Llegó el momento tan esperado, conozco a todos los que ayer fueron ordenados en Getafe, pero con dos de ellos tengo una añeja amistad puesto que les conozco desde 2005, cuando peregrinamos rumbo a Colonia. Desde entonces, he seguido sus vocaciones desde diferentes ópticas: como parroquiano de la Santísima Trinidad del Bosque, en el introductorio, en el seminario, en la facultad de San Dámaso al tiempo que iba formándome como franciscano seglar y ahora mientras hago el Máster en Historia Antigua.
Quedé en San Francisco el Grande con unos amigos seminaristas de Palencia (por cierto, que están de enhorabuena pues tras unos años de sequía ha entrado un nuevo seminarista) y nos llevó un sacerdote recientemente ordenado en Madrid.
Cuando llegamos el Cerro me dirigía la ermita, que es también la capilla del seminario... esa que aun hoy, unos años después de haberme ido de allí, sigo considerando mi capilla. No solo me ocurre esto porque estuve allí de seminarista, recé mucho allí y tengo gratos recuerdos de aquel tiempo sino también porque está bajo la advocación de Nuestra Señora de los ángeles, posiblemente la virgen mas franciscana ya que el Pobrecillo de Asís le tenía gran veneración y además la Porciúncula está dedicada a esa virgen. Estuve rezando un buen rato allí y dejé en la urna una petición de oración para que los seminaristas recen por mi. Salí de la ermita y me dirigí por la explanada hacia la basilica, saludé a varios amigos que me encontré y me encaminé hacia la puerta mientras eché una mirada al Sagrado Corazón, el cual no hace mucho tiempo fue restaurado y está espléndido, brillaba con un blanco dorado y parecía mostrar que, efectivamente, Dios estaba allí y se iba a producir un milagro.
En la Basilica, mientras esperábamos a la celebración también estuve hablando con varios amigos, entre ellos uno al cual creía en Indonesia y es de mis mejores amigos, no obstante es lógico que haya venido porque también estuvo en aquella inolvidable peregrinación a Colonia.
Las ordenaciones comenzaron con una procesión que partió, como es habitual, desde la sacristía recorriendo una parte de la Básilica; pude comprobar que estaba don Rafael, obispo electo de Cádiz, sirviendo una vez mas en su querido Getafe.
Los que iban a ser diáconos se pusieron a la derecha del altar mientras que los que serían ordenados sacerdotes se ubicaron en la izquierda. Busqué con la mirada y, efectivamente, allí estaban, entre los demás compañeros mios del seminario, mis dos añejos amigos.
Una vez finalizada la procesión, me vino a la mente un pensamiento raro, concretamente la película "novia a la fuga" de Julia Roberts" pensando que a ver si alguno iba a huir, pero al contrario que la Roberts los ordenandos tienen muy clara su vocación y no iban a huir de la voluntad del Señor.
Tras una breve moción y el saludo de don Joaquín, el señor obispo, llegó la Liturgia de la Palabra y tras la proclamación del Evangelio y la bendición con el Evangelario don Joaquín predicó, una vez mas de forma magistral, acerca del sacerdocio recordando las palabras del Santo Padre sobre que no se debe tener miedo, lo cual va dirigido igualmente a todos los cristianos, pues de hecho es algo que el Papa expresó en reiteradas ocasiones durante la JMJ de Madrid.
Una vez finalizada la Homilía se procedió primero a la ordenación de los diáconos con los pasos tipificados en la Tradición eclesial, personalmente quiero compartir que en varios momentos sentí muchos escalofríos (creo que se trata del Espiritu Santo, debo tener cierta sensibilidad pues al rezar por ejemplo el Padre Nuestro siento una presencia muy fuerte del Espíritu y calor en las palmas de las manos), me emocioné cuando les revistieron con las dalmáticas y les impusieron las manos.
No me averguenza decir que soy sensible, de hecho en ocasiones tiendo a llorar y ayer lloré en varios momentos de alegría por mis amigos y por los buenos recuerdos que me vinieron a la mente.
Tras ser ordenados los diáconos llegó el momento de los presbíteros, bellisimo, de gran profundidad, don Joaquín les impuso las manos, se rezó la letanía de los santos con los ordenados postrados en suelo (personalmente, recuerdo que me arrodillé para rezarlas y no se que hice, pero en un momento dado me di cuenta de que, aunque de modo diferente, estaba yo postrado también y me puse de rodillas de nuevo), estas letanías de los santos fue otro de esos momentos donde sentí escalofríos.
Después vino la imposición de manos por parte del obispo y de todo el presbiterado allí presente, lo cual trajo a mi mente la palabra "Fraternidad". Además del significado que ese gesto tiene de por si, el hecho de que otros sacerdotes impongan las manos a los nuevos presbíteros lo vi anoche como una bienvenida fraterna y me recordó el cariño que mi padre (que también fue seminarista) sentía por sus compañeros del seminario (especialmente si son sacerdotes), aquí me gustaría abrir un paréntesis:
Recuerdo una frase dicha por un gran amigo, ordenado sacerdote el año pasado, que cuando estábamos en el seminario y me recogía en Conde de Casal me comentó: "el Señor te ha dado hermanos". Me lo decía porque yo me "quejaba", por expresarlo de algún modo, de no haber tenido un hermanito gemelo, o un hermano un poco mas mayor o algo mas pequeño (tengo dos hermanas, pero yo quería un hermano). Es una frase que he valorado con el tiempo, tras salir del Seminario, puesto que debo admitir que durante mi presencia en el seminario no me preocupé mucho por mis hermanos. Yo notaba que ellos me querían, que me apreciaban, sin embargo yo no supe valorarlo entonces, de hecho iba un tanto a mi bola y con algunos seminaristas no me relacionaba mas allá de saludarles (lo cual es una pena, por ejemplo uno de los nuevos sacerdotes es un aficionado a la Historia y creo que hubiéramos hecho buenas migas, pero bueno). Sin embargo, como digo, he aprendido a valorar esa fraternidad, la importancia de tener buenos amigos cristianos, sean o no sacerdotes (eso si, como decía mi padre y lo cual comparto, quien tiene un amigo cura tiene dos veces un amigo) y doy gracias a Dios por mis amigos cristianos y, de un modo especial, por mis amigos seminaristas, pues con el tiempo he visto que allí fui querido y que estoy muy ligado a ellos.
Continuando con la celebración: tras la imposición de manos por parte de los sacerdotes los ordenandos fueron revestidos con la casulla previa colocación de la estola al modo sacerdotal. Hubo un momento en la ceremonia que me emocionó especialmente, pues vi a uno de mis grandes amigos, ordenado sacerdote, llorando y don Rafael sonriendole, fue un gesto bellisimo y lleno de significado pues se trata de un chico con un testimonio de conversión realmente impresionado, lo he escuchado varias veces (e imagino lo escucharé en su primera misa) y creo que la parábola del Buen Pastor y la del Hijo Pródigo se funden haciéndose carne en mi estimado amigo.
Finalizó el rito de ordenación y prosiguió la Eucaristía con el Credo y con los nuevos presbíteros concelebrando. Creo que el momento mas especial de toda la Ordenación fue el de la Consagración con los nuevos sacerdotes extendiendo las manos en este momento cumbre de la Santa Misa por primera vez en sus vidas.
Otra reflexión que me vino a la mente fue acerca del misterio que supone que una persona sea ordenada sacerdote, especialmente en un mundo donde parece que todo tiene un fin, todo se acaba, puesto que la identidad del sacerdote ministerial es algo que queda impregnado, cubriendo toda la persona del sacerdote para toda la eternidad tal como reza el salmo: "tu eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec". Ese carácter eterno supone que si un sacerdote "se sale de cura" conserva la marca de la ordenación que recibió, otra cosa es que al renunciar a ser sacerdote queda evidentemente inhabilitado para ejercer el ministerio.
Tras la misa estuvimos hablando un rato en la explanada y aproveché para saludar a mas amigos con los que me encontré (es lo que tiene conocer tanta gente en la Diócesis). Pero no me puede quedar, como me hubiera gustado, a saludar a los ordenados al depender de quien conducía, en esos casos no queda otro remedio que acatar.
La impresión sobre las ordenaciones que tenían los seminaristas de Palencia y el sacerdote que nos llevó coincidía con la mía, fue una ceremonia bellisima, muy intensa espiritualmente y con una gran presencia del Espíritu Santo (el cual, evidentemente, está en toda ordenación, toda Eucaristía, pero es cierto que en Getafe parece todo mas intenso, mas profundo, mas bello...). Es verdad que se pudo hacer algo larga ya que duró tres horas, pero en mi caso de no ser por el dolor de pies (no me senté) se me hubiera hecho corta.
El otro día comentaba con una amiga de la Diócesis que un sacerdote de Getafe se marcha a Cádiz con don Rafael pues el obispo electo de esta ciudad quiere llevar allí el estilo getafense. Precisamente ayer, según comentó don Joaquín, se cumplieron veinte años de la creación de la Diócesis. Cómo digo, hay un estilo, una forma de hacer las cosas en Getafe que ha dado mucho fruto. Es cierto que a podido haber ocasiones donde se ha dado mas importancia a las vocaciones sacerdotales y religiosas, o al menos que ha dado esa sensación, que a la vocación matrimonial, pero los tres son campos que en la Pastoral de Juventud de la Diócesis son bien trabajados.
Haciendo un breve repaso al plan vocacional sacerdotal existe una escuela de monaguillos, un grupo llamado Eiger, ambos orientados de alguna forma al sacerdocio, también está el Seminario Menor. Por otra parte, en las parroquias hay presencia de seminaristas, los cuales también van a actividades diocesanas como la Jornada de la Juventud o a peregrinaciones y dan de esa forma testimonio. En fin, existe una serie de aspectos que, de ser copiados en Diócesis con pocas vocaciones e incluso con seminarios cerrados, podrían hacer crecer las vocaciones. Hay una cosa clara, el Espíritu cuando quiere llamar a alguien lo hace, pero evidentemente si desde pequeños los jóvenes conocen el verdadero valor del sacerdocio, la verdadera imagen del sacerdote es mas fácil que un chico se decida a entrar al seminario pues de esa forma se le facilitan las cosas al Espíritu especialmente en una época como esta en la cual hay tantos estereotipos y prejuicios acerca del sacerdocio debido a tanta campaña de manipulación y a las constantes falacias ad hominen que se vierten (según las cuales como hay un mal sacerdote ya todos "necesariamente" son malos).
En definitiva, ha sido un acontecimiento lleno de Gracia, donde personalmente he vivido algo excepcional acompañando con mi presencia y oración a mis amigos en este día tan importante y trascendental. Por otra parte este acontecimiento me ha hecho darme cuenta de la especial cercanía y del cariño que deberé tener hacia los sacerdotes cuando haga la profesión como franciscano, si Dios quiere el año próximo.
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