Desde bien pequeño me encanta viajar. Conocer lugares nuevos y sociedades que, quizá, desde la butaca de tu salón no puedes conocer en su totalidad salvo que salgas del salón de casa y de ti mismo. Cuando uno viaja se abre a nuevas realidades buscando los nexos espirituales y humano que te unen a personas de diferente lengua, credo, raza...¿Quizá algun dia descubriremos vida fuera de la tierra? el universo es infinito pero, de momento, centremonos en nuestro planeta hasta que contactemos con Roger (un marciano que sale en la serie American Dad).
A lo largo de mis recién cumplidos treinta años he recorrido Europa, Asia, América y África. Me falta conocer Oceanía. Sin embargo, salvo una vez de chiquitito, no había estado en San Sebastián. Aquella vez fui de paso, yendo a Lourdes, y me alojé en el hotel Londres. No recordaba haber recorrido sus calles o pasear por la playa de la concha, tampoco había ido de pintxos por el casco viejo. Por eso quiero aprovechar para saborear esta ciudad para, posteriormente, plasmar mis impresiones por escrito.
Del Pais Vasco conozco Bilbao y Vitoria. La primera con su Guggenheim, el cual ha contribuido a embellecer esa ciudad antes cubierta por la tez negra procedente de aquel Bilbao industrial desde cuyas montañas no podía divisarse la ciudad. Vitoria, con su Blanca Paloma, su catedral y ese casco viejo de añejo sabor medieval que nos retrotrae a los tiempos en que trovadores y juglares se disputaban la narración de gestas sobre héroes legendarios.
Pero San Sebastián es la joya de la corona. De ella dicen que es la ciudad mas bella de España, acaso rivalizando con Sevilla y, sobre todo, esa Granada cuya pérddida tanto lloró Boabdil. He venido con mi madre aprovechando el Puente de Mayo
Empecé a escribir este artículo en el tren, mi medio de transporte favorito. Es cierto que en avión se tarda muy poco, pero a costa de no poder disfrutar del paisaje. El bus es mas barato pero no se puede pasear por los pasillos ni ir a la cafetería a tomarte un café mientras miras por la ventana. El coche, si se piensa detenidamente, a la larga es mas caro y con ciertas incomodidades (atascos, parar a echar gasolina, parar a comer, aparte que no conduzco ni tampoco tengo especiales ganas. En cuanto al barco ¿Tiene Madrid mar? la respuesta es evidente.
Cuando viajo en tren tengo mis propios rituales. Me gusta llegar con tiempo a la estación, normalmente Chamartín. Compro el periodico y lo leo mientras desayuno. Posteriormente doy un paseo viendo las tiendas de la estación y voy al baño. Me gusta entrar pronto al tren y quedarme sentado pensando mientras espero a que comience a andar.
En San Sebastián nos recibió una tromba de agua que duró toda la jornada. A simple vista puede parecer un fastidio pero, cómo ocurre en Santander, la lluvia no le quita encanto a la ciudad. Dejamos las cosas en el hotel y nos fuimos a comer al bar Pepe, en la playa de Ondarreta. Unos pintxos. Éstuvimos en el hotel descansando un rato y despues nos fuimos al centro de la ciudad. Fuimos a misa a la iglesia de las Reparadoras. Fue una Eucaristía bilingue, el sacerdote hablaba en castellano y las canciones fueron en euskera. Me gustó de forma especial como sonaba el Padre Nuestro en euskera, aunque me llamó la atención que es mas largo que en castellano (desde el desconocimiento de la lengua me da la impresión de que se usan mas palabras en euskera). Vimos la plaza de la Catedral aunque no entramos, la visitaremos hoy con mas detenimiento creo.
Después cenamos en Tierra y Mar, un restaurante que hay en una calle bastante cercana a la Catedral. Al hotel llegamos sobre las 22:30 y estuve un rato conectado a internet antes de irme a dormir. No me acosté demasiado tarde ya que me había levantado a las seis de la mañana para ir al tren, pues salía a las ocho.
La primera impresión de San Sebastián fue la de una ciudad bien cuidada, con aspecto señorial de estilo parisino. En los siguientes dias la patearemos bien, aunque también pensamos visitar algunos pueblos cercanos. La única pega que son pocos dias.
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