Estoy repasando los apuntes que tomé cuando hice en mi viaje a San Sebastián, hace un mes. Tengo apuntes de todos los días, así que los plasmaré por aquí.
El domingo 29 de abril desperté en el hotel que lleva el mismo nombre que la ciudad. Lo primero que hice fue rezar laudes, con el monte Igueldo al fondo, y un poquito de oración. Tras lavarme bajé con mi madre a desayunar a la cafetería del hotel. Zumo de naranja, café con leche y tostadas, muy rico pero bastante caro. Mientras desayunaba estuve hojeando el Diario de Guipuzkoa viendo sobre todo las noticias sobre el juego de la pelota y también sobre las traineras, dos deportes que me gustan bastante. Cómo curiosidad decir que o el domingo o el lunes en el periódico venía una noticia sobre que unos traineros de Hondarribia habían ganado la competición.
Salimos a la calle. Era un día bastante soleado y bajamos a la playa de Ondarreta. A nuestra izquierda se divisaba perfectamente la playa de La Concha con el pináculo del Buen Pastor y la escultura del Sagrado Corazón al fondo. Nosotros nos encaminamos al funicular que sube al monte Igueldo. Tanto el edificio como el propio funicular conservan ese sabor a cosas antiguas que a mi tanto me gustan. Precisamente en 2012 es el centenario del funicular. Las cabinas son de madera, pintadas en blanco y desde el funicular se ve toda San Sebastián con una vista preciosa.
Cuando llegamos al Monte Igueldo subimos por unas escaleras y ahí estaba el parque de atracciones, también con un sabor añejo que le hace especial. Uno que ha conocido diferentes lugares de recreación (como el parque de atracciones de Madrid, el de la Warner o Disneylandia en Los Ángeles) piensa que tal vez el mas especial de ellos es el del Igueldo precisamente por su antiguedad. No conozco el del Tibidabo, espero ir algún día a Barcelona y conocerlo.
Desde lo alto del monte se divisa toda San Sebastián y parte de Guipuzkoa. Se ve el Sagrado Corazón con el puerto al lado, según creo la zona mas antigua que se conserva en San Sebastián tras el incendio de 1813. Tengo en mis apuntes que aquel día se dio una curiosa coincidencia pues estaba en el lugar cuya catedral se llama del Buen Pastor en el día de la festividad del Buen Pastor.
Desde el Igueldo se aprecia a la perfección la forma de concha que tiene San Sebastián. Aquel día el Cantábrico estaba en calma, algo raro, había barcos y piraguas surcándolo. En el monte había mucha gente tanto en las atracciones como en las cafeterías. Es curiosa la diversidad de matices que se observan desde el Igueldo, el color escarlata del mar junto con los diversos tonos verdosos de los montes guipuzcoanos. Me recordaba a los Lagos de Plivitce, en Croacia, donde estuve el año pasado.
Estuvimos tomando un café allí disfrutando de las vistas. Después bajamos hasta la ciudad y atravesamos Ondarreta y, posteriormente, La Concha para llegar hasta el casco viejo. Pasamos cerca de la iglesia del Buen Pastor pero como ya era la hora de comer nos fuimos al puerto. Elegimos el Restaurante Sebastián, una parrillada de mero y merluza, con muy buen sabor todo, regados por un Txacolí. Era de buena calidad, aunque la terraza un poco incomoda ya que al estar bajo un soportal practicamente las mesas están pegadas. Aunque la mañana había sido soleada se fue nublando a medida que pasó el día y, mientras comíamos, diluvió. Sin embargo cuando terminamos de comer volvió a salir el sol, algo que nos permitió ir hasta el hotel caminando, de nuevo por la playa.
Había que reposar la comida, por ello gran parte de la tarde la pasamos en el hotel, además el tiempo andaba revuelto pues en ocasiones llovió un poco, aunque la noche fue despejada. Yo me bajé al ordenador público del hotel y estuve hablando con amigos por internet.
Subí a la habitación a buscar a mi madre y salimos con dirección al casco viejo, otra vez caminando. Estuvimos deambulando por aquellas calles, muy bulliciosas. Nos sentamos a cenar en un bar de pintxos en la Plaza de la Constitución y después fuimos al hotel en autobús.
Y así transcurrió un día en San Sebastián. En el hotel me duché y luego estuve en la habitación con el portátil viendo El Rey León. Ese fin de semana CUATRO lo dedicó a poner películas de Disney y por la noche pusieron esa película. Me llevó de nuevo a mi infancia pues aun recuerdo el día que, con doce años, fui a verla al cine con mi hermana. Unos cines que estaban en Aluche y que hoy no existen (hay un supermercado en ellos).
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