martes, 19 de mayo de 2015

El equilibrio de la piramide inmortal. Reflexiones sobre la vida misma.


Me estoy terminando de leer "La Pirámide Inmortal", de Javier Sierra. En este libro, el escritor turolense plantea una serie de acontecimientos que llevaron, según él, a Napoleón Bonaparte a pasar una noche dentro de la Pirámide de Keops, en Giza. Permaneció en el interior de la Gran Pirámide durante unas horas nocturnas que le cambiarían la vida por completo.

Pero en este artículo no comentaré el libro, sino que voy a escribir sobre una serie de reflexiones que me han venido en estos días mientras lo leía. Si por una cosa me gusta especialmente Javier Sierra es porque no se limita a narrar una historia, sino que te invita a reflexionar sobre aspectos como el misterio, el más allá, la historia o la mitología. En "La Pirámide Inmortal", como digo, lo ha conseguido.

Una primera reflexión me vino cuando acudí el pasado otoño a una firma de libros en la FNAC. Estuvimos hablando brevemente y me dijo que estaba en una buena edad para escribir, pues a partir de los 30 es cuando ya se comienza a tener un recorrido vital que te permite reflexionar sobre lo pasado, contemplar el presente y preparar el futuro, es a partir de esa edad cuando uno comienza a entender la vida. Realmente, creo que tiene razón. En mi caso, he tenido que pasar por diferentes fases vitales para poder comprender algunas cosas de mi vida, de la vida en general. De niño, quizá viví en una burbuja pues, a pesar de sufrir bullying, fui un niño feliz y protegido por mi familia y amigos frente a cualquier amenaza exterior. Después, durante la adolescencia, me encontré entre el interés por adquirir conocimientos y la edad del pavo, con lo que eso conlleva. Luego fui a la Universidad y me llevé una gran decepción, pues no satisfizo la idea que me había forjado sobre ella. Todo lo contrario, me encontré con funcionarios que se limitaban a dar sus clases, vomitando conocimientos sin procurar que aprendieras de verdad. Evidentemente me encontré con grandes profesores, pero hubo otros que dejaban mucho que desear. Luego entré al Seminario, pero salí a los pocos meses viendo que no era lo mío. Y, por fin, los Máster de Historia y Periodismo que realicé. Fue un recorrido académico que, junto a otras vivencias personales con la familia, los amigos y la sociedad, me plantó en los 30 años permitiéndome un atisbo de conocimiento sobre lo que en realidad es la vida. Debo decir, humildemente, que en realidad solo se que no se nada. Pero, al menos, tengo algo más de conocimiento vital que hace, tan sólo, cuatro años. Entonces no comprendía bien cual era el propósito de mi vida, incluso me daba miedo el futuro. Hoy ya no. Sé que mi propósito, lo que me gusta, mi vocación, el motivo por el que estoy aquí, es escribir. Lo haré unas veces mejor, otras peor. Unas veces escribiré libros, otras lo que haré será escribir en blogs. Pero, desde luego, he nacido para escribir. Y, como dice Javier Sierra, los 30 años es una buena edad para hacerlo. Se comienza a vivir de verdad, se comienza a comprender la vida.

La segunda reflexión que he tenido leyendo "La Pirámide Inmortal" es sobre lo que los egipcios llamaban el Maat. El equilibrio, la armonía del universo.Es un concepto de equilibrio y armonía cósmicos que existen desde la creación del mundo y conviene conservar. Se le relaciona con la armonía griega o la virtud judeo-cristiana. Cuando miramos el cielo estrellado nos damos cuenta de que hay un aparente caos. Sin embargo, el firmamento está en un caos ordenado, como lo llama un amigo. Hay un equilibrio universal (creado por una causa infinita, motor inmóvil infinito e incausado, que diría Aristóteles). Ese equilibro hace que, por ejemplo, la Tierra de vueltas entorno al Sol y, al mismo tiempo, la Luna de vueltas alrededor de la Tierra sin chocarse, por mucho que se muevan. Pero el concepto del Maat va mas allá. Hace referencia a aspectos que atañen al alma humana, como el bien o el estado anímico. Un ejemplo: el niño roba en la tienda. El padre lo sorprende, le reprende y obliga a devolver lo substraído. Se cumpliría ese Maat-equilibrio-virtud, pues a una acción negativa se le une una positiva, la restauración de lo robado, que permite devolver esa armonía que ha sido alterada. Otro ejemplo: una persona se encuentra bajo de ánimo. Hay algo que está trastocando esa armonía, pues la persona siente emociones negativas, no tiene equilibrio emocional. Pero esa persona decide poner música alegre y se pone a hacer ejercicio. Con esa acción se le pasa la mala emoción y comienza a sentir paz. Hay Maat, hay equilibrio en su vida.  En definitiva, parafraseando a Simeone, consiste en ir minuto a minuto, partido a partido (día a día), siendo consciente de uno mismo, para conseguir mantener el equilibrio vital en todo momento. Siempre digo que se ha malinterpretado el "Carpe diem", pues los romanos con esa frase no querían decir sino "aprovecha el momento". Sin embargo, generalmente se cree que en realidad decían "vive el momento de modo hedonista". Pero en realidad no es así. Consiste en aprovechar el momento, en trabajar cada momento de nuestra vida, sin amargarnos por el pasado o temer el futuro. También en lo relativo al equilibrio en nuestra vida. Una persona que vive, de modo consciente el presente, es más fácil que tenga ese equilibrio, ese Maat, en su vida que otro que vive agobiado por el futuro o pasmado recordando el pasado.

La tercera y última reflexión es en lo relativo a lugares especiales donde uno siente que vuelve a renacer, sitios donde, por algún motivo, parece que las heridas interiores que uno tiene son, de pronto, sanadas. Napoleón Bonaparte experimenta ese renacer en la Pirámide de Keops. En mi caso, como he escrito en varias ocasiones, tengo uno muy especial: Santoyo. Hay algo en ese pueblo, como si tuviera alma, como su el pueblo y sus alrededores fueran un ente vivo, que cada vez que voy siento paz y todos los males que llevo allí se me curan por completo. Tengo muy vivo el recuerdo de ir de pequeño, cuando sufría acoso escolar, con el alma rota y volvía con el alma reparada. Mientras escribía esto me acordaba de mi mismo, de crío, volviendo en el coche a Madrid, llorando porque quería quedarme allí. Lo que siento cada vez que voy a Santoyo es como una sensación de amor que me sana por dentro. Evidentemente también influye el tener allí familia y buenos amigos. Pero, desde luego, la paz que siento cuando paseo por sus eras no la tengo en ningún otro sitio. Otro lugar que significa también mucho para mí es Guadarrama, pues siempre que subo a la piscina, rodeada por inmensas montañas, siento gran paz y el estrés de Madrid se me pasa al instante. También Lourdes, evidentemente, donde he vivido cosas increibles. Pero hay un lugar especial, un sitio donde renací tras una depresión que duró tres años y tres meses: Pelayos de la Presa. Aquella noche del 9 de junio de 2012 experimenté algo parecido a lo que vivió Napoléon en la Gran Pirámide. No vi humanoides luminosos, es cierto. Pero si una luminosidad cruzando el cielo, haciendo un extraño movimiento, con un espacio de tiempo en el que estuvo parada. Probablemente nunca sepa lo que fue. Lo más racional es pensar que se trató de un satélite que pasó por allí en aquellos momentos. En cualquier caso, era como si el destino ¿Quizá el Maat? Me hubiera destinado a ver aquello justo en aquel momento y lugar. Fue mi Gran Pirámide, el lugar donde volví a renacer, donde reencontré la luz tras más de tres años de oscuridad.

En definitiva, me ha gustado mucho "La Pirámide Inmortal" de Javier Sierra. A algún amigo le decepcionó un poco. Es cierto que ha tenido algunos libros mejores. Pero, por ejemplo, creo que es mejor que "El Maestro del Prado". Ese libro si me decepcionó un poco, aunque quizá se deba a que tengo muy interiorizado lo que aprendí sobre Historia del Arte en el colegio. Lo que si tengo claro son estas tres reflexiones que he compartido en este artículo. La primera, que ahora es cuando comienzo a entender la vida, cuando puedo echar una mirada serena al pasado y recordar todo lo vivido y aprendido para utilizarlo en mi día a día. La segunda, que debo tener equilibrio en mi vida. El equilibrio se consigue cuando uno ve más o menos clara su misión en la vida y se lanza en pos de el. El equilibrio se consigue siendo consciente de cada instante vivido, para rápidamente sustituir lo negativo por lo positivo, para no dejar que la negatividad te envuelva. El equilibrio es lo que nos permite lograr la felicidad, aunque tan solo sean pequeños atisbos de esta. La tercera, que hay lugares donde uno puede retirarse para experimentar la sanación del alma. En mi caso son, entre otros, estos tres que he mencionado. Pero cada uno tiene los suyos. Seguro. Os recomiendo el libro y espero que os ayuden estas tres reflexiones.