(Publicado en Infovaticana el 10 de junio de 2014).
La Orden Franciscana Seglar (OFS) ocupa, dentro de la gran familia franciscana, un lugar peculiar pues son laicos que han decidido seguir a Jesucristo Pobre y Crucificado a la manera de San Francisco de Asís, consagrando de esa manera su vida al servicio de Dios y de los hombres. Es la tercera rama de la Orden Franciscana. La Primera Orden son los frailes hermanos menores (capuchinos, conventuales...), la Segunda Orden son las monjas (clarisas, ect,) y mientras que la Orden Tercera, los llamados Terciarios, se compone de Regulares y Seglares. Los regulares viven en comunidad, mientras que los seglares viven en el mundo y pueden ser o bien laicos o bien sacerdotes diocesanos (santos famosos son san Luis de Francia, santa Inés de Hungría o san Juan Bosco y San Pío X).
Podemos decir, por tanto, que consagrarse dentro de la Orden Franciscana Seglar supone comprometerse a un modo de vida evangélico yendo "del Evangelio a la vida y de la vida al Evangelio". Es decir, que un franciscano seglar, entre otras cosas, se dedica al estudio asiduo del Evangelio llevando a su vida las enseñanzas que de él extrae y, a la vez, conforma su propia vida a aquello que le enseña el Evangelio. Es cierto que todo fiel cristiano debe vivir conforme a lo que enseña el Evangelio, por ello cabe destacar que la gran diferencia entre un laico y un franciscano seglar supone esa consagración especial unida a una Regla y unas Constituciones que fijan el modo de vida de quien entra a formar parte de la Orden Franciscana Seglar. Por otra parte, se accede a la Orden Franciscana Seglar a través de una fraternidad y existen unos plazos de formación convenientes con el fin de asegurar la vocación (pues ser franciscano seglar es una vocación, una llamada de Dios) tanto por parte del interesado como de los hermanos de la dicha fraternidad (pues, de hecho, hay un Consejo que discierne si la persona tiene o no vocación, votando en consecuencia).
Ese paso fue el que, de modo perpetuo, dí el pasado 24 de mayo. Ya en 2012 profesé de manera temporal, pues entonces tenía que reafirmar si tenía vocación de franciscano seglar o no. Esa profesión temporal la renové en 2013 y en mayo, por fin, ya profesé de forma perpetua. Fue una jornada de gran gozo, que me ha enriquecido notablemente y, a la vez, me hace consciente de que me he comprometido por algo por lo que verdaderamente merece la pena comprometerse: por el cumplimiento del Evangelio y de la voluntad de Dios. Para quien sienta curiosidad por la Orden Franciscana Seglar, en esta web hay gran información al respecto.
¿Por qué es motivo de gozo la Profesión?
Siento que el Señor, aún con mis pecados e imperfecciones, me ama desde la Eternidad. Soy consciente de que, ya antes de crear el mundo, tenía contados hasta el último de mis cabellos. Durante mi infancia me preservó de múltiples peligros, algunos realmente importantes. Por otra parte, siempre me acompañó durante aquellos años en que sufrí acoso escolar y sentía en mi alma, como puñaladas, la malquerencia de algunas personas hacia mí. Sin embargo el Señor nunca me dejó solo y puso personas en mi camino que me hicieron sentirme amado, especialmente mi familia y algunos buenos amigos.
Siempre tuve claro que Dios me llama a cumplir su voluntad. Anduve por varios posibles caminos para ese cumplimiento, pasando por un Seminario Diocesano incluso, pues llegué a sentir una probable vocación al sacerdocio. Sin embargo, a lo que estoy llamado desde la Eternidad es a seguir a Jesucristo tal cómo hizo san Francisco de Asís, haciéndome pequeño y humilde, alabando a la Creación y, sobre todo, ayudando a los demás a encontrar la luz de Dios en sus vidas. Siento que Dios me llama a dar luz a las gentes, a decirles que Cristo está vivo, que ha resucitado, a proclamar la Buena Nueva: que todos somos amados por Él, que ha dado su vida para salvarnos y nos llama a un camino de conversión que tiene como meta la santidad si hacemos su voluntad. Sí, porque aunque Dios nos ama, o quizá porque Dios nos ama, nos pide esa conversión, ese volver toda nuestra vida a Él y al cumplimiento de sus enseñanzas. Si cumplimos la voluntad de Dios podemos ser santos, pero es algo que hay que enseñar a las almas, hay que ayudarles a comprender el por qué de cumplir la voluntad de Dios, sobre todo en este mundo de tanto relativismo y tanta confusión. Por eso es importante la conversión. Vivir en el mundo no supone ser del mundo, y creo que los franciscanos seglares podemos tener un papel importante en la Nueva Evangelización de la que nos han hablado tanto el Papa Emérito Benedicto XVI como el Papa Francisco.
Por otra parte, siento que Dios me llama a ser un pequeño candil que ilumine al mundo, mostrando a Jesucristo Pobre y Crucificado, dando consuelo a tantas personas que sufren. Veo mucho sufrimiento, sobre todo en lo concerniente al misterio que suponen la enfermedad y la muerte. Muchas personas no ven sentido a la vida, incluso niegan la existencia de Dios porque no tienen la presencia de alguien que les de esperanza, que les hable de lo que padeció Jesús, y les explique por qué lo padeció. No han escuchado, o no han comprendido lo que supone, que Jesús resucitó y sienten que tras esta vida no hay más que vacío. Por ello me siento de alguna manera llamado a ayudar a estas personas, a quienes se encuentran enfermos, a quienes sufren por la pérdida de un familiar o un amigo. El otro día escribí sobre experiencias cercanas a la muerte. Yo no he tenido experiencias cercanas a la muerte como tal, pero si que me ha ocurrido alguna vivencia que, unida a lo que he escuchado y visto, además sobre todo de mi fe en Dios, que me hacen estar completamente seguro de que existe vida después de esta vida. Y es a eso a lo que me siento llamado, dar esperanza sobre esa Vida Eterna y a intentar mostrar, como lo hacía san Francisco, el camino para poder ser feliz en esa vida que comienza al finalizar la presente: Jesucristo.
Me llena de gozo haber sido escogido entre su rebaño para seguirlo dentro de la familia franciscana. A la vez me deja estupefacto, pues ni soy buen teólogo, ni buen filósofo, ni tan siquiera puedo decir que sea santo, aunque esto último espero poder serlo (os pido oración). Pero una vez escuché que Dios no llama a los capaces, sino que capacita a los que llama. Durante estos años de formación he visto acercarse a la OFS a personas que, por una u otra razón, al final no continuaron el camino de formación previo a profesar. Yo no soy mejor que ellos, eso lo tengo claro. Pero si soy consciente de que si Dios me ha llamado a esta forma de vida cristiana es por algo y si dejo que el Espíritu Santo y su Santa Operación actúen en mí puedo poner mis dones y talentos al servicio del Reino de Dios. No obstante, al mismo tiempo que un gran gozo, siento una enorme responsabilidad por lo que supone ser franciscano seglar, que va más allá de ir simplemente a misa o hacer obras caritativas y otros servicios a la Iglesia que cualquier laico pueda desempeñar.
¿Por qué me siento enriquecido?
Siempre he sentido el carisma franciscano como la forma más pura y auténtica de vivir el Evangelio y de seguir a Jesucristo. Muchas veces he dicho que san Francisco ha sido el tercer más grande santo de la historia (por detrás, claro está, de Jesucristo y de la Virgen María, claro que estos "juegan en una liga diferente" si me permiten la digresión). Recuerdo cuando era pequeño y leía una historia ilustrada de san Francisco, o cuando escuchaba a mis mayores hablar sobre el convento franciscano que hubo en Santoyo años ha y que desapareció tras la desamortización de Mendizábal). Como digo, siempre tuve gran cariño al Poverello. Ese ver a la Creación toda como hermana, ese ayudar a los pobres y necesitados, entre otras cosas, siempre me cautivaron. Me siento plenamente identificado con el franciscanismo: con san Francisco y santa Clara, con san Buenaventura y el beato Duns Escoto.
El franciscanismo es algo que enriquece la fe que me enseñó mi familia, aportándome esos valores que san Francisco nos legó. De pequeño alguna vez pensaba "me gustaría tener algún hermano mas de mi edad", pues mis hermanas son mayores que yo. Sin embargo, lo que he comprendido en estos años dentro de la Orden Franciscana Seglar es que Dios estaba esperando a darme más hermanos. Sí, como dijo san Francisco: "El Señor me dio hermanos", todos somos hijos de Dios, por ello tú, querido lector, eres mi hermano, igual que cualquier feligrés con el que comparta una Eucaristía, igual que cualquier persona, pues hemos sido creados por Dios, somos creaturas suyas. Comprender esto es algo que me lleva a darme cuenta de lo que verdaderamente significa "amarás a tu prójimo como a ti mismo". Si no tuviera a mi prójimo como un hermano, probablemente me costaría bastante amarle, sobre todo si ese prójimo, por ejemplo, me empuja en el metro porque lleva prisa o cosas parecidas. Pero darme cuenta de que es mi hermano me ayuda a perdonar y a orar tanto por él como por mí (especialmente para que sane posibles malos sentimientos que puedan surgirme). Es algo que está enriqueciendo a todos los niveles mi vida, tanto humana como cristianamente.
Por otra parte, me siento enriquecido también porque el Señor me ha dado un camino de conversión, de metanoia, para hacerlo vida en mí y, con ello, tratar de crecer yo y de ayudar a otros a crecer, buscando así la salvación de las almas. Muchas veces nos preguntamos "¿Señor, qué he de hacer?" y si no tratamos de escucharle puede ocurrir que se nos escape lo que Dios nos está queriendo decir, perdiendo por tanto la forma de saber cual es su voluntad y cual es el camino de conversión que ha elegido para nosotros. Como dije antes, estuve en un Seminario Diocesano. Cuando salí de allí estuve un tiempo obcecado en que tenía que irme a otro Seminario, para hacer la voluntad de Dios. Sin embargo, terminé dándome cuenta de que la voluntad de Dios, el camino de conversión y salvación que ha escogido para mí es el de ser franciscano seglar. Después ya me hará ver a su tiempo y forma si quiere que me case, que termine siendo sacerdote o que simplemente sea franciscano seglar sin optar por ninguno de esos caminos. De momento, lo que tengo claro, es que quiere que me centre en ser franciscano seglar, en seguir creciendo por este camino.
La vida es continúa formación y permanente crecimiento, pero para crecer necesitamos la ayuda de los hermanos. Por eso los franciscanos seglares nos reunimos en fraternidades locales, pues aunque no vivimos en comunidad necesitamos crecer y formarnos juntos. La fe crece si se comparte, es una de las grandes verdades que me enseñaron hace ya algunos años. A la vez, los hermanos necesitan de nosotros para crecer. Sea un consejo, una palabra de ánimo, sea nuestro servicio en la Fraternidad local, regional o nacional. Igualmente cualquier cristiano necesita a sus hermanos para poder crecer en el seguimiento de Cristo. Por eso creo que los franciscanos seglares podemos tener un papel bonito e importante dentro en la labor de la Iglesia. Además, por nuestro vivir en el mundo, podemos llegar a aquellos que se encuentran alejados de la Iglesia o que no creen en Dios y anunciarles la Buena Nueva. O simplemente, ayudar, confortar, consolar a quien se encuentra necesitado, triste o atribulado.
¿Por qué me siento comprometido?
Ser franciscano seglar supone comprometerse a vivir plena y totalmente el Evangelio, con radicalidad, dando testimonio de mi fe y obras como franciscano y cristiano. Esto conlleva gran responsabilidad. Me siento comprometido a conseguir, con la ayuda de Dios, un mundo mejor, donde los que sufren, especialmente niños, se sientan amados y todos nos sintamos hermanos, como realmente somos. Me siento comprometido a dar luz, colocando el celemín junto al Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo para que todos puedan verlo y amarle, para que quien no le conoce se pueda convertir. Por tanto, me siento comprometido a dar luz y esperanza a una humanidad que gime desconsolada como en medio de las tinieblas.
Por ello, querido lector, te pido ores por mí, para que sea fiel a este camino al que el Señor me ha llamado y para que, con la ayuda de la Virgen María, pueda ser santo. Ojalá a través mío sean muchos los que encuentren a Jesucristo y le tengan por Dios y Señor, convirtiéndose y, con ello, se puedan ganar almas para el Reino de Dios.
Querido lector, termino deseando que el Señor te bendiga y te guarde, te muestre su rostro y te de su salvación. Que todas las criaturas alaben al Señor. Paz y Bien.
La Orden Franciscana Seglar (OFS) ocupa, dentro de la gran familia franciscana, un lugar peculiar pues son laicos que han decidido seguir a Jesucristo Pobre y Crucificado a la manera de San Francisco de Asís, consagrando de esa manera su vida al servicio de Dios y de los hombres. Es la tercera rama de la Orden Franciscana. La Primera Orden son los frailes hermanos menores (capuchinos, conventuales...), la Segunda Orden son las monjas (clarisas, ect,) y mientras que la Orden Tercera, los llamados Terciarios, se compone de Regulares y Seglares. Los regulares viven en comunidad, mientras que los seglares viven en el mundo y pueden ser o bien laicos o bien sacerdotes diocesanos (santos famosos son san Luis de Francia, santa Inés de Hungría o san Juan Bosco y San Pío X).
Podemos decir, por tanto, que consagrarse dentro de la Orden Franciscana Seglar supone comprometerse a un modo de vida evangélico yendo "del Evangelio a la vida y de la vida al Evangelio". Es decir, que un franciscano seglar, entre otras cosas, se dedica al estudio asiduo del Evangelio llevando a su vida las enseñanzas que de él extrae y, a la vez, conforma su propia vida a aquello que le enseña el Evangelio. Es cierto que todo fiel cristiano debe vivir conforme a lo que enseña el Evangelio, por ello cabe destacar que la gran diferencia entre un laico y un franciscano seglar supone esa consagración especial unida a una Regla y unas Constituciones que fijan el modo de vida de quien entra a formar parte de la Orden Franciscana Seglar. Por otra parte, se accede a la Orden Franciscana Seglar a través de una fraternidad y existen unos plazos de formación convenientes con el fin de asegurar la vocación (pues ser franciscano seglar es una vocación, una llamada de Dios) tanto por parte del interesado como de los hermanos de la dicha fraternidad (pues, de hecho, hay un Consejo que discierne si la persona tiene o no vocación, votando en consecuencia).
Ese paso fue el que, de modo perpetuo, dí el pasado 24 de mayo. Ya en 2012 profesé de manera temporal, pues entonces tenía que reafirmar si tenía vocación de franciscano seglar o no. Esa profesión temporal la renové en 2013 y en mayo, por fin, ya profesé de forma perpetua. Fue una jornada de gran gozo, que me ha enriquecido notablemente y, a la vez, me hace consciente de que me he comprometido por algo por lo que verdaderamente merece la pena comprometerse: por el cumplimiento del Evangelio y de la voluntad de Dios. Para quien sienta curiosidad por la Orden Franciscana Seglar, en esta web hay gran información al respecto.
¿Por qué es motivo de gozo la Profesión?
Siento que el Señor, aún con mis pecados e imperfecciones, me ama desde la Eternidad. Soy consciente de que, ya antes de crear el mundo, tenía contados hasta el último de mis cabellos. Durante mi infancia me preservó de múltiples peligros, algunos realmente importantes. Por otra parte, siempre me acompañó durante aquellos años en que sufrí acoso escolar y sentía en mi alma, como puñaladas, la malquerencia de algunas personas hacia mí. Sin embargo el Señor nunca me dejó solo y puso personas en mi camino que me hicieron sentirme amado, especialmente mi familia y algunos buenos amigos.
Siempre tuve claro que Dios me llama a cumplir su voluntad. Anduve por varios posibles caminos para ese cumplimiento, pasando por un Seminario Diocesano incluso, pues llegué a sentir una probable vocación al sacerdocio. Sin embargo, a lo que estoy llamado desde la Eternidad es a seguir a Jesucristo tal cómo hizo san Francisco de Asís, haciéndome pequeño y humilde, alabando a la Creación y, sobre todo, ayudando a los demás a encontrar la luz de Dios en sus vidas. Siento que Dios me llama a dar luz a las gentes, a decirles que Cristo está vivo, que ha resucitado, a proclamar la Buena Nueva: que todos somos amados por Él, que ha dado su vida para salvarnos y nos llama a un camino de conversión que tiene como meta la santidad si hacemos su voluntad. Sí, porque aunque Dios nos ama, o quizá porque Dios nos ama, nos pide esa conversión, ese volver toda nuestra vida a Él y al cumplimiento de sus enseñanzas. Si cumplimos la voluntad de Dios podemos ser santos, pero es algo que hay que enseñar a las almas, hay que ayudarles a comprender el por qué de cumplir la voluntad de Dios, sobre todo en este mundo de tanto relativismo y tanta confusión. Por eso es importante la conversión. Vivir en el mundo no supone ser del mundo, y creo que los franciscanos seglares podemos tener un papel importante en la Nueva Evangelización de la que nos han hablado tanto el Papa Emérito Benedicto XVI como el Papa Francisco.
Por otra parte, siento que Dios me llama a ser un pequeño candil que ilumine al mundo, mostrando a Jesucristo Pobre y Crucificado, dando consuelo a tantas personas que sufren. Veo mucho sufrimiento, sobre todo en lo concerniente al misterio que suponen la enfermedad y la muerte. Muchas personas no ven sentido a la vida, incluso niegan la existencia de Dios porque no tienen la presencia de alguien que les de esperanza, que les hable de lo que padeció Jesús, y les explique por qué lo padeció. No han escuchado, o no han comprendido lo que supone, que Jesús resucitó y sienten que tras esta vida no hay más que vacío. Por ello me siento de alguna manera llamado a ayudar a estas personas, a quienes se encuentran enfermos, a quienes sufren por la pérdida de un familiar o un amigo. El otro día escribí sobre experiencias cercanas a la muerte. Yo no he tenido experiencias cercanas a la muerte como tal, pero si que me ha ocurrido alguna vivencia que, unida a lo que he escuchado y visto, además sobre todo de mi fe en Dios, que me hacen estar completamente seguro de que existe vida después de esta vida. Y es a eso a lo que me siento llamado, dar esperanza sobre esa Vida Eterna y a intentar mostrar, como lo hacía san Francisco, el camino para poder ser feliz en esa vida que comienza al finalizar la presente: Jesucristo.
Me llena de gozo haber sido escogido entre su rebaño para seguirlo dentro de la familia franciscana. A la vez me deja estupefacto, pues ni soy buen teólogo, ni buen filósofo, ni tan siquiera puedo decir que sea santo, aunque esto último espero poder serlo (os pido oración). Pero una vez escuché que Dios no llama a los capaces, sino que capacita a los que llama. Durante estos años de formación he visto acercarse a la OFS a personas que, por una u otra razón, al final no continuaron el camino de formación previo a profesar. Yo no soy mejor que ellos, eso lo tengo claro. Pero si soy consciente de que si Dios me ha llamado a esta forma de vida cristiana es por algo y si dejo que el Espíritu Santo y su Santa Operación actúen en mí puedo poner mis dones y talentos al servicio del Reino de Dios. No obstante, al mismo tiempo que un gran gozo, siento una enorme responsabilidad por lo que supone ser franciscano seglar, que va más allá de ir simplemente a misa o hacer obras caritativas y otros servicios a la Iglesia que cualquier laico pueda desempeñar.
¿Por qué me siento enriquecido?
Siempre he sentido el carisma franciscano como la forma más pura y auténtica de vivir el Evangelio y de seguir a Jesucristo. Muchas veces he dicho que san Francisco ha sido el tercer más grande santo de la historia (por detrás, claro está, de Jesucristo y de la Virgen María, claro que estos "juegan en una liga diferente" si me permiten la digresión). Recuerdo cuando era pequeño y leía una historia ilustrada de san Francisco, o cuando escuchaba a mis mayores hablar sobre el convento franciscano que hubo en Santoyo años ha y que desapareció tras la desamortización de Mendizábal). Como digo, siempre tuve gran cariño al Poverello. Ese ver a la Creación toda como hermana, ese ayudar a los pobres y necesitados, entre otras cosas, siempre me cautivaron. Me siento plenamente identificado con el franciscanismo: con san Francisco y santa Clara, con san Buenaventura y el beato Duns Escoto.
El franciscanismo es algo que enriquece la fe que me enseñó mi familia, aportándome esos valores que san Francisco nos legó. De pequeño alguna vez pensaba "me gustaría tener algún hermano mas de mi edad", pues mis hermanas son mayores que yo. Sin embargo, lo que he comprendido en estos años dentro de la Orden Franciscana Seglar es que Dios estaba esperando a darme más hermanos. Sí, como dijo san Francisco: "El Señor me dio hermanos", todos somos hijos de Dios, por ello tú, querido lector, eres mi hermano, igual que cualquier feligrés con el que comparta una Eucaristía, igual que cualquier persona, pues hemos sido creados por Dios, somos creaturas suyas. Comprender esto es algo que me lleva a darme cuenta de lo que verdaderamente significa "amarás a tu prójimo como a ti mismo". Si no tuviera a mi prójimo como un hermano, probablemente me costaría bastante amarle, sobre todo si ese prójimo, por ejemplo, me empuja en el metro porque lleva prisa o cosas parecidas. Pero darme cuenta de que es mi hermano me ayuda a perdonar y a orar tanto por él como por mí (especialmente para que sane posibles malos sentimientos que puedan surgirme). Es algo que está enriqueciendo a todos los niveles mi vida, tanto humana como cristianamente.
Por otra parte, me siento enriquecido también porque el Señor me ha dado un camino de conversión, de metanoia, para hacerlo vida en mí y, con ello, tratar de crecer yo y de ayudar a otros a crecer, buscando así la salvación de las almas. Muchas veces nos preguntamos "¿Señor, qué he de hacer?" y si no tratamos de escucharle puede ocurrir que se nos escape lo que Dios nos está queriendo decir, perdiendo por tanto la forma de saber cual es su voluntad y cual es el camino de conversión que ha elegido para nosotros. Como dije antes, estuve en un Seminario Diocesano. Cuando salí de allí estuve un tiempo obcecado en que tenía que irme a otro Seminario, para hacer la voluntad de Dios. Sin embargo, terminé dándome cuenta de que la voluntad de Dios, el camino de conversión y salvación que ha escogido para mí es el de ser franciscano seglar. Después ya me hará ver a su tiempo y forma si quiere que me case, que termine siendo sacerdote o que simplemente sea franciscano seglar sin optar por ninguno de esos caminos. De momento, lo que tengo claro, es que quiere que me centre en ser franciscano seglar, en seguir creciendo por este camino.
La vida es continúa formación y permanente crecimiento, pero para crecer necesitamos la ayuda de los hermanos. Por eso los franciscanos seglares nos reunimos en fraternidades locales, pues aunque no vivimos en comunidad necesitamos crecer y formarnos juntos. La fe crece si se comparte, es una de las grandes verdades que me enseñaron hace ya algunos años. A la vez, los hermanos necesitan de nosotros para crecer. Sea un consejo, una palabra de ánimo, sea nuestro servicio en la Fraternidad local, regional o nacional. Igualmente cualquier cristiano necesita a sus hermanos para poder crecer en el seguimiento de Cristo. Por eso creo que los franciscanos seglares podemos tener un papel bonito e importante dentro en la labor de la Iglesia. Además, por nuestro vivir en el mundo, podemos llegar a aquellos que se encuentran alejados de la Iglesia o que no creen en Dios y anunciarles la Buena Nueva. O simplemente, ayudar, confortar, consolar a quien se encuentra necesitado, triste o atribulado.
¿Por qué me siento comprometido?
Ser franciscano seglar supone comprometerse a vivir plena y totalmente el Evangelio, con radicalidad, dando testimonio de mi fe y obras como franciscano y cristiano. Esto conlleva gran responsabilidad. Me siento comprometido a conseguir, con la ayuda de Dios, un mundo mejor, donde los que sufren, especialmente niños, se sientan amados y todos nos sintamos hermanos, como realmente somos. Me siento comprometido a dar luz, colocando el celemín junto al Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo para que todos puedan verlo y amarle, para que quien no le conoce se pueda convertir. Por tanto, me siento comprometido a dar luz y esperanza a una humanidad que gime desconsolada como en medio de las tinieblas.
Por ello, querido lector, te pido ores por mí, para que sea fiel a este camino al que el Señor me ha llamado y para que, con la ayuda de la Virgen María, pueda ser santo. Ojalá a través mío sean muchos los que encuentren a Jesucristo y le tengan por Dios y Señor, convirtiéndose y, con ello, se puedan ganar almas para el Reino de Dios.
Querido lector, termino deseando que el Señor te bendiga y te guarde, te muestre su rostro y te de su salvación. Que todas las criaturas alaben al Señor. Paz y Bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario