña y macabra coincidencia. Pero tengo la sensación de que estas palabras pudieron generar una situación de "envidia" en ese "algo" que había en la casa. Ojo, no digo que estuviera presente el espíritu del primer propietario. Y quiero decir bien claro que no estoy diciendo que fuera aquel difunto propietario el responsable de lo que ocurrió. Pero el sufrimiento que ese hombre había vivido durante su enfermedad, incluso el propio dolor experimentado por la viuda durante el año y pico que allí vivió (por cierto, en completa soledad), quizá habían generado cierta energía espiritual negativa (es cierto que a muchos de mis lectores el término "energía" no les gustará. Pero no hay otra forma de llamar a "eso". Y, quizá (y es teoría mía, no pretendo tener la verdad absoluta, ni mucho menos pretendo cargar de responsabilidad a nadie), esa felicidad de mi padre, al contrastar con el sentimiento de dolor vivido allí anteriormente, pudo generar cierta envidia en esa "energía" que había en la casa.
Es acojonante pensarlo (y me perdonarán la digresión), pero por lo que pasó pocos días después estoy convencido de ello.

Debo añadir antes que mi padre llevaba trece años enfermo. Tenía esclerodermia. Se trata de una enfermedad rara pero no necesariamente mortal en sí misma. Si bien es cierto que los órganos van desgastándose y perdiendo fuerza a marchas forzadas. Pero, principalmente, se trata de brotes no necesariamente mortales. De hecho, mi padre había superado unos años especialmente duros entre 1998 y 2002-2003 en los que, sinceramente, creíamos que "se iba". Sin embargo, a raíz de viajar a Alemania en 2002 (donde recibió tratamiento por parte de un médico alemán), había ido mejorando poco a poco. Incluso durante los siete meses que vivió en la casa se encontraba bien de salud. Es cierto que unos días antes se había caído al lado de la piscina (no podía ser en otro lugar), pegándose un buen mamporro. Pero también había organizado, dos días antes, una barbacoa donde disfrutó como un niño con matrimonios amigos y no dio señales de fatiga. Incluso el día anterior habían ido mis padres con mi abuelo a comer y al teatro. Es cierto que la anterior dueña de la casa le había visto en misa ese mismo domingo y después nos dijo que parecía fatigado. Pero a veces daba esa sensación. Muchas veces estaba fatigado, pero por los mencionados brotes, sin embargo seguía luchando.

Palacio de Linares

La cuestión es que el 18 de julio de 2005, tras haber cenado "mejor que nunca" (en palabras de mi madre) cruzó el umbral de la vida. Según dijo el médico fue un fallo multiorgánico fulminante. Se había sentado en su despacho y, nada mas coger el periódico para leerlo, se marchó. 

He reflexionado mucho sobre ello desde entonces. Lo más racional es pensar que el cuerpo de mi padre estaba muy debilitado debido a la enfermedad. Sus órganos vitales habían ido desgastándose durante año tras año. De hecho entre, más o menos, el año 2000 y 2004 mi padre dormía con una máquina de oxígeno. En 2004 como he dicho, comenzamos a vivir en aquella urbanización. Primero en unos apartoteles. Allí no usaba máquina de oxígeno para respirar mejor cuando dormía (quizá no lo necesitaba gracias a la pureza del aire que allí se respira, tal vez sus pulmones funcionaban mejor). Por ello, lo más racional es pensar que a las 23 horas del 18 de julio de 2005 sus órganos vitales dijesen "Hasta aquí hemos llegado". Pero, por lo que he leído y escuchado sobre parapsicobiofísica (nombre que el profesor Germán de Argumosa decía que era realmente el adecuado a la hora de hablar de parapsicología) soy consciente de que una casa "herida" (o "enferma") puede llegar incluso a provocar, indirectamente, la muerte de una persona con debilidad en sus órganos vitales. Suena absurdo, y quizá rocambolesco. Pero creo que aquellas cosas que había percibido desde marzo eran señales para que nos marchásemos de aquella casa. No quiero decir que fuera el difunto quien provocó la muerte. Pero es posible que la energía que se había creado en aquella casa durante la enfermedad de aquel primer propietario tuviera una gran influencia en lo que ocurrió. Si que tengo la certeza de que a "alguien" o "algo" no le gustaba un pelo ver a unos extraños siendo felices en aquella casa. Es como si a "alguien" o a "algo" le molestaba especialmente que "los otros" disfrutasen de algo que el primer propietario había creado y que ya no podía disfrutar. Es más, que su último año de vida no había disfrutado en absoluto por aquella enfermedad..

En septiembre mi madre y yo nos mudamos a los apartoteles antes mencionados. Donde estuvimos viviendo tres años, hasta que en 2008 nos cambiamos a nuestra actual casa, a veinte minutos en coche de allí. Entre 2005 y 2012, cuando se vendió aquel chalet, continuamos yendo para ver que todo estaba en orden (tema limpieza, tema que no entrase alguien a robar... cosas lógicas al no vivir nadie allí). En verano de 2006, o 2007 (no recuerdo el año) una de mis hermanas celebró una barbacoa en el chalet. Como había hecho anteriormente en varias ocasiones, incluso ese mismo verano. Pero en ese día concreto pasó algo extraño. A media tarde una amiga suya, que debía estar cansada, subió a la que había sido mi habitación a echarse la siesta. Para no revelar su nombre real la voy a llamar con uno ficticio. Pongamos que se llamase Nadine. El caso que al poco de echarse en la que había sido mi cama, escuchó claramente una voz que la llamaba "Nadine, Nadine, Nadine....". Ella preguntó en varias ocasiones creyendo que eran sus amigos. Pero salvo el "Nadine", no escuchó nada más. Bajó a donde estaban mi hermana y el resto de gente tomando algo y preguntó si alguien la había llamado. No solo nadie la había llamado sino que nadie había entrado a la casa para nada. La chica se estremeció de tal manera y tuvo tal miedo que, según me contaría después mi hermana, pasó el resto de la noche temblando y sentada en un rincón sin pronunciar palabra, con el rostro pálido. Nadine ni siquiera conocía la historia del primer propietario. Y creo que tampoco sabía que mi padre había fallecido en esa casa. 

Durante aquellos años fui completamente solo al chalet, además en varias ocasiones, Solía ir, especialmente, a recoger cosas que aún tenía allí, y a ver los álbumes de fotos (me encanta de vez en cuando ojear los álbumes de fotos. Además siempre me encuentro con alguna que nunca había visto hasta entonces). Desde que entraba al chalet, y hasta que me marchaba, escuchaba pasos, susurros, notaba la presencia de alguien que me observaba. Recuerdo especialmente un mediodía en el que, mientras observaba las fotos, escuché un ruido muy constante y fuerte. Era como si hubiera gente en una obra trabajando. Escuchaba claramente los martillazos, sonidos como de radiales, crujidos... y cabe decir que en ninguna de las casas cercanas había ningún tipo de obra (me aseguré de ello). También recuerdo lo que me sucedió en una ocasión al subir las escaleras con mi madre (que iba detrás mío). Alguien me tiró del jersey. No fue la típica sensación en la que tienes el jersey mal puesto, hay alguna arrugita y al moverte se te alisa. No, noté claramente que "alguien" me agarraba del jersey y tiraba hacia atrás. Además lo hacía como con fuerza. Le pregunté a mi madre si había sido ella y me juró y perjuró que no había hecho nada.
Casa de las Caras. No es "herida", pero si misteriosa
Por otra parte, esa casa tardó muchos años en venderse (siete) y no precisamente por falta de pretendientes. Incluso Juan Pardo fue a verla, y dijo que le gustaba. Sin embargo, todos los interesados se echaban atrás. Algunos incluso a punto de firmar la compra. Era como si percibieran algo que no les agradaba especialmente. Finalmente, en 2012 (un año muy especial para mí por diversas cosas, entre ellas porque vencí a la depresión) se vendió aquel chalet. No he vuelto a saber mucho de las personas que lo compraron. Si tengo noticia de que físicamente están bien (vamos, vivitos y coleando, y Dios les guarde durante muchos años). 

Durante los dos o tres años anteriores a venderse la casa hubo algo que se añadió a toda la fenomenología paranormal antes relatada. Cada vez me costaba más respirar cuando estaba dentro de aquella casa. Cuando llevaba un rato dentro tenía que salirme al jardín para poder respirar bien. Me faltaba el aire. De hecho en varias ocasiones estuve apunto de ahogarme. Sobretodo la última, a pocos días de vender el chalet, cuando practicamente tuve que salir corriendo de la casa porque me ahogaba. Además la angustia me duró durante bastante tiempo. Mucho rato después de habernos marchado aún me duraba.

Soy consciente de que lo relatado aquí puede resultar increíble. Seguramente muchos no me creerán. Otros me dirán las típicas palabras que he escuchado en muchas ocasiones: sugestión, imaginación, incluso paranoia. Habrá quien diga que estoy para ser encerrado en Ciempozuelos. También otros me dirán que lo que yo llamo energía tiene un tufillo New Age y tratarán de desacreditarme. De hecho, sé que mucha gente se encierra en prejuicios de este tipo para no creer estas cosas. Pero yo sé lo que he vivido, tanto en esta casa como en otros muchos fenómenos paranormales que me han ocurrido durante mi vida. Sé, además, que se tratan de cosas reales y no subjetivas. Cuando, por ejemplo, sueñas con Miguel Ángel Blanco en el mismo momento en que se produce su fallecimiento, sabes que se trata de algo real. Lo mismo ocurre cuando, años más tarde, sueñas con una buena amiga justo en el instante que fallecía.... en esas ocasiones eres plenamente consciente de que el mundo de lo espiritual existe. Cuando has sentido, como yo, a tu abuela ya fallecida (a la abuela que conocí) y experimentabas una auténtica sanación física y espiritual al acostarte enfermo en la cama que ella dormía en vida... sabes que estas cosas son reales. Y, además, totalmente serias. Lo mismo ocurre cuando un día averiguas donde se encuentra enterrada una persona solo por el mero hecho de que percibías su presencia... sabes que lo que te ocurre es completamente real, aunque muchos no se lo crean.

Cortijo de los Galindos. Donde "mataron a cinco"

Quiero finalizar este artículo sobre casas heridas contando varias experiencias personales que suponen un buen, e inquietante, colofón. No todas son en casas heridas, pero tienen algo que ver con el tema del que he escrito.

La primera ocurrió durante el periodo que estuve deprimido (2009-2012). Ya entonces me encontraba viviendo donde resido actualmente. Mi hermana, que vive en otro país, suele dormir en casa cuando viene a España. En alguna que otra ocasión dijo que percibía una sensación de mucha tristeza en la casa. Esto coincidiendo con los periodos en los que peor me encontraba anímicamente. Ella es atea, por lo cual no está especialmente abierta a creer en estas cosas. Aunque si que ha percibido a nuestro padre en varias ocasiones. La cuestión es que, aquellos días que venía a casa y yo estaba con la depresión, ella percibía una carga negativa en la casa, una sensación de mucha tristeza. Sin embargo, desde que salí de la depresión no ha vuelto a sentir algo así en mi actual casa. Estoy firmemente convencido de que nuestro estado psicológico influye en la energía (como yo la llamo) de la casa. Y creo que lo que voy a contar ahora lo demuestra en cierto modo.

La segunda ocurrió cuando murió nuestra tía de Santoyo. La buena mujer padeció esa maldita enfermedad que se está llevando a tanta gente, el cáncer. De hecho la pobre apenas vivió un año enferma, pues se lo descubrieron en diciembre de 2010 y un año después falleció. Creo que es importante decir que no falleció en la casa. La cuestión es que, tras el entierro, le pedí a mi tío entrar en su habitación, para dar un beso a la cruz que había regalado a mí tía (que también era mi madrina) años antes, tras venir de una peregrinación a Roma. Al entrar en la casa sentí una punzada de dolor que me atravesó todo el cuerpo. Era como si todo el dolor experimentado por mi tía en aquellos meses se hubiera acumulado en la casa. Fue un sentimiento muy angustioso que nunca he vuelto a experimentar allí (de hecho, hace poco entré y sentí una "energía" neutra, ni positiva ni negativa). Los parapsicologos utilizan el término impregnación. Creo que, en cierto modo, el dolor que sentí al entrar en la casa se debió a este fenómeno.

La tercera fue en una casa que tiene mi hermana en la sierra. Una casa que era de nuestros padres y que alquiló por dos veces. Los primeros inquilinos eran unos señores que trabajaban en la carretera y no dieron muchos problemas. De hecho, apenas iban a dormir, el resto del día estaban trabajando. Y los fines de semana se iban a su tierra. Pero los siguientes inquilinos fueron unos rumanos (caucásicos). El caso es que esta gente, cuando se marcharon, dejaron la casa destrozada. Muebles que habían comprado mis padres con toda la ilusión (como un columpio y una tumbona) estaban completamente destrozados, había múltiples arañazos en otros muebles, paredes descorchadas y despintadas... en fin, un desastre. Desde entonces he ido varias veces a esa casa. Pues la primera vez sentí también un fuerte dolor. Como si hubieran herido al "espíritu" (o a la carga energética) de esa casa. Como si la casa tuviera vida propia y me estuviera haciendo saber que la habían provocado fuertes heridas. Me dio la sensación de que la casa "lloraba" (es absurdo, lo sé). Siento que poco a poco ha ido recuperándose. De hecho esa energía negativa del principio ha pasado a ser neutra. Y supongo que cuando mi hermana la reforme la energía volverá a ser positiva, como cuando íbamos allí durante los veranos de nuestra infancia.

La cuarta no fue exactamente en una casa, era un convento del siglo XII. Actualmente sigue habiendo monjas. El caso es que allí viví la peor noche de mi vida. Lo cuento en este artículo. Cuando me levanté tenía moratones, el pómulo hinchado y rasguños por la cara. Se trata de un convento donde hubo varios incendios extraños hace unos siglos. Un tío mío puso una residencia de ancianos y sospecho que a "alguien" no le gustaba la idea. Especialmente porque mis primas y mi tía dormían en lo que había sido la sacristía. Y eso quizá molestaba a "alguien" o "algo". Y aquella noche yo dormí, o eso intenté, en lo que era la sacristía.Y, como tengo una sensibilidad especial a estas cosas, percibí lo que percibí, y salí de allí como salí.

La quinta fue realmente curiosa. Estaba en la casa de Santoyo cenando completamente solo. Ya lo he dicho antes. Esa casa no me da ningún miedo, ni tampoco siento ningún tipo de sugestión cuando estoy allí. Tiene dos pisos. Yo me encontraba abajo. Escuché una voz femenina llamándome. O, al menos, pronunció mi nombre. Fue algo simple, una palabra: ¡Víctor! estuve meditándolo un poco y llegué a la conclusión de que se trataba de la voz de mi abuela. Pero no la voz de una anciana, era como la voz de una mujer joven. Mi padre se llamaba como yo. Según la teoría de la impregnación, es posible que escuchase una voz pronunciada muchos años atrás por mi abuela llamando a mi padre cuando él era un niño.


En definitiva, se podría decir que las casas, los edificios, tienen cierta carga energética, y que nuestro estado anímico influye poderosamente en ella. También las sensaciones que transmitimos, nuestras emociones, las palabras que pronunciamos, pueden quedar impregnadas en el ambiente de esos lugares. Quizá la mezcla del dolor vivido por el primer propietario de aquel chalet, junto con el hecho de que hubiera gente nueva y extraña viviendo y siendo feliz allí, crearon cierta energía "negativa". Sí, la felicidad puede influir en esa carga energética. Pero, como la casa había sido construida por otra persona... y esta persona pasó su último año en medio de un fuerte sufrimiento... quién sabe si, como he especulado antes, algo en esa casa estaba disconforme con que estuviéramos viviendo allí. La carga energética puede ser negativa cuando uno de los habitantes padece una depresión. Puede volverse positiva cuando quienes viven allí son personas positivas, o se vuelven positivas. Puede reflejar el dolor vivido por una persona, como mi tía de Santoyo. Puede igualmente mostrar dolor cuando alguien no ha tratado bien a esa casa ni a lo que representa. Lo que se ha vivido en esa casa puede haber quedado impregnado en el ambiente y, por ello, a veces escuchamos voces o, incluso, vemos siluetas humanas. Y hay veces, como en Amityville que una familia entra ilusionada a una casa que acaba de adquirir y poco después se ve obligada a huir de allí ¿Fue algo similar lo que le pasó a mi familia?

Que cada uno saque sus propias conclusiones.


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