lunes, 10 de octubre de 2016

APAGÓN







Siempre con un respeto imponente, pero reconozco que dentro de ese respeto no le concedía apenas credibilidad a los fenómenos paranormales, a todo aquello que se escapa de la simple y más pura propiedad tangible. No se lo concedía hasta que me ocurrió el “episodio” que trataré de explicar ya con los retazos en la memoria que -de forma irremediable- quiebran el paso de los años. Desconozco si tal vivencia tiene el suficiente interés para un ya consagrado pero siempre renovado público de lo paranormal, incluso no estoy seguro que la experiencia sea en sí misma fenómeno anómalo alguno; mas sí tengo la convicción que -al menos hasta día de hoy- no le he sabido encontrar explicación alguna y que es tal mi respeto sincero y profundo hacia Víctor Caesar Bustillo, el autor de este más que interesante blog, así como la seguridad implícita de que contarlo puede nutrir de inquietudes y reflexiones a este humilde espacio, que a pesar del tiempo transcurrido me he impulsado definitivamente a la luz...o al abismo, es decir, a contarlo entre líneas.

Y el momento, experiencia, vivencia o sírvanse a su gusto el sinónimo que más plazca, ocurrió en un agradable y soleado mes de Agosto de 2013, por las mágicas tierras -y lo de mágicas no lo digo por aliñar sino por merecimiento histórico- de la provincia de Jaén. Mi eterno amigo Javier Tarifa me invitó, -como ya hiciera el año anterior- a pasar unos días en la casa propiedad de su madre, ubicada en el vasto y alargado municipio de Jódar. Y me invitó con una advertencia “En mi casa ocurren fenómenos paranormales...”, ya veremos pensaba yo en tono jocoso. Sí, eso eso, ya lo veremos unas líneas más adelante...

Entre bombas que estallaban en el paladar y que conformaban las siempre acompañantes y riquísimas tapas de la zona, disfrutábamos en las terrazas de los bares mientras formulábamos el planning sencillo y directo para visitar Bélmez de la Moraleda y su archi-famosa Casa de las Caras. Apenas veinte minutos separan ambas localidades, ocasión única pues para aprovechar y visitar un auténtico lugar de poder y enclave líder de la ciencia de lo inexplicable de nuestro tapete geográfico-histórico. Además de Javier, me acompañaban en aquel soleado día los padres, un tío materno y dos jovencísimos primos de mi amigo. Al llegar a la casa tras serpentear una pequeña cuesta que te ayuda a contemplar tan precioso pueblo, nos topamos con un pequeño y humilde cartel que indica los números de teléfono de Miguel y Diego Pereira, los dueños de la casa e hijos de María Gómez Cámara, la antigua dueña ya fallecida. Llamamos a Miguel “-Hola. Venimos de Barcelona para ver la casa de las Caras.” -”De Barcelona? (Su voz tan pueblerina como amable, deja un pequeño espacio para la emoción). Ahora
mismo voy para allí y os la enseño. En cinco minutos llego”. 

Miguel Pereira junto a "La Pava"

Y Miguel nos la enseñó, no toda la casa sino la pequeña estancia donde aparecen tan conocidos y enigmáticos rostros que, al fin y al cabo es lo interesante de la misma. La hora y pico dentro de esa estancia la recuerdo como uno de los momentos más apasionantes de mi aún corta vida. Miguel nos mostraba rostros clásicos como La Pava -la pionera de las caras que hizo acto de presencia a principios de la década de los 70 mientras María cocinaba-, rostros nuevos y emergentes, otros que parecían figuras de animales e incluso ayudándose de su teléfono móvil nos mostraba retazos de gestos y expresiones que a simple vista no se podían advertir entre una inesperada oratoria que me sorprendió y conmovió. Creo que hablo por todo el grupo si digo que al salir de aquél lugar de poder nos sentimos purificados. Recorrimos el tan hermoso pueblo deambulando con suavidad y con el rostro ocupado y liberado de emociones encontradas ante tan inexplicables caras.

Tras pasar toda la comida y buena parte del día en Bélmez, regresamos a Jódar. Salimos como siempre a disfrutar de sus incontables bares y tapas pero aquella noche nos recogimos razonablemente pronto para lo habitual en esas largas y tranquilas jornadas veraniegas. Sería aproximadamente la una de la mañana y el día me había cundido mucho más de lo esperado. Aquella noche Javier decidió sacarse el colchón y dormir afuera, para así poder taparse y disfrutar de ese viento nocturno impagable que se presenta en la provincia y en sus territorios adyacentes y que supone el mejor amigo para conciliar el sueño. Yo sin embargo estaba lo suficientemente cansado y sabía que iba a quedarme dormido pronto, muy pronto... Tras leer lo que pude, con unos ojos más generosos por combatir el cansancio que prestos a la lectura, decidí apagarlos (mis ojos) no sin antes apagar la bombilla que colgaba en el techo de la cama de mi ancha y vasta estancia.

Todo pasó en décimas de segundo y en latidos que bombearon sangre con espanto. Recuerdo decir -suelo hablar mucho para mí mismo- “Voy a apagar la luz”. Y la luz se apagó. Pero se apagó antes de apagarla yo. Se apagó con brusquedad y a los tres segundos se hizo de nuevo. La bombilla parecía retorcerse entre sus balanceos agresivos. Mi respiración hubiese sido capaz de despertar por  su volumen a toda la casa si no fuera porque cogí mi colchón y me puse a correr por la misma como nunca antes recuerdo correr. Bajaba los escalones de dos en dos hacia una planta baja en la que sentía continuamente la presencia de algo/alguien detrás mío. Una presencia incesante. Javier y sus padres, Rafael y Ramona, salieron a mi encuentro. “Daniel, qué ha pasado”. No recuerdo siquiera que les respondí al instante pero sí lo hice con el rostro absolutamente desencajado. ”La luz...La luz...”

"La Pava" y "El Pelao", las dos caras que fueron arrancadas del suelo
 
Claro está que por muy cansado que estuviera aquella noche me fue imposible dormir. A la mañana siguiente, durante el desayuno y devorando tan deliciosos jeringos del aceite inigualable jiennense, la madre de mi amigo me comentó que esa misma noche también había visto sombras y oído extraños sonidos y ruidos que parecían salir de la cocina. “¿Y pudo dormir sin problema.? ¿No le preocupa esto señora Ramona?”, “No”, me respondió. “Porque esto es nuestro pan de cada día”. Me explicó que en los más de cien años de esa casa, su propia madre ya veía todas las noches a su abuela difunta desde hace muchos años, que numerosos familiares y amigos que se habían quedado a dormir en la misma vivieron sin excepción experiencias similares y muy parecidas a la que yo mismo acababa de vivir. Mi amigo Javier se incorporó al desayuno y me apuntilló un “Te lo dije”, con el tono del que lleva ya mucha costumbre acumulada por ver invitados en su lar con el pulso tan acelerado como el mío. “¿Has visto el cuadro de la habitación de arriba en el que aparece el mítico muñeco Snoopy, con un montón de firmas de todos los que visitáis la casa?” Por supuesto recordaba ese cuadro. Firmar fue lo primero que hice al llegar al hospedarme en la habitación. “Pues entre las numerosas firmas que hay grabadas se encuentra la de un amigo de mi hermano mayor, que firma como Ita. Vivió algo parecido al apagón que has vivido pero corrió peor suerte. A la semana siguiente de firmar y estar aquí murió tras dar un mal paso y caerse al vacío mientras trabajaba de seguridad en el campo de fútbol de Sarrià donde jugaba el Espanyol.” Crujió como el sonido de un lamento mi jeringo en la boca. Nunca más volvimos a hablar del tema. Nunca más volví a encender a aquella luz. Un apagón que al fin hoy expongo, con la falsa seguridad que produce el paso de los años, pero, al fin y al cabo...un apagón desde el más allá que me hace tener fe en Bélmez, en Jódar, en la provincia entera de Jaén y en cualquier lugar de este país y mundo en el que lo paranormal encienda una bombilla. Se me hizo la luz.




miércoles, 5 de octubre de 2016

Crónica de un Cantar Hispano (La Leyenda del Stellarium Chronicorum) ya disponible en papel

Tras un año y tres meses escribiéndolo, y después de unos meses de intenso trabajo de corrección, "Crónica de un Cantar Hispano", mi primera novela histórica, ya es una completa realidad. Quiero antetodo dar las gracias a quienes han colaborado en este libro: gracias desde aquí a Rocío por su espléndida labor de correción, a Ricardo por la calidad de su trabajo de maquetación, y a Iván por las horas trabajadas diseñando diseñando portada, contraportada y canto. Desde hoy está disponible en Amazon tanto en formato papel como en eBook.



Todo comenzó en marzo de 2015 cuando, tras una conversación con mi amigo Iñaki, también escritor (y a quien agradezco enormemente sus grandes consejos) quien me dijo que "era una pena que gustándome escribir, y haciéndolo bien, no me decidiera a escribir un libro". Lo cierto es que eso hizo que me plantease en serio esa idea que, por otra parte, tenía en mente desde que hice el Masteren Historia y Ciencias de la Antigüedad de la UniversidadComplutense de Madrid. Fue entonces cuando me encontré con unos documentos que llamaron poderosamente mi atención: un libro de Fray Gregorio de Argaiz, quien hablaba de Santoyo, mi pueblo, como lugar donde había sido martirizado San Eutiquio en los albores de la cristiandad. Aunque, sin embargo, diez años después fue refutado por Pedro Fernández del Pulgar, canónigo de la catedral de Palencia.

Santoyo. Contraportada del libro

También por aquella época don Raúl Muelas (a quien mando un fuerte abrazo), sacerdote de la Diócesis de Palencia, me animó a escribir sobre mi querida tierra. Sin duda, llamar "la Bella Desconocida" a la catedral de la capital palentina es, en realidad, llamarselo a toda una provincia que no es demasiado conocida para tanta belleza artística como tiene, una tierra cuajada por un rico patrimonio, la región que yo en el libro llamo como "de los vacceos".

Como amigo que soy del Misterio, pienso que detrás de toda leyenda siempre hay una realidad. Por ello, pensando en la historia relatada por Fray Gregorio, decidí comenzar a escribir sobre Julia Alba, una joven cristiana nacida en Roma que vino a Hispania con la misión de enseñar el Evangelio. Pero, tomando la idea del escritor Javier Sierra en su libro "La pirámide inmortal", juego entre dos tiempos que se entrecruzan, pues también narro la historia de Nicolás, un investigador del siglo XX que se encuentra haciendo el Camino de Santiago. Nicolás, que está atravesando una dura depresión, a su llegada a Santoyo se encontrará con la historia de Julia Alba, comenzando entonces una apasionante investigación en compañía de Lara y Emmanuel.

En el libro trato de plasmar la lucha entre el bien y el mal, tanto en la época de Julia Alba como en la de Nicolás. La joven romana, por su parte, se encontrará con la oposición de Bruto y José, dos militares romanos a quienes no les hará ninguna gracia que Julia Alba llegue a sus tierras predicando el Evangelio (¡Encima una mujer! ¿Habrase visto tamaña osadía?, pensará José). Nicolás, por su parte, tendrá en Rafael a su "íntimo enemigo".  Pero "Crónica de un Cantar Hispano" es el primer libro de la saga "La Leyenda del Stellarium Chronicorum", y durante toda la saga planeará, además, la sombra de La Garduña y otras sociedades secretas que intentarán apoderarse del Stellarium Chronicorum, un libro escrito por un clérigo santoyano llamado Andrés Pérez, con el fin de destruirlo.

En definitiva, "Crónica de un Cantar Hispano" es el primer libro de varios que espero escribir dentro de esa saga de "La Leyenda del Stellarium Chronicorum". Pero es también el primer libro que he escrito en mi vida, lo cual reconozco me llena de satisfacción, pues escribir forma parte de mi Misión Personal. Tengo pensado escribir otros libros, tanto de novela como sobre otros temas, por ejemplo la motivación y el crecimiento personal o ensayos sobre diferentes categorías que me interesan. Os animo a que leáis "Crónica de un Cantar Hispano" y espero que os guste y lo difundáis, pues no solo es una novela histórica, sino también un libro que aborda los grandes temas de la vida humana y que, francamente así lo creo, puede hacer mucho bien a quienes lo lean.

lunes, 3 de octubre de 2016

La dictadura de lo políticamente correcto. Don Joaquín si es persona grata

Hace unos meses salió la noticia de que el grupo municipal de Izquierda Unida-Los Verdes en el Ayuntamiento de Getafe quiso declarar "persona non grata" a Don Joaquín, Obispo de la diócesis getafense. Todo ello por una carta firmada tanto por él como por Don José Rico Pavés, su obispo auxiliar, y por Juan Antonio Reig Plá, obispo de Alcalá de Henares. En dicha carta, los Obispos reflexionan sobre la citada Ley indicando que es "un ataque a la libertad religiosa y de conciencia; un ataque y censura al derecho de los padres a educar a sus hijos según sus propias creencias y convicciones; Y, un atentado a la libertad de expresión, de cátedra y a la labor de los científicos y profesionales..". Finalmente la propuesta de IU fue desestimada por el Ayuntamiento.

Monseñores Reig Plá, López de Andújar y Rico Pavés

Francamente, leyendo y releyendo la carta, no veo sino simplemente una preocupación por parte de los tres Obispos acerca de una Ley que, como vemos, coarta libertades personales y de conciencia. En los últimos días también ha salido la noticia de que el lobby gay pide la retirada del concierto económico al colegio San Juan Pablo II de Alcorcón por afirmar su director que la Ley promovida por Cristina Cifuentes y el mencionado lobby "es comparable al fanatismo terrorista". Abro paraguas para afirmar esto (haciendo mía la frase utilizada en cierto foro de Internet), pues, si bien yo no habría utilizado la palabra "terrorista", si pienso que hoy en día desde ciertos ámbitos de la sociedad hay corrientes ideológicas que pretenden imponer un pensamiento políticamente correcto. Actualmente, si no estás de acuerdo con la práctica homosexual ya eres un homófobo según los popes de dicho pensamiento políticamente correcto. Ojo, con práctica me refiero a las relaciones sexuales entre dos personas del mismo sexo. Pues, una cosa es que alguien viva su Atracción al Mismo Sexo (AMS) desde la castidad (que los hay), lo cual me parece encomiable en una sociedad tan hipersexualizada como la nuestra y, otra cosa es que haya quien pretenda imponer las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo como si fueran lo más normal del mundo y, encima, tilden de fascista a quien piensa diferente. Claro que Winston Churchill dijo aquello de que "Los fascistas del futuro se autodenominarán antifascistas", por ello no me extrañan los paralelismos entre los diferentes fanatismos que hoy en día tratan de asfixiar nuestra sociedad. Por ello, creo que el director del Colegio Juan Pablo II tiene toda la razón cuando dice que la citada Ley, y la ideología que está detrás de aquella, son una forma de fanatismo. Yo no tengo relación con el citado colegio, ni comparto su forma de entender la pedagogía. Pero hay cosas sobre las que es de justicia hablar alto y claro.

Siguiendo con Don Joaquín, y aprovechando esta cuestión del fanatismo, podemos recordar que, ya hace unos años, hubo un político del PP que trató de callar a mi apreciado Obispo. Concretamente Ignacio González, persona que, por cierto, fue imputada poco después debido al ático de Estepona. Aunque, quizá los extremos no sean tales cuando la persona que ha promovido dicha Ley es Cristina Cifuentes, Presidenta de la Comunidad de Madrid y también miembro del PP. Como recordarán ustedes, las críticas de González se debieron al tema Eurovegas, cuando don Joaquín dijo que "tras esa fachada atractiva tan solo se esconde la podredumbre", algo que nadie puede negar. Quienes apoyaban Eurovegas esgrimían el argumento de "va a traer dinero" mientras ocultaban la realidad de que iba a fomentar la ludopatía, la trata de mujeres y prostitución, el blanqueo de dinero, la droga y otros problemas sociales. Hay que ser muy fanático para no querer ver esta realidad. Sinceramente. Pero claro, tratándose de miembros de un partido político que ha tenido infinidad de casos de corrupción económica, no debiera extrañarnos que justifiquen o promuevan la corrupción del alma.

Ignacio González
Quienes conocemos a Don Joaquín sabemos que se trata de un obispo muy preocupado por la salud espiritual de sus feligreses. En sus cartas pastorales sabe transmitir la Verdad del Evangelio de forma sencilla pero profunda, con un mensaje que cala en el alma humana haciendo que se ensanche y que, quien lee los escritos de don Joaquín, aprenda y se forme correctamente. Como orador, además, creo sinceramente que es de los Obispos españoles que mejor sabe hablar y transmitir su mensaje. Se trata, además, de una persona que en el trato es afable y cercano, especialmente sensible a los más necesitados. Por ello, creo que esos políticos de IU-Getafe no conocen realmente a don Joaquín pues, en caso de conocerlo, no se les habría ocurrido la majadería de querer declararle "persona non grata". Aunque nunca se sabe, pues el extremismo conlleva una ceguera que provoca en el extremista la distorsión de la realidad. Y, si por ejemplo una persona a la que el extremista ha marcado como enemigo da limosna al pobre... el extremista aprovechará cualquier excusa para criticar a su enemigo. Pero quienes conocemos a Don Joaquín sabemos que sí es persona grata, y a la obra que ha desarrollado en la Diócesis de Getafe desde que tomó las riendas en 2004 me remito. Investiguen un poco y lo comprobarán. Pueden verlo en la propia web de la diócesis donde, por cierto, también pueden leer las cartas pastorales y algunas homilías de Don Joaquín.

En definitiva, podemos ver como políticos del PP e Izquierda Unida se unen para intentar acallar a un gran Obispo, a mi Obispo. Y eso, sinceramente, no puedo tolerarlo pues considero a Don Joaquín uno de los míos. Y quien persigue a uno de los míos se encontrará con una respuesta por mi parte. Por otra parte "son extraños compañeros de cama estos que hace la política" diría un profesor mío del colegio (hoy buen amigo).Pero no nos creamos que se trata de una casualidad el que coincidan en sus ataques a Don Joaquín. Hoy en día la clase política, española o no, ha sucumbido en su mayoría a la dictadura de lo políticamente correcto. Quizá para muchos esto sea pura "conspiranoia" sin sentido, pero lo cierto es que actualmente resulta difícil tener un pensamiento propio si no se tiene una personalidad fuerte. Se están cumpliendo, en gran parte, las profecías de George Orwell en su libro 1984. con la salvedad de que la hipersexualización de la sociedad es más cercana a Un Mundo Feliz de Aldous Leonard Huxley. Han inventado una "nuevalengua" y un "doblepiensa" según los cuales "un hombre no es un hombre sino todo lo contrario", tratando con ello de derrumbar verdades objetivas y evidentes por sí mismas tales como que el hombre es un hombre y la mujer es una mujer. Pero los del "Partido" (hablando en lenguaje orwelliano) pretenden hacernos creeer que hoy ya no existe esa frontera y uno puede ser hombre, mujer, gallina o árbol si le viene en gana. Y esto, sinceramente, me parece una aberración. No soy experto en ADN, nisiquiera soy científico, más bien humanista. Pero creo que, si ya en el embarazo, el médico puede determinar el sexo del bebé en base a una serie de características, es porque asegurar que ese bebé es ya un niño o una niña es algo evidente por sí mismo. Mientras que todo eso que llaman "identidad de género" y demás me parecen, sinceramente, una cuestión pseudocientífica que algún día será completamente desechada.

Cristina Cifuentes

Y. esto, señores, es lo que pretende Cristina Cifuentes que los niños estudien en el colegio. Quiere adoctrinarlos (en vez de formarlos, que es lo que se hace con los estudiantes) en las teorías de la ideología gay. Pero, no solo se conforma con ello sino que piensa castigar a los centros educativos que se nieguen a ello, obligando además a los padres a que sus hijos tengan que ir a asignaturas donde se promuevan ese tipo de ideologías. Como ya he dicho antes, y creo que he dejado clara mi postura, respeto que una persona con AMS pueda vivir en castidad su día a día. De hecho, considero que es lo correcto. Pero tampoco me voy a poner a criticar ni agredir a un homosexual que no lo haga, allá cada uno con su conciencia. Lo que no me parece correcto es que desde todos los ámbitos de la sociedad pretendan imponernos la homosexualidad como algo guay o "cool" y si no estás de acuerdo con esto te insulten y difamen. Como tampoco me parece correcto que a niños pequeños se les esté deformando sus conciencias enseñándoles cosas que, bajo mi punto de vista, están equivocadas, como la confusión de géneros (vamos, lo de que un hombre afirme que no es sino una mujer). Creo que cuando Jesús dijo aquello de "¡Ay de quienes hagan algo a uno de mis pequeños!" también se estaba refiriendo a esta cuestión.

Y, en definitiva, estoy completamente de acuerdo con la carta de Don Joaquín y sus hermanos en el episcopado. Como hijo de educadores, creo que un centro educativo debe poder tener libertad a la hora de desarrollar su ideario. Si un colegio no quiere promover la ideología gay en sus aulas debe tener todo el derecho del mundo a no hacerlo. Y ningún político puede imponérselo, por mucho que sea la Presidenta de la Comunidad de Madrid. Si un profesor no quiere dar asignaturas donde se promueva esa ideología tiene, igualmente, derecho a negarse. Y si unos padres quieren llevar a sus hijos a un colegio fiel al Magisterio y la Doctrina de la Iglesia pues tienen todo el derecho del mundo a hacerlo. Para eso son sus hijos y los educan como ellos quieren. Lo cual, creo, es lógico y nadie puede oponerse a ello (salvo, claro está, que fueran miembros de un grupo terrorista y quisieran que sus hijos lo fueran también, por ejemplo, pero no es el caso).

El ojo que vigila que nadie se salga de lo políticamente correcto
Concluyendo, pienso que debemos perder el miedo a ser políticamente incorrectos. Si bien es difícil nadar a contracorriente, creo sinceramente que es lo más satisfactorio. Dijo Jesús que "la Verdad os hará libres" y realmente es así. Quienes defienden la ideología gay o el aborto, en realidad no son libres. Son personas a las que las corrientes del pensamiento posmoderno han confundido haciéndoles creer que piensan por sí mismos cuando, en realidad, están siguiendo los dictados del Soros o Rockefeller de turno. Los seres humanos estamos dotados de raciocinio precisamente para que podamos descubrir la Verdad, y esta siempre está ligada a la Ley Universal. Heráclito ya hablaba de ella y, con palabras que suenan actuales, decía que muchas veces los hombres caen en confusión al crearse un "Logos" propio alejado de dicha Ley Universal. Esto es lo que ocurre con las ideologías de las que hoy estamos hablando. Por ello, reitero, debemos perder el miedo a ser políticamente incorrectos pues, siéndolo, estamos más cerca de la Verdad siempre, claro está, que lo hagamos según la Ley Universal y no según un "Logos" propio.


En colaboración con Infovaticana

viernes, 30 de septiembre de 2016

'Crónica de un cantar hispano', presentada en Madrid




Por Manu Serrano:

Cálida, emotiva y familiar. Así fue la presentación de la novela histórica 'Crónica de un cantar hispano' en Madrid, la tierra natal de su autor, Víctor César Bustillo. Junto a él, intervinieron en el acto su madre, María Victoria Méndez, y el historiador Marco Almansa.

La presentación de 'Crónica de un cantar hispano' tuvo lugar el jueves 14 de julio en la sede del Instituto Vox en Madrid, que, tal como señaló en más de una ocasión el escritor, nada tiene que ver con el partido político del mismo nombre. Aunque programado para las 19:30 horas, el inicio del acto se retrasó unos minutos en previsión de la llegada de todos aquellos que habían confirmado su asistencia. No en vano, fue una presentación entre familiares y amigos sobre todo, que agasajaron con su aprecio a Víctor César Bustillo por su esperada ópera prima. Flanqueando al autor en la mesa estuvieron dos de las personas clave en el nacimiento de la novela: su madre, María Victoria Méndez, y el historiador Marco Almansa.

La abuela de la critatura, es decir, la madre de Víctor César, fue la primera en intervenir. María Victoria Méndez habló con orgullo de su "hijo y colega", a quien le dio la alternativa "en este maravilloso oficio que es el arte de la escritura". Ante los presentes, le recordó que inicia la andadura en una vereda por la que transitaron grandes de la literatura española como Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Tirso de Molina, Zorrilla, Pérez Galdós, Juan Valera, Ruiz de Alarcón… Le aconsejó no olvidar que “un texto literario, un libro, es el fruto de una creación continua a través de una infinidad de lecturas distintas”. Sus últimas palabras sirvieron de recuerdo a los familiares del autor que ya no están, como su padre Víctor, su abuelo Gerardo o su tía y madrina Paulita: “Estoy segura de que desde donde se encuentran están apostando por ti, pidiendo que las musas te inspiren argumentos para otros futuros libros”.


La presentación continuó con una interesante aportación de Marco Almansa, que, como experto, explicó el contexto histórico de la época en la arranca la novela, en el año 68 después de Cristo. Se trataba de un momento convulso, pues “Roma se encontraba en la más completa anarquía” tras la muerte de Nerón. Precisamente este célebre emperador había originado “una de las más conocidas e implacables y quizá la más temprana persecución hacia los cristianos-judíos”, un hecho determinante para entender el devenir de los protagonistas de la novela.

Julia Alba y Nicolás “encarnan aspectos reales de la vida cotidiana, como miedos e incertidumbres”, señaló el autor de la novela, Víctor César Bustillo, al inicio de su intervención en referencia a los personajes principales de la misma. Están inspirados, según reconoció, en diferentes allegados. “Ambos salen de su área de confort para cumplir su misión haciendo frente a pruebas”. Estos desafíos de la huida hacia el destino van a mostrar al lector la “lucha entre bien y el mal”, y la “del ser humano contra sus y angustias”. Emerge también “la grandeza del héroe cotidiano que se crece ante la adversidad”. La verdadera libertad se presenta como la fidelidad a unos valores: “amistad y compañerismo, fe y esperanza, integridad y honestidad”.

Con todos estos ingredientes, 'Crónica de un cantar hispano' promete aventuras nada desdeñables de sus personajes en un marco histórico fidedigno, que alimentarán a su vez la curiosidad y la bondad de sus lectores. Ese sabor de boca dejó la presentación del libro a los asistentes. Y esto es solo el aperitivo de una saga, 'La Leyenda del Stellarium Chronicorum', que ha empezado su andadura con fuerza.


Crónica de un Cantar Hispano está disponible en formato eBook en Amazon, donde próximamente estará disponible en libro físico.

miércoles, 3 de agosto de 2016

Como ser cristiano con eficacia en el siglo XXI



Jesús te invita a seguirle, confía en Él

Introducción
 
En muchas ocasiones me he preguntado ¿Cómo ser mejor cristiano? Hubo un tiempo donde creía que como “ya me había convertido” era, por tanto, ya un buen cristiano. Sin embargo, hace unos meses me di cuenta de que estaba en un error.
Si bien es cierto que en 2005 viví un momento fuerte de conversión y, aunque soy cristiano desde pequeño e, incluso, tomé la Primera Comunión con 9 años, en abril me di cuenta de que no estaba viviendo mi fe con fidelidad, coherencia ni integridad. Realmente, esto es un error más común de lo que parece. En muchas ocasiones actuamos como si no fuéramos del todo conscientes de que Jesús es una persona viva, como si no supieramos que ser cristiano no es seguir una ideología o una filosofía sino que, tal y como dice Benedicto XVI, ser cristiano supone tener un encuentro con Jesucristo vivo y resucitado, un encuentro que transforma por completo nuestra vida. Dice “El Principito” que cuando el Misterio es demasiado impresionante resulta imposible desobedecer. Sin embargo, en muchas ocasiones, nos vemos incapaces de seguir a Jesús de verdad y,  por ello, no logramos dar un testimonio eficaz y coherente de vida cristiana.
Hace unos meses un buen amigo me dijo algo que me marcó profundamente: “Viti, no sirve de nada que digas que has cambiado si a los dos días te vemos cayendo en los mismos errores”. Que uno sea cristiano no garantiza el no caer jamás. Sino que, ser cristiano, consiste en levantarse cada vez que uno cae. Además, Dios nos perdona cada vez que, tras tropezar, le pedimos perdón y nos ayuda a levantarnos. Pero la conversión supone un camino que requiere de nuestro esfuerzo diario y constante, teniendo plena consciencia de ello para ir mejorando día a día. Es lo que también llamamos superación, crecimiento y mejora personal. Exactamente es lo mismo, solo que los cristianos sabemos que resulta más eficaz hacerlo de la mano de Jesús. 

Vive atento al momento presente

Existe hoy mucha confusión sobre el término romano “Carpe Diem”. La gente suele traducirlo como “Vive el momento” y normalmente lo utiliza para vivir de modo hedonista, egoista e, incluso, de forma irresponsable. Sin embargo, la correcta traducción es: Aprovecha el momento. Por mucho que hayas vivido hasta ahora (es decir, hasta el momento en el que estás leyendo estas líneas) y por mucho que puedas seguir viviendo en el futuro (vivas más o menos años) el único momento que realmente te pertenece es este. Si bien nuestro pasado influye en mayor o menor medida en nosotros, aquello ya pasó. Es decir, lo que has aprendido puedes utilizarlo aquí y ahora para labrar un futuro. Pero lo que no puede ser es que tu pasado te lastre. Me he encontrado con personas que estaban amargadas, casi con mentalidad de anciano siendo jóvenes, como derrotados, porque “en el pasado me ocurrió esto y lo otro”. Y, si bien uno puede tener en el alma heridas que aún sangran debido a acontecimientos del pasado, es de lógica pensar que dichas heridas deben ser sanadas para que no se produzca una gangrena espiritual que nos impida avanzar e, incluso, que nos mate espiritual y mentalmente. Si eres creyente, sabes que nada es imposible para Dios y que Él con su Amor y Misericordia todo lo sana. Incluso aunque tu pasado sea un pasado lleno de pecado por tu parte. Dicen que “todo santo tiene un pasado y todo pecador tiene un futuro”. Si no eres creyente, sabes que los psicólogos también recomiendan sanar esas heridas y hay métodos y terapias para hacerlo. Yo padecí una dura depresión durante varios años, un dolor interno que no me permitía avanzar, un sentimiento que lastraba mi vida cristiana. Solo cuando dejé que Dios actuase en mi vida y lo sanase, solo cuando con su ayuda puse los medios necesarios para sanar y me dejé ayudar por las personas que puso en mi camino, solo en ese momento superé la depresión. Pues para Dios nada es imposible. Por otra parte, ya lo dijo Él: “Quien echa mano del arado y mira para atrás no es digno del Reino de los Cielos”.
Con el futuro y nuestros temores ocurre lo mismo. Podemos caer en un miedo al futuro, en un temor a que en los años venideros no nos vaya bien, creyendo que vamos a fracasar… Sin embargo, esto solo revela desconfianza en Dios, en un Dios que es Padre, un Dios que a través del Hijo nos ha salvado y que con su Espíritu Santo nos ayuda en nuestro caminar. Y, nuevamente, ya dijo Jesús: “¿Por qué os agobiáis con el mañana? A cada día le basta su afán”.
Por tanto, querido lector, Dios nos invita a vivir el momento presente si de verdad queremos ser buenos cristianos, nos invita a estar atentos al aquí y ahora, al momento que nos está regalando, con confianza, siendo responsables y proactivos en nuestra vida. Pero, para ello, tenemos que estar atentos a ese momento presente. San Francisco de Asís cuando cuidaba a los leprosos no estaba amargado por su pasado de lujos y superficialidad, ni tampoco atemorizado pensando en el mañana. Sino que trabajó en el día a día labrando su santidad. De hecho, el Poverello había dado todo lo que tenía para seguir a Jesús y vivió un cristianismo fiel y proactivo.
San Francisco, un gran modelo proactivo y cristiano
Cristianismo proactivo

Para ser cristianos proactivos existen dos puntos fuertes que debemos tener presentes en nuestras vidas: cambiar el paradigma y ser fieles a unos principios.
Como ya he dicho antes, cuando uno se encuentra con Jesús, cuando uno descubre su Misterio, el cual es tan fuerte que resulta imposible desobedecerle, se produce un cambio radical en nuestra vida, un cambio que llega a la raíz de nuestra alma. Como ha dicho el Papa en Cracovia, no sirve para mucho pensar en un tiempo antes y después de Jesús si esto no se hace concreto en nosotros. No vale encontrarse con Jesús para seguir teniendo mal carácter o para seguir cayendo en los mismos vicios. Uno no puede vivir eficazmente la fe cristiana si no lo hace bajo el paradigma de la caridad, viendo en los demás no a enemigos sino a hermanos que tienen una dignidad como seres humanos creados por Dios. Decía el emperador Marco Aurelio que es antinatural denigrar a otro ser humano pues estamos hechos de la misma naturaleza, con un cuerpo y un alma en cierto modo similares. Y, realmente, así es. Por tanto resulta fundamental cambiar el paradigma. Debemos comprender que vemos el mundo no como realmente es, sino con los condicionantes que cargamos en nuestra mochila (nuestro pasado, la educación que hemos recibido, las ideologías o formas de pensar…). En el momento que optamos por seguir a Jesús debemos ver el mundo no con esos condicionantes sino con la novedad del Evangelio. Es decir, hemos de ver el mundo, ver a los demás y relacionarnos con ellos tal y como lo hizo Jesús: amando a Dios sobre todas las cosas, amando a nuestro prójimo como a nosotros mismos, honrando a nuestros padres, respetando la vida, viviendo una vida casta y honrada… cuando realmente somos cristianos, cuando pasamos del Evangelio a la vida y de la vida al Evangelio es cuando ese paradigma ha cambiado y los condicionantes previos han sido subyugados por el paradigma novedoso que nos enseñó y testimonió con sus obras y su entrega total al Padre, por puro amor a los hombres, Jesús de Nazaret.
No nos daña lo que los demás puedan hacernos sino nuestra forma de actuar en esas situaciones. No nos hace impuros lo que viene de fuera, sino lo que nace de nuestros afectos desordenados. Por ello debemos ser conscientes de esto si realmente queremos ser buenos cristianos. Podemos caer en el error de enemistarnos con quienes tienen otros criterios, o de sentirnos permanentemente ofendidos por el comportamiento de otras personas. Pero eso ocurre realmente cuando no seguimos fielmente a Jesús, que es manso y humilde de corazón. Si Él fue capaz de aguantar todo lo que aguantó en el Calvario ¿No vas a ser capaz de hacerlo tú? ¿Es acaso mejor el aprendiz que su Maestro? Por ello digo que no nos hace impuros lo que viene de fuera, sino lo que emerge de nuestro interior. Tema que, por otra parte, nos enseña Jesús en la Biblia. Por ese motivo los cristianos podemos comer carne de cerdo, algo que  judíos y musulmanes no hacen por considerarlo impuros. Sin embargo, si que podemos caer en la impureza cuando nos dejamos llevar por los afectos desordenados: envidias, rencores… por desgracia he visto esos comportamientos, y yo mismo he caído en ellos en alguna ocasión. Son comportamientos que nos llevan a ser tremendamente ineficaces como cristianos, convirtiéndonos en esa sal desalada o esa miel y siendo incapaces de aportar algo beneficioso a los demás algo que, nos impide evangelizar por mucho que lo intentemos. Cuando, por egoísmos y manías particulares, provocamos que alguien abandone nuestra parroquia ya que nos negamos a acogerle, estamos siendo ineficaces como cristianos. Cuando rechazamos a otra persona porque piensa diferente y le apartamos de nuestra vida, estamos siendo ineficaces. Y esto, creedme, será uno de los temas que caerán cuando Jesús nos examine una vez hayamos partido de este mundo. Por tanto, querido lector, vivir la fe de un modo eficaz resulta crucial para poder ser santos, para poder realizar de modo eficaz nuestra misión personal como cristianos. Si no lo hacemos así, por mucho que podamos anunciar a Jesús, serán palabras que caerán en saco roto. Pero, si sabemos ser cristianos eficaces, plantaremos una semilla en el alma de los demás que Dios hará germinar antes o después. Aunque, no basta con hablar o testimoniar con el ejemplo, sino que también tenemos el deber de orar por los demás.

La importancia de los principios y la responsabilidad

Debemos ser conscientes de que para mejorar como cristianos y como personas tenemos que cambiar “de dentro hacia afuera. Es decir, con un trabajo interno que provoque un cambio en nuestro comportamiento externo. Es difícil que uno pueda amar a su prójimo si internamente no decide amarle y si no trabaja por hacerlo. San Francisco de Asís antes de ayudar a los leprosos tuvo que hacer ese trabajo interno, con la ayuda y Gracia de Dios, para poder ser capaz de acercarse a uno de ellos, pues sentía un fuerte rechazo hacia estas personas. Cuando se vio preparado, y con la ayuda divina, se acercó a uno de ellos y le besó. Desde ese momento cuidó de ellos. Su paradigma había cambiado totalmente, comenzó a vivir su cristianismo de forma proactiva, fuertemente anclado en los principios Pero antes, como diría Ángel Lafuente “se lo había currado” con un trabajo previo e interno. Dicen que hay dos creaciones: la que proyectamos en nuestra imaginación (por ejemplo antes de decorar una casa, cuando pensamos en cómo va a estar decorada) y la que hacemos efectiva al decorarla (Es decir, cuando, tras comprar los objetos necesarios, decoramos la casa de la forma que previamente habiamos imaginado). Pues eso es lo que hizo San Francisco de Asís. Trabajó mentalmente antes de lanzarse a ayudar a los leprosos. Así es nuestra vida como cristianos y personas, así es el cambio que debemos hacer si deseamos mejorar: de adentro hacia afuera.
Existe una brújula infalible para poder vivir la fe de un modo eficaz: ser fiel a principios como la honestidad, la rectitud, el sentido de la justicia, la integridad, la dignidad humana, la actitud de servicio, nuestro potencial (la capacidad que tenemos de crecer y desarrollarnos), la paciencia y la educación… son “directrices para la conducta humana que tienen un valor duradero y permanente, indiscutibles porque son evidentes por sí mismos” (Stephen R. Covey). Habrá momentos de nuestra vida en los que quizá dudemos como actuar, momentos en que tal vez sintamos una turbación espiritual que no nos permita vivir la fe de un modo pleno. Es en esos momentos cuando estos principios aparecerán como una brújula o como un faros, siendo la guía de nuestra alma. Si sabemos que debemos vivir una fe honesta y recta siendo justos e íntegro y, si entendemos que todos tenemos una dignidad humana que debe ser respetada... si tenemos una actitud de servicio a los demás... si somos pacientes y educados y tenemos conciencia de que podemos mejorar… es muy difícil que nuestra vida humana y/o cristiana se estanque. Es más, me atrevería a decir que es imposible que eso ocurra por mucho que podamos llegar a tener alguna duda de fe ya que los principios emergerán como los cimientos que sostendrán nuestra alma en la flaqueza.
Pero, además de vivir bajo unos principios, debemos hacerlo con responsabilidad. Aunque seamos animales, Dios nos dotó de razón y nos dio una libertad que llamamos libre albedrío. Pero ese libre albedrío no es una libertad para hacer “lo que me da la gana” ni para ser esclavos de nuestros sentimientos (Siento y miento. Así me lo definió Monseñor Zornoza en su momento). Sino que el libre albedrío supone la capacidad interior que nos permite elegir entre dos posibles formas de actuar en cada momento de nuestra vida. De ahí la importancia de ser conscientes del momento presente. Tal vez caminamos por la calle y una persona nos pisa. Es posible que ni siquiera nos pida perdón. En ese momento debemos ser conscientes de que tenemos esa libertad interior y dos opciones: A) me cabreo y esto va a tener consecuencias para mí, pues voy a estar con resquemor por culpa de ese maleducado; B) me lo tomo con humor pensando “al menos no me ha pisado el otro pie” y perdonándole (algo que si soy cristiano tengo el deber de hacer), lo cual contribuirá a que mi alma esté en paz. Bien, pues la responsabilidad consiste, precisamente, en la habilidad que tenemos para responder en cada momento y circunstancia de nuestra vida. Una persona responsable optará por la opción B. De ese modo estará siendo proactiva, continuará creciendo como persona y como cristiano, siendo pacífico y manso. Una persona irresponsable optará, incluso siendo inconsciente de que toma esa decisión (es decir, actuando siendo esclavo de su sentimiento, de su siento y miento)... bueno, pues esa persona "reactiva" optará por la opción A, lo cual desde luego no le ayudará a crecer, por ello seguirá comportándose como alguien poco pacífico y nada manso. Humanamente quizá resulte difícil entender esto, motivo por el cual termino este apartado recordando algo que hace tiempo me enseñó una persona: “En cada momento de tu vida plantéate ¿Cómo actuaría Jesús? Eso te ayudará a ser mejor cristiano”.


Él es el Buen Pastor. Déjate guiar por su Misericordia

Dios actúa en lo concreto y la sencillez

Recordaba el Papa Francisco en la JMJ de Cracovia que Dios se encarnó en un pequeño niño que nació en Belén hace dos mil años. Podría haberse manifestado, decía, con poder y gloria, derribando los poderes temporales y aniquilando la maldad de este mundo con un simple golpe de viento (bueno, esto último es aportación mía). Sin embargo, sanó nuestra naturaleza participando de ella en todo, salvo en el pecado. Y lo hizo a través de una joven, la Virgen María, una mujer que se fio de Él y dejó que Dios obrase en ella. Decía el Papa que "el joven es inconformista, el joven es alguien que cree que es posible cambiar el mundo". Por ello, enseñaba,"cuando el joven conoce a Jesús y decide seguirlo de verdad es capaz de hacer grandes cosas". El Señor, decía el Santo Padre, “no mantiene las distancias sino que es cercano y concreto, está en medio de nosotros y cuida de nosotros sin decidir por nosotros”. Es decir, Dios respeta nuestra libertad interior pero, como nuestra alma está hecha para Él, tenemos que ser sencillos y humildes, dejándonos hacer por Él dándonos a los demás, cancelando distancias, viviendo en la pequeñez, transmitiendo el Evangelio de la manera más coherente y que produce mayor fruto: por irradiación de vida”. 
Es decir, también el Papa nos anima a ser cristianos proactivos, siendo positivos, transmitiendo vida a los demás. He visto a personas que, diciendo ser cristianas, durante la JMJ estaban más pendientes de aspectos externos (si el Papa lleva o no lleva tal prenda, si en tal Adoración tocaban determinado tipo de música o no, si una cruz en concreto era de no se qué forma...) en vez de escuchar lo que el Santo Padre nos enseñaba, en vez de alegrarse al ver tantos jóvenes vivir la fe en común. He estado en dos JMJ: Colonia 2005 y Madrid 2011. Una como peregrino, la otra como voluntario. Y puedo decir que realmente es impresionante la sensación de estar rodeado de personas a las que, aunque no las conoces personalmente, sientes como hermanas. Y esto sucede porque lo que aviva nuestra fe es, precisamente, compartirla. Si yo me encuentro con Jesús pero me lo guardo para mí, difícilmente esa semilla podrá fructificar. Si la comparto con mis hermanos, lo cual supone vivirla en comunidad pues la Iglesia es una asamblea, una comunidad, mi fe crecerá y se ensanchará. Si, además, doy testimonio de mi fe a personas que no conocen a Jesús, y doy un testimonio vivo de vida cristiana coherente e íntegra, mi fe se fortalecerá. Sin embargo, si vivo la fe tan solo para acusar a los demás de ser “tal o cual”, o para criticar que la Iglesia o el Papa “hacen o no hacen esto y/o lo otro”, esa fe no crecerá, no dará fruto. Por tanto, será una fe muerta, totalmente estéril e inservible. Por otra parte, el mismo Jesús nos enseñó que no debemos juzgar a los demás, ya que eso corresponde a Dios. Un sacerdote amigo mío dio una homilía espectacular hace unos años. Nos dijo que cuando acusamos estamos señalando a otra persona, apuntándola, nuestra mano toma la forma de una pistola. Pero, mientras un dedo apunta a esa persona, otro dedo nos está apuntando a nosotros. Es decir, te acuso “de”, me acuso “de”. Cuando criticamos algo de los demás, realmente nos estamos criticando a nosotros mismos. Pero, además, en ese gesto hay tres deditos juntos y escondidos. Son tres dedos que simbolizan la Santísima Trinidad y simbolizan también que, en realidad y efectivamente, tan sólo Dios tiene la plena potestad de juzgar pues Él conoce bien el corazón de cada ser humano.
El Papa Francisco, además, nos enseñaba que cuando se cometen fallos lo importante es pedir perdón a Jesús, para volver a estar pendientes de él como María, la hermana de Marta y de Lázaro de Betania. Como dije antes, no es tan importante no caer sino que, en realidad, lo importante y vital para nosotros es saber levantarse cuando caemos. Evidentemente, cuando uno peca tiene que tener propósito de enmienda y pedir perdón al Señor. Ese propósito de enmienda supone la intención firme de no caer en ese pecado, o en esos pecados. Pero lo importante es levantarse cuando se cae. Como dice el Papa, Jesús está siempre ahí esperándonos, con la mano tendida para ayudarnos a levantarnos. Dios no es alguien terrible que está esperando la menor ocasión para lanzar un rayo sobre nosotros y destruirnos. No quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva. Dios es ese Padre amoroso de la parábola que esperaba la vuelta del hijo pródigo. Tenía esperanza en que ese hijo volvería y, cuando volvió, le perdonó colmándole de besos y abrazos. Pues así es Dios en nuestra vida. Cada vez que caemos espera pacientemente nuestra vuelta a casa y, cuando volvemos a Él, nos tiende la mano para perdonarnos y ayudarnos a comenzar de nuevo. 

Conclusión: Comencemos hermanos

Cuentan que, durante cada día de su vida, San Francisco de Asís decía a sus compañeros esta frase, comencemos hermanos. Los frailes, al principio, le miraban extrañados. Finalmente comprendieron lo que el Poverello quería decirles. Nuestra conversión no llega a ser perfecta. Nuestra vida cristiana no llega a ser plena en esta vida, pues Dios hace todas las cosas nuevas y cada día que nos regala es una nueva oportunidad para seguir mejorando y creciendo como personas y como cristianos.
Personalmente me ha costado, como dije al principio, ser consciente de esto. Suelo decir que, aunque soy madridista, me considero discípulo de la filosofía del “Cholo” Simeone: partido a partido, jornada a jornada… cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo de nuestra vida es un regalo que el Señor nos hace, es pura gracia, puro don de Dios, es una nueva oportunidad para ser cada día un poquito más santos. Esto lo lograremos si confiamos plenamente en Él, en su Misericordia, si avanzamos cada día un poquito más, si cada vez que tropezamos nos levantamos con su ayuda, si cuando retrocedemos un paso avanzamos dos. Por eso es vital vivir nuestra fe, nuestra vida, centrados en el momento presente. Solo siendo conscientes del momento presente podremos obrar cumpliendo la voluntad de Dios. Solo atendiendo el aquí y ahora que Dios nos regala en cada momento de nuestra existencia, podemos pulir nuestros defectos y potenciar nuestras virtudes. Solo siendo conscientes de que el momento presente es el único que te pertenece puedes comenzar a ser cristiano de verdad. Y comenzar a ser cristiano de verdad no es una decisión definitiva. Es decir, no se trata de algo que se decide en un momento concreto de nuestra vida y después nos olvidamos de ello. Sino que comenzar a ser cristiano de verdad debe ser nuestro deseo cuando nos levantamos cada mañana. Te invito, por ello, a que cada vez que te despiertes digas “Señor, comienzo a ser cristiano de verdad, ayúdame”. O, si no eres creyente, “comienzo a ser mejor, a crecer, a mejorar” tomando con ello conciencia de cómo has de vivir esa nueva jornada.
Un último consejo. Para cambiar, para mejorar, para ser mejor persona y/o cristiano no te centres tanto en el “tener” como en el “ser”. Es decir, no digas “tengo que mejorar” sino “quiero mejorar”. Lo segundo es mucho más profundo y tiene mayor sentido que lo primero, pues es un deseo noble que nace de lo más íntimo de tu alma.
Y recuerda: se proactivo, no reactivo. Paz y Bien.


miércoles, 6 de julio de 2016

AMAR, LA MEJOR MEDICINA CONTRA LA DEPRESIÓN

Venid a mí los que estéis cansados y agobiados (Evangelio segúnSan Mateo: 11,28)

Comparto este texto escrito hace unos meses por un amigo mío. Creo que es realmente iluminador y motivador:

En el mundo en el que vivimos, en el que reinan las prisas, el ajetreo, las numerosas preocupaciones, en el que se priorizan aspectos más superficiales (como el dinero, el hedonismo y el placer, la reputación profesional, el poder, los bienes materiales) frente a otros más profundos (como son la caridad y el amor, la amistad, la solidaridad, el compañerismo, la empatía, etc), no son pocos los casos de personas que padecen depresión.


Muchas veces nos dejamos llevar por la rutina, muchas veces hemos llegado a perder el sentido a muchas cosas que hacemos. Ya casi no tenemos tiempo, o no buscamos tiempo, para pararnos a pensar: ¿Qué sentido tiene esto que estoy haciendo?

Parece que hemos perdido el norte. Hemos perdido el verdadero sentido de nuestra vida, o simplemente, hemos preferido únicamente las aspiraciones terrenas: conseguir un buen puesto de trabajo (más que hacer bien nuestro trabajo, estemos donde estemos), ganar mucho dinero, encontrar a una mujer atractiva/hombre atractivo, comprar una o más casas, uno o más coches. Los hombres y mujeres de estos tiempos hemos perdido el rumbo y lo hemos fijado sobre nosotros mismos, con lo cual hemos caminado y caminamos errantes, como un barco sin dirección, a la deriva, dando vueltas sobre nosotros mismos.

Y lo más grave: hemos dejado de amarnos los unos a los otros. Y más serio aún: hemos expulsado a Aquél que da sentido a toda nuestra vida, con sus sufrimientos y sus alegrías, con sus momentos de paz y sus momentos de turbación; hemos expulsado a Dios de nuestras vidas. Algunos todavía creemos en Él, en Dios Padre, en Su Hijo Jesucristo y en el Espíritu Santo, pero nuestro trato con Dios es, muchas veces, superficial, o insuficiente. Otros, al expulsar a Dios de sus vidas, lo han sustituido por otros dioses terrenos como el dinero, el poder, el placer o el prestigio (pues el hombre no puede vivir sin Dios, y si expulsa al Dios Verdadero, al final acaba por ponerse otros falsos dioses, aquéllos que, según el Salmo 16(15), no satisfacen al hombre, “Los dioses y señores de la tierra no me satisfacen”).

Y no es casualidad que cuando expulsamos a Dios de nuestras vidas, como todo Amor Verdadero procede de Él, el hombre deja de amar. O acaba amando cada vez menos, y de forma más desordenada. Deja de amar auténticamente a las personas y acaba amando más a las cosas y a sus pasiones (un amor que no es verdadero, pues las personas hemos sido creadas para ser amadas, mientras que las cosas han sido creadas para ser utilizadas, aunque, por desgracia, hoy día sucede al revés), se hace esclavo de ellas. ¿Cómo es que, por ejemplo, ya “no está de moda que un matrimonio perdure hasta que la muerte de uno o ambos cónyuges los separe”? Parece algo anticuado, de otra época, ahora parece que lo que se lleva es casarse (o ya ni siquiera eso, sino simplemente vivir juntos) hasta que “la llama del amor se apague” o “ella se fije en otro hombre o él se fije en otra mujer”. Ya no hay amor verdadero, con compromiso de por vida, tan sólo un encaprichamiento que busca satisfacer las pasiones inmediatamente y que no busca realmente darse al otro, sino usar del otro para sacar placer, o algún otro beneficio, pero no para buscar hacer feliz al otro. Sin la Presencia de Dios, el auténtico amor no está presente y los hombres vamos poco a poco dejando de amarnos. Sustituimos nuestro amor a Dios y al prójimo como a nosotros mismos por un amor desmedido a las cosas, por una esclavitud de nuestras pasiones, caprichos y vicios, y nos hacemos insensibles a las verdaderas necesidades materiales y espirituales de nuestros hermanos.


Vivimos en una realidad interdependiente ¡Ayudémonos!


Las necesidades materiales de los demás son más fáciles de ver: techo, alimento, vestido, salud, empleo, etc. Pero las necesidades espirituales (tanto las nuestras como las de los demás) no lo son tanto, sobre todo si hemos estado alejados de Dios mucho tiempo, y son incluso más importantes que las corporales. Esto sólo lo podremos entender si buscamos a Dios con sincero corazón. No en balde, el Primer Mandamiento de la Ley de Dios es “Amarás a Dios sobre todas las cosas” o, dicho de forma un poco más desarrollada, “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Dt 6, 4-5). Y muchas veces nos cuesta entenderlo y vivirlo (es más, sin duda, éste es tal vez el Mandamiento que más nos cuesta vivir de todos); El Señor puso este Mandamiento en primer lugar pues el hombre ha sido creado por Él, por amor y, aunque muchas veces el hombre no se da cuenta de ello, su corazón busca ardientemente a Dios. Lo que sucede es que, muchas veces, los hombres y mujeres entendemos los Mandamientos como una “lista de obligaciones y prohibiciones”, e incluso, de forma más errada aún, como “una privación de nuestra libertad”, porque “no nos deja hacer lo que nos apetezca”, y ese “lo que nos apetezca” resulta que no siempre es lo que más nos conviene, es decir, que no nos va a dar la felicidad , puesto que al final suele ser “me apetece dejarme llevar por mis pasiones y satisfacer mis deseos carnales y mundanos (no sólo lujuria, sino también gula, avaricia y, el peor de todos los pecados capitales, la soberbia)” o “es que no me apetece ir a trabajar, me quedo en la cama (pereza) y me invento cualquier excusa (mentir) para contarle a mi jefe que no puedo ir al trabajo”. Pero, al final, nos damos cuenta de que esas pasiones que parece que nos dan más libertad, en el fondo nos esclavizan más y, por el contrario, los Mandamientos de la Ley de Dios nos ayudan a ser más libres, pues todo lo que procede de Dios es la Verdad, y Jesús dijo: La Verdad os hará libres (Jn 8, 32).

Cuando el hombre toma conciencia verdadera de que su fin último es encontrarse cara a cara con Dios, y pone todos los medios para ello, ya por fin ha recuperado el norte, el rumbo de su vida, ya deja de ser como un barco a la deriva. Podrá enfrentarse a tempestades, vendavales, fuertes oleajes, etc, pero si permanece en el Amor de Dios, llegará a su destino. Pero si el hombre ha perdido el rumbo, tarde o temprano perderá el sentido a esta vida, y caerá en esa pandemia psicológica y espiritual que afecta a buena parte de la población mundial: la depresión.

La depresión es, por tanto, una de las consecuencias del pecado, es decir, de apartarse de Dios, de expulsar a Dios de nuestras vidas y de sustituirLe por otros dioses de plástico, dioses totalmente efímeros y falsos: el dinero, el poder, el placer, el honor, el prestigio, etc (y no olvidemos que el demonio se sirve de todos ellos para que el hombre se deje llevar de forma desordenada por poseerlos cada vez más y para que, con ello, llegue a cometer cada vez más abominaciones, pues lo que pretende el diablo es conseguir apartar al hombre de Dios). 

Por tanto, sin descuidar ni despreciar la psicoterapia ni los tratamientos médicos, la verdadera cura contra la depresión consiste en volver a aceptar en nuestra vida a Dios. Él siempre nos espera con los brazos abiertos, como el Padre de la Parábola del Hijo Pródigo (Lc 15, 11-32) a su hijo menor extraviado. Aceptemos también a la Santísima Madre de Dios, la Virgen María, Ella es Nuestra Madre y nos ama con amor de madre, y no deja de rogar a Dios por todos y cada uno de nosotros.

Pero no nos guardemos para nosotros mismos todos los bienes que hayamos recibido de Dios, sino comuniquémoslos a los demás: los buenos frutos, compartidos, siempre darán más y mejores frutos, mientras que si nos los guardamos para nosotros mismos, acabarán pudriéndose. ¿Acaso los empleados que recibieron cinco o dos talentos no trabajaron a fin de que sus talentos produjeran más talentos, más frutos? Seamos como los empleados fieles y cumplidores de esa Parábola de los Talentos (Mt 25, 14-30), y no como el empleado holgazán, que tuvo miedo, enterró el talento y se desentendió. ¿Y cómo podremos hacer que fructifiquen? Pues primero, con la Oración y los Sacramentos (Confesión frecuente y Eucaristía, por lo menos dominical y cualquier otra fiesta de precepto, y mejor si además puede ser diaria) y, una vez recibamos ahí el Amor de Dios, podremos transmitirlo mediante la caridad a los demás, cada uno con los talentos que del Señor hemos recibido (hay multitud de ocasiones para transmitir dicho amor, por ejemplo en casa, en nuestro ambiente de colegio, universidad, academia o trabajo, cuando nos vamos a tomar unas cervezas con los amigos, cuando nos vamos de excursión con ellos, en el deporte, o también en los ambientes parroquiales, en las convivencias, en los campamentos, etc).

El enemigo quiere hacerte caer. Pero Dios está a tu lado para ayudarte
 Y otra cosa muy importante: no pasemos demasiado tiempo en soledad (aquí, que cada uno discierna si la soledad le ayuda a encontrarse más con El Señor o, por el contrario, le predispone más al pesimismo y la depresión; algunos momentos de soledad pueden ser buenos para encontrarse con El Señor y conocerse más a uno mismo, pero una soledad muy prolongada, puede no ser muy buena). El enemigo nos ataca más fácilmente cuando estamos solos (otra cosa es que, como acabamos de comentar, podamos necesitar momentos de soledad para estar con El Señor y con nosotros mismos). Y si sentimos que algo nos perturba la paz, aparte de contárselo al Señor, contémoslo a alguien en quien confiemos: nuestros padres, hermanos, amigos, algún sacerdote, director espiritual, etc.

Todo esto es, sin duda, la mejor medicina contra la depresión: primero, reconocerse necesitado por Dios y saberse amado por Él; segundo, corresponder a Su Amor (Dios nos ha amado mucho antes de habernos formado en el vientre materno, desde toda la Eternidad, y para amarLe, debemos primero sentirnos amados por Él) y tercero, transmitir ese Amor a los demás e invitarles a que ellos también se encuentren con El Señor. Y esto debemos practicarlo durante toda la vida.

¿Acaso una planta no necesita que la abonemos, que la reguemos, que la podemos y que le dé la luz del sol? Una planta requiere de todo nuestro cuidado y, si la descuidamos, probablemente se seque, se pudra o se la coman los insectos, las alimañas y las malas hierbas. Nuestra alma es como una planta: necesitamos alimentarla del Amor de Dios y para ello, necesitamos frecuentar nuestra amistad con Jesús en la Reconciliación y la Eucaristía, así como en la Oración, para luego transmitir el Amor recibido a los demás hermanos (que es como los frutos que da esa planta, pensemos, por ejemplo, en un árbol frutal o en una hortaliza, quienes hayan cultivado alguna vez un huerto lo entenderán mejor). Y no olvidemos, además, que toda obra de caridad que practiquemos con cada hermano, la estaremos practicando con Cristo Mismo (Mt 25, 34-40).

Por tanto, si estás leyendo esto, si padeces algún tipo de depresión, si has perdido el sentido a tu vida, pero en el fondo sientes en tu corazón que deseas volver a encontrarte con Dios (aunque sientas que las pasiones te dominen, no te preocupes, El Señor conoce todas nuestras debilidades), ¡no tardes, no esperes a mañana! ÁbreLe a puerta y Él entrará a cenar contigo (Ap 3,20). Busca a algún sacerdote y habla con él; si es un buen sacerdote, no se lo contará absolutamente a nadie y te dará buenos consejos.


Y, finalmente, en este Año de la Misericordia, es una buena ocasión practicar las Obras de Misericordia Corporales y Espirituales:

Obras de misericordia corporales:

1) Visitar a los enfermos
2) Dar de comer al hambriento
3) Dar de beber al sediento
4) Dar posada al peregrino
5) Vestir al desnudo
6) Visitar a los presos
7) Enterrar a los difuntos

Obras de misericordia espirituales:

1) Enseñar al que no sabe
2) Dar buen consejo al que lo necesita
3) Corregir al que se equivoca
4) Perdonar al que nos ofende
5) Consolar al triste
6) Sufrir con paciencia los defectos del prójimo
7) Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos.

miércoles, 22 de junio de 2016

"Crónica de un Cantar Hispano", mi primera novela histórica. Un aperitivo



Como primicia, ante la pronta publicación de mi primera novela histórica "Crónica de un Cantar Hispano", perteneciente a la saga "La Leyenda del Stellarium Chronicorum os ofrezco el primer capítulo como aperitivo.

Muy pronto, en Amazon... la Leyenda saldrá a la luz




1


Roma, Italia, año 68 después de Cristo

“¡Huye, Julia, huye!” fueron las últimas palabras que escuchó en aquella triste noche, dos años antes. Un grupo de soldados romanos habían irrumpido violentamente en la sala donde celebraban la Eucaristía. Sucedió durante la lectura del Evangelio. Ese día, como si de una premonición se tratase, se leían las Bienaventuranzas. Fuertes gritos desde el exterior contrastaron con un repentino y tenso silencio en la sala. Una voz agria y ruda les conminó abrir la puerta. Pese a la creciente sensación de miedo, abrieron a los soldados. Estos, movidos por la rabia y el odio, comenzaron a atacar a los cristianos. Varios ancianos cayeron al suelo. Uno se golpeó la cabeza y comenzó a sangrar. En ese momento, como impulsada por una fuerza externa, Julia Alba corrió hacía el lugar donde se custodiaban las Sagradas Formas. Por la confusión del momento no la vieron esconderlas bajo su ropaje. Siempre llevaba consigo una pequeña bolsa de cuero en la que guardaba la Sagrada Comunión para los hermanos enfermos.
Con miedo, casi temblorosa, aunque con firme decisión, se acercó a varios hermanos que había visto esconderse. Mientras caminaba, contempló los forcejeos entre cristianos y soldados. Sintió gran dolor al ver a Gayo, un liberto recientemente convertido al cristianismo, yacer inerte en el suelo, cubierto de sangre. Quedó horrorizada cuando un soldado degolló sin contemplaciones a una mujer ciega. Se acercó a varios jóvenes entre los cuáles se encontraba un presbítero. Este quiso quedarse, para dar su vida por Cristo. El hombre, llamado Mateo, pidió a Julia Alba que llevase a los demás a un lugar seguro. “Huye, Julia, huye” fueron las últimas palabras pronunciadas por este valiente sacerdote en cuyo corazón, pocos minutos después, se clavó una daga que le provocó la muerte instantánea. Julia Alba le hizo caso. Sin que la vieran los soldados, llevó consigo a sus jóvenes compañeros hasta una ventana por la que huyeron. Fueron los únicos supervivientes de aquella masacre. Salvaron la vida liderados por una mujer cuya vida iba a cambiar radicalmente desde entonces. Era patricia, hija de un senador, el carismático Sexto Julio Carbo. Era huérfana de madre y la menor de seis hermanos. Su padre, aunque de carácter austero, se preocupaba constantemente porque a sus hijos nunca les faltase de nada. Se lo había prometido a Aurelia, su difunta esposa, quién debido a complicaciones que aparecieron durante el parto falleció pocos días después de nacer Julia. Era un padre entregado en cuerpo y alma al bienestar de sus retoños. Sexto Julio Carbo, que por entonces tenía cincuenta años, era un hombre muy culto. Quería que sus hijos recibieran una correcta enseñanza académica. Una de sus principales obsesiones era que conocieran y comprendieran a los filósofos griegos. Estos pensadores cautivaron especialmente a Julia Alba, siempre interesada por las grandes cuestiones que inquietaban a la humanidad, entre ellas la posibilidad de una vida tras la muerte. Aunque hasta su conversión no había oído hablar de Jesús de Nazaret era, en cierto modo, muy cercana a lo que él predicaba: tenía gran inquietud por la búsqueda de la verdad y se preocupaba por los pobres y desvalidos, a quienes no solo daba limosna, sino también llevaba alimento y ropa de abrigo. No era muy religiosa, pues en los dioses tradicionales romanos no encontraba respuesta a sus preguntas.

Tras escapar de los soldados llevó a sus compañeros a la Vía Appia, concretamente a la tumba de Cecilia Metella[1]. Conocía el lugar, sabía que por la noche nadie se acercaría por allí. Mientras los jóvenes dormían, planificó el plan a seguir: Al día siguiente irían a Ostia, puerto marítimo de Roma, donde podrían refugiarse haciéndose pasar por mercaderes. Marco, su tío, era mercader. Le había visto trabajar en más de una ocasión y lo que le había enseñado de ese mundo le permitía fingir ser una de ellos. Durante toda la noche permaneció en vela, atenta a cualquier ruido sospechoso. Trató de pensar en los pasos que debía dar a partir de ahora. Era consciente de que, como hija de un senador, irían a buscarla. Temía las consecuencias de que la encontrasen tras haber huido en aquellas circunstancias y con varios cristianos. Sobre todo quería evitar problemas a su padre, que no era especialmente querido por Nerón, con quien tenía una hostilidad mutua. Debía huir. Sabía que Pablo de Tarso había tenido intención de viajar a Hispania para anunciar el Evangelio y casi al instante decidió seguir su estela.
Se palpó la túnica y vio el recipiente donde había guardado las sagradas formas. Estaba intacto, no se había caído ninguna. Julia se sintió inquieta y temerosa por el futuro. Julia Alba, que había tenido una vida relativamente fácil hasta entonces. Julia, que tiritaba de miedo en aquella oscura noche donde ni siquiera la Luna se atrevía a emerger entre las nubes. Julia, que temblorosa rezaba a Dios para que les protegiera. Julia, que no comprendía aquella terrible injusticia. ¿Qué culpa tenían sus hermanos de lo sucedido durante el incendio? Julia Alba, en definitiva, la patricia que había salvado la vida de unos muchachos plebeyos.
Todo había comenzado dos años antes, el 22 de julio del año 66, tres días  después de un pavoroso incendio que asoló Roma. Los cristianos fueron acusados por el emperador Nerón de provocar el fuego. Aunque la comunidad cristiana era aún pequeña, estaba experimentando un notable crecimiento en los últimos años a raíz de la carta que Pablo de Tarso había escrito a los romanos hacía nueve años. El Apóstol hablaba de una salvación que no era exclusiva del pueblo judío: todos podían salvarse en Jesús. Esto animó a muchos romanos a convertirse al cristianismo. También a Julia Alba. El descubrir que alguien había sido capaz de dar su vida en rescate por todos los hombres produjo un fuerte cambio en ella. Escuchaba a los cristianos predicar la vida, obra y mensaje de Jesús y sentía como su alma se ensanchaba y ardía de un modo hasta entonces desconocido para ella. Aquel Dios hablaba de amor y de la vida eterna, prometiendo ambas a la humanidad. Era un Dios que había venido a sanar a los enfermos y curar a ciegos y sordos. Julia Alba se había sentido interpelada por el mensaje cristiano y comenzó entonces un camino de conversión que le  había llevado a ser bautizada en el año 61. Tras ello colaboró en el cuidado y atención de los más pobres y ancianos de la comunidad. Celebraban la Eucaristía en una domus eclesiae[2] de Roma, perteneciente a una familia de comerciantes cuyo paterfamilias[3] había conocido el cristianismo durante un viaje a Judea. La incipiente comunidad cristiana había podido practicar en aquella Domus su fe en un clima de cierta calma hasta que todo cambió con el gran incendio. Media Roma fue arrasada por las llamas. Al día siguiente, Julia Alba había salido de su casa, en el Palatino, para ayudar a los heridos. Contempló, desolada, que todo había sido reducido a cenizas. ¡Su querida y bella ciudad había sido convertida en escenario de muerte! El templo de Júpiter y la casa de las Vestales estaban totalmente calcinados. En cuanto a las casas más humildes, eran un amasijo de cenizas del que aún salía una negra humareda. Esta visión causó tremenda desazón en ella. Su amada Roma, con sus miserias y grandezas, había sido destruida. ¿Por qué? ¿Quién podía hacer algo así con su magnífica ciudad? Se sospechaba que tras aquel incendio estaba el emperador Nerón, quien pronto culpó a los cristianos, que comenzaban a ser odiados por una clase dirigente que utilizaba la religión romana con fines políticos. Sin embargo, los romanos cristianos no eran muy distintos de sus paisanos en su vida diaria., aunque tenían notables diferencias con ellos: no daban culto a los dioses paganos, no veneraban al emperador como un dios e, incluso, algunos comenzaban a optar por consagrar su vida al celibato por amor a Dios. Estas cuestiones no eran entendidas por los demás romanos, quienes comenzaban a recelar de aquel tan extraño. Julia Alba, siempre crítica con las verdades oficiales que las autoridades imperiales proclamaban, se preguntaba si Nerón podía realmente ser tan malvado.
La joven, ya desde antes del incendio, era vista con recelo por parte de su familia. No adoraba a los dioses familiares, los Lares, los domingos se iba temprano de casa sin decir a dónde, algo impropio de una muchacha de su clase y, para colmo, se juntaba con personas de dudosa reputación, especialmente por su pobreza. Julia la rebelde; Julia, la que no seguía las creencias tradicionales romanas… Su padre, sin embargo, permitía aquel comportamiento, aunque no lo comprendiera, debido al gran aprecio que sentía por su hija. Julia Alba era una muchacha sensible, pero con una fortaleza de espíritu que le ayudaba a soportar las críticas de su abuela, que le reprochaba que se relacionase con “aquellos menesterosos”. Julia, la patricia que se juntaba con los más pobres de entre los pobres. Julia, quien tenía amistad con esos extraños romanos que seguían a un judío crucificado en tiempos de Tiberio… Algunos de sus familiares pensaban que había enloquecido.

Durante los dos años siguientes al incendio de Roma, la comunidad cristiana a la que acudía Julia decreció. Poco a poco los cristianos eran detenidos y condenados a muerte. Perecían desgarrados por fieras, crucificados o quemados en un espectáculo dantesco al que muchos romanos asistían con una sonrisa sardónica. Disfrutaban, pese a que veían morir injustamente a antiguos conocidos suyos. La propaganda de Nerón estaba surtiendo efecto. El populacho era amante del pan y el circo con que era cebado por las autoridades imperiales. Sin embargo, ver la firmeza y entereza de los cristianos, quienes cantaban y alababan a Dios en medio del sufrimiento, hizo que muchos romanos se preguntasen por qué no lloraban desesperados.

Llegó el amanecer de aquel 23 de julio en el que Julia Alba vería por última vez su ciudad natal. El sol comenzaba a abrirse paso entre las tinieblas nocturnas, momento que aprovechó para despertar a los cinco jóvenes que la acompañaban. Decidió que a cuatro de ellos los enviaría a Alejandría, donde conocía a algunas personas que podrían hacerse cargo de los muchachos. Le pareció que aquella ciudad sería un buen lugar para que continuasen su formación, pues destacaba como una de las ciudades más cultas del mediterráneo. Roma, que tenía demasiados frentes abiertos en aquella región del mundo, no se preocuparía de perseguirlos. Mientras que el quinto joven, Lucio Flavio Agrícola, iría con ella a Hispania. Este muchacho, aunque era un año más joven que ella, destacaba por su gran fortaleza física y una gran sensibilidad espiritual, lo que le llevaría a realizar grandes cosas en su vida. Además el joven había estado allí de pequeño, pues su padre era soldado, por lo que conocía el terreno y podía llegar a ofrecer cierta protección.
Comenzó a amanecer. Los jóvenes se despertaron y. Julia Alba les explicó el plan:   
Tranquilos, conozco personas en Alejandría que os ayudarán, podréis seguir estudiando allí y nadie os molestará por vuestra fe. Os prometo que os escribiré con frecuencia. Seguro que algún día podréis venir a Hispania Les prometió. Cecilio, Quinto, Antonio y Livio escucharon con incertidumbre y sentimientos entremezclados. Tenían miedo, pero confiaban en ella, sobre todo cuando leyeron la carta dirigida a sus benefactores de Alejandría.

Mientras tanto, Sexto Julio buscaba a su hija. No dejaba de preguntar a los criados si la habían visto. El hecho de que no hubiera dormido en casa le preocupaba enormemente y estaba asustado.
­­Ves? Sabía yo que esas malas compañías iban a meter a Julia en problemas, te lo dije gruñó amargamente la abuela, ante lo cual el paterfamilias respondió que no dijese tonterías.
Alrededor de la hora sexta alguien llamó insistentemente a la puerta. Una esclava abrió y se encontró con un hombre que pidió hablar con Julio, pues tenía algo que decirle sobre su hija.
Créame, han visto salir esta mañana a su hija acompañada por cinco jóvenes en dirección al puerto de Ostia aseguró el recién llegado.
¿Pero por qué iba a hacer una cosa así? Nunca se iría de Roma sin avisarme, ha tenido que ocurrir algo dijo, titubeante, el angustiado padre.
Lo único que se sabe es que anoche se produjo un asalto por parte de soldados imperiales, a una casa donde se reunían miembros de esa extraña secta a la que llaman cristianos. Desconozco si su hija estaba allí pero, según tengo entendido, uno de los chicos que la acompañaban forma parte de ese grupo respondió con voz queda.

La mención de esa palabra, cristianos, hizo reflexionar a un Sexto Julio que no terminaba de comprender. Ciertamente había observado cambios en su hija, pero tenía claro que no podía ser cristiana. No era una niña muy dada a la espiritualidad. Sexto Julio Carbo pensaba que su hija, por el mero hecho de sentir pasión por la filosofía, estaba totalmente alejada de la creencia en los dioses.
Aunque es cierto que su actitud con los pobres se asemeja a lo que hacen los cristianos reflexionaba. Eso de dar limosna a los mendigos, hablar con ellos, ir a cuidar enfermos... ¡incluso leprosos! No eran cosas habitualmente practicadas por los romanos. Y menos por un patricio. Sin embargo, esos cristianos lo hacían. Sexto Julio aún recordaba una vez en la que oyó decir a un cristiano lo que Jesús había predicado: “Bienaventurados los pobres en espíritu porque de ellos es el reino de los cielos”. Julio nunca había entendido esta frase: ¿cómo un pobre podía ser feliz? Aunque el senador era un buen hombre, pues siempre trataba de auxiliar a quien se lo pedía, no podía concebir la felicidad en alguien que se encontraba en situación de pobreza. Con estas reflexiones en la mente se puso en camino hacia Ostia, montado en su caballo. Confiaba en encontrar allí a su hija y, sobre todo, quería comprender el por qué de su huida, pues esto le atormentaba especialmente.
 ¿Habré sido mal padre? se preguntaba.



[1] Dama romana de la que apenas se conservan referencias históricas. Perteneció a la familia de los Cecilio Metelo. Probablemente fue hija de Quinto Cecilio Metelo Crético y esposa de Marco Licinio Craso, heredero del compañero de triunvirato de Pompeyo y César.
[2] La Domus Ecclesiae  era un edificio privado adaptado para las necesidades del culto donde se reunían las primitivas comunidades cristianas antes del Edicto de Constantino del año 313 d.C
[3] Término latino para designar al "padre de la familia”, tenía jurisdicción plena sobre su familia y siervos.