martes, 28 de febrero de 2017

Metafísica y la búsqueda de un sentido vital

Se conoce a la Metafísica como parte de la Filosofía que no solo trata sobre el Ser en cuanto a tal sino que, además, aborda aspectos como el sentido y la finalidad última de todo ser. Debe su nombre a Andrónico de Rodas quien ordenó catorce papiros detrás de los ocho libros sobre física escritos por Aristóteles. Su significado nominal, por tanto, es "lo que está después de la física".


Decía un profesor de San Dámaso que la Metafísica es también la ciencia "del ente en cuanto a ente". Con ente se refería a todo lo que tiene entidad, a todo aquello que es y tiene entidad. Dios, nos explicaba, es el supraente ya que está por encima de todos los entes y es, además, su Creador. Sobre Dios decía Aristóteles que es increado e incausado. Es decir, Dios no necesita ser creado ni causado por nadie, pues Él existe por sí mismo y su principal característica es, precisamente, que su propia existencia, simplemente ES y no necesita ser causado por nadie sino que Él mismo es la propia Causa de todo lo existente. Por tanto, Dios ha creado el Universo y le ha dado forma. Platón hablaba del demiurgo que ordenaba la realidad, hasta entonces desordenada. Pero el demiurgo platónico no es el Dios de Aristóteles ni, por supuesto, el Dios cristiano. Aunque en cierto modo Platón intuía que "alguien" había dado forma a la realidad.
Santo Tomás de Aquino, que investiga el pensamiento aristotélico y lo utiliza como uno de los pilares para conformar su pensamiento, distingue entre esencia (lo que las cosas son) y la existencia. Para él, Dios es el ser Necesario, cuya esencia es su Ser y, por tanto, no puede no existir siendo, además, libre para crear o no a las criaturas (los seres contingentes, compuestos de esencia y existencia, que pueden no existir).

Por tanto, podría no habernos creado. La realidad podría no existir y los seres humanos podríamos no haber existido. Si existimos es porque Alguien lo ha querido. Pero no nos ha creado porque nos necesitase, pues ya hemos visto que Dios, increado e incausado, no necesita de nadie para existir. Perfectamente podría incluso haber creado el mundo sin la presencia de seres humanos. Sin embargo, nos creó, y lo hizo por puro amor. Puede sonar extraño, pero si Dios crea al hombre a su imagen y semejanza (algo que, sin embargo, no hizo cuando creó a los ángeles) necesariamente tiene que ser porque nos ama. Pero además, no se conforma con crear al hombre, sino que incluso él mismo se hace hombre en Jesús de Nazaret para elevar la condición humana y ayudarnos a disfrutar de la eternidad si seguimos sus ejemplo y enseñanzas. Esto es, si pasamos por la vida haciendo el bien tal y como hizo Jesús, cumpliendo con la Ley Universal.


Sócrates solía preguntar ¿Qué es el Bien? ya que practicaba la mayéutica, consistente en "alumbrar el conocimiento en el receptor". Él, que era hijo de una partera, daba a luz en los demás el conocimiento y la sabiduría. De esta manera enseñaba a la gente a ser buena. Para Sócrates la idea de bien se interpreta como una adhesión espiritual e íntima, objeto de amor y voluntad activa cuyo conocimiento se convierte en fuerza rectora y motriz de la vida humana y su actividad espiritual. La ciencia (dominio de uno mismo) es la virtud. Los Principios universales ( bien, verdad, justicia, coherencia, integridad, honestidad...) están estrechamente ligados a la virtud y, por tanto, al Bien. Por ello Sócrates decía que "el mejor hombre, el hombre bueno, el que está a la altura de su perfección y de su condición humana, es el hombre sabio". Aquí podríamos hablar del auriga platónico (alma racional) que debe llevar con brazo fuerte la brida de los dos caballos (alma concupiscible y alma irascible) para que no se desboquen y puedan llegar a la meta. Cuando actuamos según la virtud y el bien estamos siguiendo el ejemplo del auriga. Si no lo hacemos, nuestra vida se desboca y caemos.

¿Qué sentido tiene, entonces, nuestra existencia? Se puede decir que, puesto que somos creados por un Dios que nos ha dado la existencia (cuando perfectamente podría no habernosla dado) por puro amor y gratuidad, el sentido de nuestra vida consiste en practicar los verdaderos principios, rigiéndonos bajo el Bien y la Ley Universal que nos ha enseñado. Nuestra vida tiene sentido cuando estamos en la auténtica Sabiduría, la de aquel que nos ha creado, pues de esa forma podemos estar a la altura de la perfección con la que ha sido creada nuestra condición humana y podemos llegar a ser buenos. Dice Jesús en el Evangelio aquello de  "Si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos ¿Cuánto más vuestro Padre, que está en los cielos, dará bienes a los que se los pidan?". Se refería con ello a que nosotros no somos buenos de la misma forma que lo es Dios, pues nosotros, por nuestro libre albedrío, podemos obrar mal, mientras que la naturaleza de Dios es el Bien, nunca puede hacer el mal (aunque sí permitirlo, como vimos en el artículo sobre la Lógica fílosófica ). Sin embargo, aunque no seamos tan buenos como Dios, si que podemos conocer el Bien que Él ha impreso en nuestra alma. Por ello una madre sabe que tiene que alimentar a su hijo con buenas dádivas y no con, por ejemplo, piedras. Del mismo modo, el cristiano sabe que puede perfectamente pedir cosas buenas a Dios con la confianza de un hijo.
Sin embargo, aquí se plantea un problema que, no obstante, no es para abordarlo en este artículo, aunque hablaré brevemente sobre ello ¿Por qué si Dios es bueno, existe el mal? Sencillamente porque el mal, como tal, no existe. El mal es la ausencia de un bien debido. Cuando Dios no está en el corazón del hombre, éste puede obrar mal pensando erróneamente que no tiene que rendir cuentas, aparentemente, a nadie. Por ello hay personas que obran mal, porque piensan que sus actos no tendrán consecuencias e ignoran lo que es el Bien (de ahí que Sócrates hable del sabio como quien busca el Bien y la virtud).


Sócrates y la cicuta

Por ello, la búsqueda de un sentido vital a nuestra existencia nos lleva a ser conscientes de que cada uno de nosotros ha nacido, no fruto de una casualidad, sino porque Dios es la causa de su existencia. Nos ha creado no porque tenga necesidad de nosotros, sino porque nos ama, ha pensado desde la Eternidad en cada uno de nosotros e, incluso, tiene "contados cada uno de los cabellos de nuestra cabeza". Nos ha dado libre albedrío para que libremente busquemos el Bien y lo practiquemos. Podría habernos creado como seres enteramente buenos, incapaces de obrar mal. Pero en ese caso no seriamos libres y, por ello, no podríamos amar realmente a Dios, ya que el amor debe ser libre y no fruto de una obligación. No obstante, nos ha hecho capaces de conocer el Bien y practicarlo, de conocer los principios, valores y la propia Ley Universal para vivir siendo regidos por ellos y, de esta forma, poder ser felices.

Personalmente pienso que todos tenemos algo que aportar en la vida, todos valemos para algo. Esto estaría relacionado con lo que llamo la Misión Personal. Nacemos con unas aptitudes y con unos talentos que podemos ir desarrollando a lo largo de nuestra vida para poder realizar esa Misión, para poder cumplir la voluntad de Dios en nuestra vida. Metafísicamente podemos incluso decir que esas aptitudes y talentos se encuentran en potencia ya en el momento en que somos concebidos. Pero nuevamente aquí entra el tema del libre albedrío, podemos optar por seguir ese camino o no. Por ello es bueno ser conscientes de nosotros mismos, preguntándonos quién somos en realidad y qué deseamos en la vida. De esa forma podemos llegar a saber cual es la Misión Personal a la que estamos llamados.
Por ejemplo, un joven que, desde pequeño, tiene grandes inquietudes musicales y toca el piano como poca gente pero, pero sin embargo, no tiene talento para las matemáticas, puede frustrarse si le obligan reiteradamente a estudiarlas. Pero si le dejan optar por ser músico podrá ser verdaderamente feliz. Habrá encontrado el sentido de su vida. Del mismo modo, otro joven que desea ser médico para ayudar y, teniendo verdadera vocación, opta por ese camino, será feliz en su trabajo y habrá hallado el sentido de su vida.

Por tanto, al igual que ocurre con la Lógica y otras áreas de la Filosofía, también la Metafísica ayuda en lo concerniente al crecimiento y la superación personal. Hoy en día muchas personas viven la vida como si fuera una mera "sucesión de días y horas sin sentido". Matan su tiempo (que es finito, recordemos) sin vivir la vida que realmente desearían vivir y están, además, influenciados por los mensajes que vende la sociedad: "de tal edad a tal edad estudia, de tal edad a tal edad trabaja, comprate este coche y serás un triunfador, comprate este móvil y serás guay....". Como dice Tyler Durden en "El Club de la Lucha", la gran mayoría de la gente trabaja en lugares que odia para comprar cosas que no necesita pero que Hollywood y la publicidad les ha dicho que si que necesitan. Muchos viven hoy como marionetas a merced de los mandamases mundiales sin ser conscientes de que tienen alma y tienen capacidad de pensar. Por ello están llamados a ser libres y vivir felices.



Pero ¿Cómo hacerlo? Ya hemos visto que la vida tiene un sentido, pues la realidad es creada por un Dios que ha pensado en nosotros desde la Eternidad. Pero Dios nos quiere libres y felices. Y para ello nos ha dotado de un raciocinio capaz de conocer el Bien y los verdaderos principios y valores que deben regir nuestra existencia. Por tanto, estamos llamados a dar honor a nuestra condición humana viviendo la vida que realmente queremos vivir para poder realizar con eficacia esa Misión Personal a la que estamos llamados. Todos tenemos unos dones y talentos que podemos potenciar. Al igual que tenemos defectos que podemos limar y vencer. No hemos nacido para vivir una vida de mediocridad, dejando pasar nuestros días mientras malgastamos nuestra existencia viendo la televisión o enganchados a las redes sociales. La razón de nuestra existencia tiene un sentido muy profundo, pues hemos sido creados para sembrar semillas de Eternidad, para ejercer una influencia positiva en los demás y para dejar una huella en este mundo.

Dedica unos minutos a reflexionar esta frase del emperador Marco Aurelio: "Si analizas la época de Vespasiano verás lo mismo que hoy: gentes que se casan, forman una familia, enferman, mueren, guerrean, celebran fiestas, trafican, cultivan la tierra, adulan, se ensorberbecen, recelan, intrigan, desean que otros mueran, refunfuñan contra el presente, andan enamorados, atesoran, ambicionan el consulado, el imperio... .Pues bien, toda esta generación ya despareció: Pasa ahora a la época de Trajano ¡repítense los mismos afanes, y desaparece asimismo esta generación! Considera también y mira las características de otras épocas y pueblos enteros: ¡cuántos hombres, después de haberse afanado, cayeron muy en breve y se desintegraron  en sus elementos!". Esto es perfectamente aplicable a la época de nuestros tatarabuelos, nuestros padres y a la nuestra.

Marco Aurelio
Evidentemente, no todos podemos pasar a la historia como un Sócrates, un Octavio Augusto o un Homero. Pero si que podemos ejercer una influencia positiva en los demás y dejar una huella en el mundo. Tal vez nosotros no veamos los frutos de nuestro trabajo, pero estos pueden germinar perfectamente incluso aunque ya no estemos nosotros sobre la tierra. Por ejemplo, mi padre fue director de dos colegios. Falleció hace unos años. Pero su legado permanece en quienes fueron sus alumnos y hoy educan a sus hijos, o incluso a su propio alumnado, con los valores y principios que les inculcó mi padre. Pero, además, nuestra vida no finaliza con la muerte, sino que estamos llamados a participar de la eternidad. Sin embargo, participaremos de ella en la medida tanto de si hemos cumplido con la Misión Personal que se nos había encomendado como, sobretodo, del amor que hayamos sido capaces de dar a nuestro prójimo y la pasión que hayamos puesto en nuestro trabajo en la vida.


Por ello, amigo lector, finalizo animándote a que hagas introspección. Como decían los griegos, conócete a ti mismo. Cobra conciencia de que tienes alma, tienes intelecto y unas cualidades y aptitudes que puedes aprovechar para vivir como de verdad quieres vivir, y para ser realmente feliz. Cuando te encuentres desmotivado, o si piensas que no tienes nada que hacer en esta vida... lee a Sócrates, a Marco Aurelio y las enseñanzas y obras de Jesús de Nazaret y descubre que has sido creado para algo grandioso. Pero lograrlo depende de ti.