Hace tiempo cayó en mis manos uno de esos libros que se encuentran a veces casi escondidos en las estanterías de las grandes librerías. Son libros que, pese a no tener la fama del Quijote, creo que merece la pena leerlos, especialmente si se refieren a la historia de la ciudad donde uno ha nacido y crecido. Este libro, en concreto, se llama Madrid Viejo: crónicas, avisos, costumbres, leyendas y descripciones de la villa y corte en los siglos pasados". Su autor, Ricardo Sepúlveda, fue un escritor nacido en Zaragoza (1846) cuya obra abarcó teatro, historia, libros de viaje y zarzuela. Aunque estudió Derecho, destacó por su faceta literaria escribiendo obras como : El Museo Universal (1857), El Monasterio de San jerónimo el Real de Madrid: estudio histórico-literario (1888), La Casa de las Siete Chimeneas, entre otros. Además del mencionado libro sobre el Madrid Viejo. Fue miembro de la Real Academia de la Historia y de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Destacó, se dice, por su gracejo e ingeniosa chispa que le permitieron describir genialmente las cosas de Madrid. Su "Madrid Viejo" le tengo en una edición de 2008, versión facsímil editada por la Editorial Maxtor (de Valladolid), la cual realiza facsímiles de libros antiguos y "de viejo". Ricardo Sepúlveda falleció en 1909.
Me parecía interesante, ahora que se acercan dos festividades de gran tradición en Madrid, traer a la luz de este candil aquello que Ricardo Sepúlveda cuenta sobre ellas. Me refiero a San Antonio de la Florida, que se celebra mañana 13 de junio (San Antonio de Padua) y al Corpus Christi. Pero en este primer artículo me referiré únicamente a la festividad de San Antonio con la cual el verano "toma posesión oficial de la villa del oso". El autor habla de esta verbena en las páginas 38-41 del citado libro. Allá van estas líneas que nos conectan con la historia de la villa y corte madrileña y sus tradiciones. Lo transcribo tal cual lo plasmó su autor, un poco como homenaje a este cronista de Madrid. Hago algunos comentarios personales anexos.
Dice Sepúlveda que "el verano no toma posesión oficial de la villa del oso, hasta que las espigas de rojo pálido de la verbena de San Antonio maduran sobre sus tallos". De alguna manera, como vemos, sirve San Antonio como preludio a la temporada de verano, aunque aún estemos en Primavera.
Es entonces, relata, "en cuanto los verbenarii de los pueblos circunvecinos se presentan en los mercados de la corte, con cestas de cangrejos y de berros, con requesón de Miraflores y con rábanos, llevando en los cuévanos ramitos de verbena, a semejanza de los antiguos heraldos de armas, que se ceñían con ella la cabeza, cuando iban a anunciar la paz o la guerra; en cuanto el calendario de los santos y los astrónomos señala la entrada triunfal del mes de Junio, el Quasimodo de la ermita de San Antonio de la Florida, que pudo ser de mozo sacristán o monaguillo, limpia apresurado el altar del Santo y riega, con agua lustral de flores de verbena, el suelo y las paredes, dentro y fuera del lugar bendito". Realmente impresiona ver como en el transcurso de unos pocos días la ermita se transforma y engalana para la festividad de su Santo Patrón. De esta manera, explica Sepúlveda, "entiende la purificación del templo el ermitaño solitario, que pasa días y meses oyendo el silbido de las locomotoras del Norte (la actual estación de Príncipe Pío), acuarteladas en las praderas de San Antonio". Sorprende leer esto si lo hacemos con nuestra perspectiva histórica, pero en época de su autor es muy probable que el actual barrio ribereño tuviera una fisonomía muy diferente. Muchas veces he recorrido esa histórica estación de Norte, más de una vez trato de imaginarme aquellas locomotoras antiguas, de vapor y con un traqueteo suave, cruzando esas vías por las cuales ahora transcurren los modernos trenes de Cercanías. A veces, en el silencio de la noche, aún parece que resuenan los ecos de aquellos pitidos a los que hacía alusión Sepúlveda.
¿Cómo se preparaban para la Santa Misa? nos responde Sepúlveda: "Al mismo tiempo que el ermitaño limpia, el capellán prepara su mejor casulla; pasa revista a las albas y sobrepellices, que planchan y encañonan manos castas: se proporciona, si no los tiene, uno o dos libros misales, con broches plateados y atril de nogal bruñido; mira con éxtasis los frescos de Goya (ya no deben estar muy frescos), que para honor del arte pictórico dejó en el cielo sonriente de la ermita, representando ángeles un poco mundanos, el célebre maestro, y recita con voz monótona un párrafo del sermón-panegírico, que, por periodos, va aprendiendo de memoria para predicarlo a los fieles". Se refiere, claro está, a la ermita de San Antonio que conserva los frescos de don Francisco de Goya. Actualmente funciona cómo museo mientras que la Santa Misa se celebra en la réplica, que se construyó al lado, que suele llenarse durante las Eucaristías dominicales e incluso a diario. De hecho por el día está abierta unas cuantas horas, lo cual permite a los madrileños, especialmente a la gente del barrio o a quien pase por allí, ir a rezar. Por otra parte, la visita a la ermita original merece mucho la pena, es impresionante.
Prosigue Ricardo Sepúlveda dándonos detalles sobre las horas previas a la festividad: había "un palio de tisú bordado en seda con varas de pino doradas; una custodia de plata para el tabernáculo; un incensario de metal blanco ennegrecido por el humo, y una cruz del mismo metal para el centro del retablo, contemplan el lujo de la decoración y ornamentos sagrados, con que el capellán titular de la ermita se dispone a solemnizar, todos los años, el día 13 de Junio, las glorias de la verbena de San Antonio de la Florida. Llegado el momento, la campana de la ermita llama con regocijado volteo a los hijos de Madrid, y les incita impacientemente para que vayan "a coger la verbena", caminito abajo de la carretera de Castilla, y lo que queda de prado junto al venerado templo. Madrid no oye la campana, pero la adivina, y en el acto, todos aquellos que guardan en su pecho la tradición de las verbenas, el aniversario de las romerías y el culto de las corridas de toros, van junto a la puerta de San Vicente e inmediaciones de la estación del Norte, a formar, en filas desiguales, el alegre tumulto, que, entre agualojeros, buñoleros, barquilleros, reposteros, avellaneros, naranjeros y tomadores, pasan la noche bostezando y cantando al son de guitarras, bandurrias y panderetas". En pocas líneas explica, con maestría, cómo se va preparando la celebración religiosa, como de diversos puntos de Madrid (que por entonces tendría en la Castellana, antigua carretera de Castilla, una de sus "fronteras", desde ambos lados del río, madrileños que acudían con entusiasmo a las diversas romerías y verbenas que por entonces se celebraban en Madrid (algunas hoy desaparecidas, como la Verbena de Santiago o la de la Virgen del Puerto). Parece, leyendo estas líneas, como si desde una ventana contemplásemos al capellán preparando la Misa de San Antonio, o a las gentes de aquel Madrid celebrando la verbena. Resulta interesante, a ojos de un historiador, ver el tipo de oficios que había alrededor de una verbena, algunos hoy ya desaparecidos. Aún se ven por Madrid algunos barquilleros, aunque han perdido algo del misterio que tenían cuando jugabas a tratar de conseguir dos barquillos y quizá te quedabas sólo con uno, o con ninguno. Hoy simplemente le dices cuantos barquillos quieres y te los vende.
El autor, en sus últimas líneas, se refiere más bien a la verbena en sí que a la celebración religiosa, nos cuenta cómo los madrileños de hace más de 150 años vivían este tipo de festividades: "Ríos de mosto en "sangría.... suelta", con limón y sin limón y con azúcar, pasa constantemente por las fauces sedientas de los devotos, que llegan algunas veces a emborracharse, y como la temperatura es, por lo común, tan sofocante que hace cantar a los grillos en los ribazos, y a las chicharras en los árboles de la Casa de Campo y en la Moncloa, la mayor parte de los verbenistas se quedan paseando o bailando para asistir a la primera misa de San Antonio, o bien, soñolientos y descoyuntados, dejan la tela, entre los horrores de una indigestión de masa frita, a la hora en que el mochuelo da su último gañido y la alondra de los trigos alza el vuelo para saludar al sol naciente". Quizá, querido lector, hayas acudido alguna vez a ver la Zarzuela de San Antonio de la Florida. Si es así, posiblemente leyendo estas líneas te hayan venido a la mente algunos de los momentos de dicha zarzuela. Ricardo Sepúlveda muestra, en pocas líneas, una fotografía de aquellas verbenas de San Antonio celebradas al calor de las noches de junio. En cierto modo, no tan diferente de las actuales, pues los verbenistas siguen acudiendo a tomar un vino con los amigos o a tomar algo de "fritanga" en los diversos puestos callejeros, aunque personalmente quien esto escribe sigue prefiriendo tomar un buen chocolate con churros (aunque sea junio, sí). Actualmente, además, hay algunas atracciones para niños, y no tan niños, además de actuaciones musicales (que supongo antiguamente también habría música, aunque fuera de organillo, dulzaina y chotis).
Concluye Ricardo Sepúlveda diciendo que "En este solemne instante (durante el amanecer) es cuando todos se retiran a dormir la mona a sus respectivos alojamientos, hasta que llega la noche y se repite el jaleo verbenil, con más calor si cabe que en la víspera. El ermitaño ha cuidado, durante las últimas horas de la noche, de renovar las flores, para que el aire que se respire en el Santuario tenga el perfume de la azucena, y mientras llega el capellán y empieza la fiesta, entona sotto voce este dulce cantar de Trueba: "Entre flores y ramas tienes tu ermita, Glorioso San Antonio De la Florida". De alguna forma nos trae varias postales antiguas. Por un lado aquellos que han trasnochado y se retiran a sus hogares, por otra parte el ermitaño cuidando el templo y el capellán preparando la Misa de San Antonio. Con maestría sabe unir los tres escenarios para que el lector pueda hacerse una única imagen y comprenda como se vivían por entonces estas verbenas madrileñas. Posteriormente pasa a describir la verbena de San juan Bautista, en el prado de la Toya, o Atocha.
Me ha parecido traer bajo la luz de este candil las palabras con las que glosa Sepúlveda el Madrid de su tiempo durante la festividad de San Antonio de la Florida, que como ya sabéis se celebra mañana aunque tiene su continuación, durante los días de verbenas, a lo largo de la próxima semana. Creo que además de conocer y celebrar nuestras tradiciones, especialmente las festividades religiosas, es bueno saber como se celebraban en el pasado, ya que nos ayuda a conocer nuestro folclore popular y ver que, en el fondo, no somos tan diferentes de nuestros antepasados. También es curioso, en el Madrid del siglo XXI, ver la actual Cuesta de San Vicente e imaginar a aquellos chulapos y chulapas bajando, unos caminando, otros en mulas y carros. Me gusta sentarme en el actual Madrid Río y pensar en aquel Madrid antiguo, en sus gentes, en las cosas que aquí ocurrieron en el pasado y en las personas que pisaron sus calles (entre ellas, mi Santo Patrón: San Francisco de Asís). En Wikipedia hay un buen artículo con más información sobre la Verbena de San Antonio de la Florida, os animo a leerlo, pues hay algunas tradiciones realmente curiosas, como la de los alfileres arrojados a la pila bautismal simulando las arras matrimoniales y la bendición de los panecillos que después los verbenistas guardan durante el año en la creencia de que, mediante el ahorro, serán bendecidos con bienes materiales. También algunos blogs dan más información sobre esta fiesta, por ejemplo este de Caminando por Madrid. Un blog muy bueno sobre curiosidades e historia de Madrid es Secretos de Madrid
Sin más, concluyo invitándoos a acudir mañana a la Eucaristía (habrá diversas horas de celebración durante la mañana) y a la procesión que tendrán lugar mañana en la ermita de San Antonio de la Florida. Se trata, decía Trueba, de "la primera verbena que Dios envía". Con ella, de alguna forma, el verano anuncia que ya está aquí. Según la web de la ermita y parroquia, Mañana día 13 hay misas+procesión+panecillos+veneración reliquia+ verbena+confesiones de 6:30 a 24:00. Las misas serán a las 7, 8, 9, 10, 11 de la mañana y a las 17, 18, 19, 20, 21 de la tarde. La Misa Mayor y Procesión de San Antonio será a las 12 de la mañana.
Termino recomendándoos que compréis el libro, especialmente si sois madrileños, os gustará. Habla de lugares con historia que hoy nos resulta complicado imaginar como eran antiguamente, por ejemplo la Red de San Luis o la Plaza de Santo Domingo, donde se encontraba el antiguo monasterio de Santo Domingo el Real, donde estuvo enterrado Pedro I de Castilla, llamado El Cruel o podremos conocer el por qué de nombres de calles como La Montera, El Bonetillo y ver lo que ocurrió con la Casa del Duende o en las Gradas de San Felipe (el mentidero mayor de la villa).
Para este artículo se han extraído fragmentos del capítulo "Las Verbenas" de Ricardo Sepúlveda en su obra Madrid Viejo, crónicas, avisos, costumbres, leyendas y descripciones de la villa y corte en los siglos pasados", pp. 38-41. Edición facsímil de 2008 editada por la Editorial Maxtor, de Valladolid.