La Providencia Divina nos sostiene con sus manos. Confía en ella. |
Cuando éramos pequeños, posiblemente, todos teníamos nuestros sueños. Yo recuerdo a un niño de trece años al que le encantaba escribir, un crío que leía sobre Misterio, leyendas, Historia y que soñaba con viajar por todo el mundo en busca de aventuras. Lo que más deseaba, sobre todo, era escribir. Quería plasmar por escrito todo aquello que bullía en mi imaginación. A lo largo de mi vida me he encontrado con multitud de señales que me han llevado por diferentes caminos. A veces parecía que retrocedía, otras que avanzaba, en algunas daba la impresión de estancarme aunque, sin embargo, estaba creciendo. Comenté en el pasado lo que me sucedió con un viejo profesor de la Complutense. Yo había dejado años antes la Facultad de Historia porque no me fue demasiado bien allí. A este profesor le entristeció que dejase la carrera, aunque lo comprendió perfectamente. Estudié Humanidades en otra universidad madrileña. Mientras realizaba esta carrera creí ver una de esas señales que a veces se cruzan en nuestras vidas. Bueno, en realidad la vi. Pensé que, quizá, tenía vocación sacerdotal. Durante dos años puse todo mi empeño vital en conseguirlo. Sin embargo, salí del Seminario desencantado y decepcionado, sin entender por qué había entrado allí si en realidad no estaba llamado al sacerdocio. Hoy soy consciente de las verdaderas razones por las que emprendí ese camino que me llevó al Seminario. Entonces no era consciente de ello. Para mí, el no haber cumplido aquello a lo que me sentía llamado, era un fracaso. Esto me llevó a sentir gran frustración.
En el artículo reseñado, y también en el escrito recientemente, sobre la actitud, comentaba que tuve una fuerte depresión generada por aquel desencanto, esa decepción y el sentimiento de frustración motivado porque mis sueños no podían cumplirse. Pero, como tantas veces me ha ocurrido a lo largo de mi vida, con el tiempo caí en la cuenta de lo equivocado que estaba. Puede sonar a locura quijotesca, pero hoy doy gracias a Dios por aquella depresión. Curiosamente, mientras escribo esto, suena por mis altavoces Alpha de Vangelis. De nuevo la causalidad o sincronicidad actúan en mi vida. Con esa canción me dí cuenta de que había dejado atrás la depresión. Como digo, debo dar gracias por los años vividos tras mi salida del Seminario. Se dieron sincronicidades, hechos causales, que me han ayudado a llegar hasta aquí. Por medio de un amigo de la infancia conocí a mi apreciado amigo Adri, en cuya casa escuché aquella Alerta Ovni de Milenio 3 en 2012 que significó un antes y un después en mi vida. El Víctor del ocho de junio de 2012 no tiene nada que ver con el del diez de junio de ese mismo año. Aquella madrugada irrepetible del 9J experimenté una transfiguración en mi vida, un cambio, un reencantarme con aquello que siempre me había entusiasmado, un reencuentro conmigo mismo, con ese niño de trece años que sigo siendo. Y todo gracias a una sincronicidad, a una causalidad. Pues no hay nada casual en que mi amigo de la infancia conociera a Adri y me lo presentase. Fueron una serie de causas las que actuaron en mi vida. Primero, que este amigo estuviera en el colegio de mi padre. Después, que nos hiciéramos amigos aunque nos llevábamos cuatro años. Después que coincidiera con Adri en la Universidad y se hicieran amigos. Y, por fin, que me lo presentase.
Los hombres no debemos ser enemigos, somos Hijos de Dios. Estamos interrelacionados |
Por último quiero compartir otra sincronicidad/causalidad ligada a mi vocación de escritor. He repetido varias veces que, desde pequeño, me encanta escribir, siempre quise ser escritor. Sin embargo, con el tiempo, me había apartado de ese camino. Hasta octubre del año pasado. Me encontraba entonces en Lourdes. Tenía ciertas dudas sobre mi vida y la labor vital que debo desempeñar. Me preguntaba ¿Cuál es mi vocación realmente? Tuve una especie de ensoñación mientras estaba en Misa. Contemplé, en mi imaginación, una representación de la Vírgen María, era bellísima. Escuché "mía es la victoria". Bueno, no lo entendí en ese momento, pero me dio cierta tranquilidad, debo admitirlo. Otro día, estando aún en Lourdes, sentí un impulso enorme de escribir. No de escribir en ese momento, ni de escribir algo concreto. Simplemente el deseo irrefrenable de escribir. Me venía a la mente la imagen de mí mismo escribiendo en un legajo, con tintero y pluma, como un escritor antiguo. Pasaron unos meses. Hablando con Javier Sierra, en la presentación de su libro "La Piramide Inmortal" me dijo que, aunque yo pudiera pensar lo contrario, estaba en una buena edad para escribir. Pues en el momento de mi vida en el que me encuentro ya puedo hacer una retrospectiva sobre lo vivido desde que nací y, al mismo tiempo, una buena reflexión sobre lo aprendido desde mi infancia. Puedo plasmar, me dijo, mis pensamientos, negro sobre blanco, puedo ser escritor. Con mayor o menor éxito, no lo sé aunque tampoco es lo primordial ¿Qué es el éxito? Posiblemente tener éxito no signifique, necesariamente, tanto el tener bienes económicos como sentirte lleno espiritual y anímicamente, pudiendo ayudar a los demás, pudiendo enseñarles aquello que has aprendido. De nuevo, meses más tarde, tuve otra conversación que ha sido clave en mi vida. Con mi amigo Iñaki, a quien conocí mientras cursaba el Máster de Historia Antigua. Nos hicimos amigos en la capilla de Historia de la Complutense. Aquella mañana me dijo "Tío, es un desperdicio que gustándote escribir, y dándosete bien, no lo hagas". Aquello fue lo que me decidió a ponerme en serio a escribir mi primera novela histórica, en la cual estoy inmerso. Quizá, si no hubiera tenido aquella conversación con el viejo profesor, si no me hubiera animado a hacer el Máster y si no me hubiera hecho amigo de Iñaki, ahora no estaría escribiendo ese libro. De nuevo, la sincronicidad, la causalidad, las señales actuaron en mi vida.
Providencia Divina, Sincronicidades, Causalidad. Términos hermanos que nos lanzan señales para ayudarnos. |
Por ello, querido amigo, es tan importante prestar atención a lo que vivimos, a las señales que se nos presentan y nos dicen "ven por aquí", a las personas que vamos conociendo en nuestro caminar por la vida. Es vital para nosotros, si de verdad queremos que nuestros sueños se cumplan, vivir atentos a las señales que Dios o, en definitiva, la propia vida, nos mandan. Te contaré una historia con sentido. Un señor se cayó al mar. Fueron a buscarle en una lancha. Denegó la ayuda diciendo "Dios me ayudará". Fueron a buscarle en un helicoptero. Denegó la ayuda diciendo "Dios me ayudará". Fueron a buscarle en un buque militar. Denegó la ayuda diciendo "Dios me ayudará". Murió ahogado el hombre y se encontró con Dios. Le echó en cara a su Creador que no le hubiera ayudado. Dios, entonces, le dijo "¡Claro que te ayudé! Te envié una lancha, un helicoptero y un buque militar. Pero rechazaste la ayuda, no estuviste atento a las señales que te mandé". Amigo, que no te ocurra lo mismo. No te quejes cuando algo te vaya mal. Quizá, en realidad, las señales te están hablando diciendo "Vé por otro camino".
He querido concluir con esta historia, querido léctor, para animarte a prestar atención en tu vida a esas señales que te pueden guiar por el sendero que debes recorrer si quieres luchar por tus sueños. El concepto de la Providencia, de la Causalidad, de la Sincronicidad nos muestran que, aunque el destino no está escrito, todos tenemos una vocación, un objetivo que cumplir en esta vida. Pero de nosotros depende el ser conscientes de ello. Como dije en mi anterior artículo, sobre la actitud, hemos de hacernos cargo de nosotros mismos, tal como decía el recientemente fallecido Wayne Dyer. Solo siendo responsables de tí mismo, amigo léctor, solo tomando conciencia de lo que haces en cada momento de tu vida, siendo plenamente consciente de las decisiones que tomas y lo que conllevan, solo centrándonte en el momento presente, podrás estar atento a esas señales que te guían durante tu vida. Solo de ese modo podrás luchar por conseguir tus sueños ¿Estás dispuesto? Yo, desde luego, te animo a que lo hagas.