Introducción
En muchas ocasiones me he preguntado ¿Cómo ser mejor cristiano? Hubo un tiempo donde creía que como “ya me había convertido” era, por tanto, ya un buen cristiano. Sin embargo, hace unos meses me di cuenta de que estaba en un error.
Si bien es cierto que en 2005 viví un momento fuerte de
conversión y, aunque soy cristiano desde pequeño e, incluso, tomé la Primera
Comunión con 9 años, en abril me di cuenta de que no estaba viviendo mi fe con fidelidad, coherencia ni
integridad. Realmente, esto es un error más común de lo que parece. En muchas ocasiones actuamos como si
no fuéramos del todo conscientes de que Jesús es una persona viva, como si no
supieramos que ser cristiano no es seguir una ideología o una
filosofía sino que, tal y como dice Benedicto XVI, ser cristiano supone tener un
encuentro con Jesucristo vivo y resucitado, un encuentro que transforma por
completo nuestra vida. Dice “El Principito” que cuando el Misterio es demasiado
impresionante resulta imposible desobedecer. Sin embargo, en muchas ocasiones,
nos vemos incapaces de seguir a Jesús de verdad y, por ello, no logramos dar un testimonio
eficaz y coherente de vida cristiana.
Hace unos meses un buen amigo me dijo algo que me marcó
profundamente: “Viti, no sirve de nada
que digas que has cambiado si a los dos días te vemos cayendo en los mismos
errores”. Que uno sea cristiano no garantiza el no caer jamás. Sino que, ser cristiano, consiste en levantarse cada vez que uno cae. Además, Dios nos perdona cada vez que, tras tropezar, le pedimos perdón y
nos ayuda a levantarnos. Pero la conversión supone un camino que requiere de
nuestro esfuerzo diario y constante, teniendo plena consciencia de ello para ir
mejorando día a día. Es lo que también llamamos superación, crecimiento y
mejora personal. Exactamente es lo mismo, solo que los cristianos sabemos que
resulta más eficaz hacerlo de la mano de Jesús.
Vive atento al
momento presente
Existe hoy mucha confusión sobre el término romano “Carpe
Diem”. La gente suele traducirlo como “Vive
el momento” y normalmente lo utiliza para vivir de modo hedonista, egoista e, incluso,
de forma irresponsable. Sin embargo, la correcta traducción es: Aprovecha el momento. Por mucho que hayas vivido hasta ahora (es
decir, hasta el momento en el que estás leyendo estas líneas) y por mucho que
puedas seguir viviendo en el futuro (vivas más o menos años) el único momento
que realmente te pertenece es este.
Si bien nuestro pasado influye en mayor o menor medida en nosotros, aquello ya pasó. Es
decir, lo que has aprendido puedes utilizarlo aquí y ahora para labrar un
futuro. Pero lo que no puede ser es que tu pasado te lastre. Me he encontrado
con personas que estaban amargadas, casi con mentalidad de anciano siendo
jóvenes, como derrotados, porque “en el
pasado me ocurrió esto y lo otro”. Y, si bien uno puede tener en el alma
heridas que aún sangran debido a acontecimientos del pasado, es de lógica
pensar que dichas heridas deben ser sanadas para que no se produzca una
gangrena espiritual que nos impida avanzar e, incluso, que nos mate espiritual y
mentalmente. Si eres creyente, sabes que nada es imposible para Dios y que Él
con su Amor y Misericordia todo lo sana. Incluso aunque tu pasado sea un pasado
lleno de pecado por tu parte. Dicen que “todo
santo tiene un pasado y todo pecador tiene un futuro”. Si no eres creyente,
sabes que los psicólogos también recomiendan sanar esas heridas y hay métodos y
terapias para hacerlo. Yo padecí una dura depresión durante varios años, un
dolor interno que no me permitía avanzar, un sentimiento que lastraba mi vida cristiana. Solo
cuando dejé que Dios actuase en mi vida y lo sanase, solo cuando con su ayuda
puse los medios necesarios para sanar y me dejé ayudar por las personas que
puso en mi camino, solo en ese momento superé la depresión. Pues para Dios nada
es imposible. Por otra parte, ya lo dijo Él: “Quien echa mano del arado y mira para atrás no es digno del Reino de
los Cielos”.
Con el futuro y nuestros temores ocurre lo mismo. Podemos
caer en un miedo al futuro, en un temor a que en los años venideros no nos vaya
bien, creyendo que vamos a fracasar… Sin embargo, esto solo revela desconfianza en Dios, en un Dios que
es Padre, un Dios que a través del Hijo nos ha salvado y que con su Espíritu Santo nos
ayuda en nuestro caminar. Y, nuevamente, ya dijo Jesús: “¿Por qué os agobiáis con el mañana? A cada día le basta su afán”.
Por tanto, querido lector, Dios nos invita a vivir el
momento presente si de verdad queremos ser buenos cristianos, nos invita a
estar atentos al aquí y ahora, al momento que nos está regalando, con
confianza, siendo responsables y proactivos en nuestra vida. Pero, para ello,
tenemos que estar atentos a ese momento presente. San Francisco de Asís cuando
cuidaba a los leprosos no estaba amargado por su pasado de lujos y
superficialidad, ni tampoco atemorizado pensando en el mañana. Sino que trabajó en el día a día labrando su santidad. De hecho, el
Poverello había dado todo lo que tenía para seguir a Jesús y vivió un
cristianismo fiel y proactivo.
San Francisco, un gran modelo proactivo y cristiano |
Cristianismo
proactivo
Para ser cristianos proactivos existen dos puntos fuertes
que debemos tener presentes en nuestras vidas: cambiar el paradigma y ser
fieles a unos principios.
Como ya he dicho antes, cuando uno se encuentra con Jesús,
cuando uno descubre su Misterio, el cual es tan fuerte que resulta imposible
desobedecerle, se produce un cambio radical en nuestra vida, un cambio que llega
a la raíz de nuestra alma. Como ha dicho el Papa en Cracovia, no sirve para
mucho pensar en un tiempo antes y después de Jesús si esto no se hace concreto
en nosotros. No vale encontrarse con Jesús para seguir teniendo mal carácter o
para seguir cayendo en los mismos vicios. Uno no puede vivir eficazmente la fe
cristiana si no lo hace bajo el paradigma de la caridad, viendo en los demás no a enemigos sino a
hermanos que tienen una dignidad como seres humanos creados por Dios. Decía el
emperador Marco Aurelio que es antinatural denigrar a otro ser humano pues
estamos hechos de la misma naturaleza, con un cuerpo y un alma en cierto modo
similares. Y, realmente, así es. Por tanto resulta fundamental cambiar el
paradigma. Debemos comprender que vemos el mundo no como realmente es, sino con
los condicionantes que cargamos en nuestra mochila (nuestro pasado, la
educación que hemos recibido, las ideologías o formas de pensar…). En el
momento que optamos por seguir a Jesús debemos ver el mundo no con esos
condicionantes sino con la novedad del Evangelio. Es decir, hemos de ver el mundo, ver a
los demás y relacionarnos con ellos tal y como lo hizo Jesús: amando a Dios sobre
todas las cosas, amando a nuestro prójimo como a nosotros mismos, honrando a
nuestros padres, respetando la vida, viviendo una vida casta y honrada… cuando
realmente somos cristianos, cuando pasamos del Evangelio a la vida y de la vida
al Evangelio es cuando ese paradigma ha cambiado y los condicionantes previos
han sido subyugados por el paradigma novedoso que nos enseñó y testimonió con
sus obras y su entrega total al Padre, por puro amor a los hombres, Jesús de
Nazaret.
No nos daña lo que los demás puedan hacernos sino nuestra
forma de actuar en esas situaciones. No nos hace impuros lo que viene de fuera,
sino lo que nace de nuestros afectos desordenados. Por ello debemos ser conscientes de
esto si realmente queremos ser buenos cristianos. Podemos caer en el error de
enemistarnos con quienes tienen otros criterios, o de sentirnos permanentemente
ofendidos por el comportamiento de otras personas. Pero eso ocurre realmente
cuando no seguimos fielmente a Jesús, que es manso y humilde de corazón. Si Él
fue capaz de aguantar todo lo que aguantó en el Calvario ¿No vas a ser capaz de
hacerlo tú? ¿Es acaso mejor el aprendiz que su Maestro? Por ello digo que no nos
hace impuros lo que viene de fuera, sino lo que emerge de nuestro interior. Tema que, por otra parte, nos enseña Jesús en la Biblia. Por ese motivo los cristianos podemos comer
carne de cerdo, algo que judíos y musulmanes no hacen por considerarlo impuros.
Sin embargo, si que podemos caer en la impureza cuando nos dejamos llevar por los afectos
desordenados: envidias, rencores… por desgracia he visto esos comportamientos,
y yo mismo he caído en ellos en alguna ocasión. Son comportamientos que nos
llevan a ser tremendamente ineficaces como cristianos, convirtiéndonos en esa sal desalada o esa miel y siendo incapaces de aportar algo beneficioso a los demás algo que, nos impide evangelizar por mucho que lo intentemos. Cuando, por egoísmos y manías particulares, provocamos que alguien
abandone nuestra parroquia ya que nos negamos a acogerle, estamos siendo
ineficaces como cristianos. Cuando rechazamos a otra persona porque piensa diferente y le apartamos de nuestra vida, estamos siendo ineficaces. Y esto, creedme, será uno de los temas que caerán
cuando Jesús nos examine una vez hayamos partido de este mundo. Por tanto,
querido lector, vivir la fe de un modo eficaz resulta crucial para poder ser
santos, para poder realizar de modo eficaz nuestra misión personal como cristianos. Si no lo hacemos así, por mucho que podamos anunciar a Jesús, serán palabras que caerán en saco roto. Pero, si sabemos ser cristianos eficaces, plantaremos una semilla en el alma de los demás que Dios hará germinar antes o después. Aunque, no basta con hablar o testimoniar con el ejemplo, sino que también tenemos el deber de orar por los demás.
La importancia de los
principios y la responsabilidad
Debemos ser conscientes de que para mejorar como
cristianos y como personas tenemos que cambiar “de dentro hacia afuera”.
Es decir, con un trabajo interno que provoque un cambio en nuestro
comportamiento externo. Es difícil que uno pueda amar a su prójimo si internamente no decide amarle y si no trabaja
por hacerlo. San Francisco de Asís antes de ayudar a los leprosos tuvo que
hacer ese trabajo interno, con la ayuda y Gracia de Dios, para poder ser capaz de
acercarse a uno de ellos, pues sentía un fuerte rechazo hacia estas personas.
Cuando se vio preparado, y con la ayuda divina, se acercó a uno de ellos y le
besó. Desde ese momento cuidó de ellos. Su paradigma había cambiado totalmente, comenzó a vivir su cristianismo de forma proactiva, fuertemente anclado en los principios Pero antes, como diría Ángel Lafuente “se lo había currado” con un trabajo
previo e interno. Dicen que hay dos creaciones: la que proyectamos en nuestra
imaginación (por ejemplo antes de decorar una casa, cuando pensamos en cómo va
a estar decorada) y la que hacemos efectiva al decorarla (Es decir, cuando, tras comprar los objetos necesarios, decoramos la casa de la forma que previamente habiamos imaginado).
Pues eso es lo que hizo San Francisco de Asís. Trabajó mentalmente antes de
lanzarse a ayudar a los leprosos. Así es nuestra vida como cristianos y
personas, así es el cambio que debemos hacer si deseamos mejorar: de adentro
hacia afuera.
Existe una brújula infalible para poder vivir la fe de un
modo eficaz: ser fiel a principios como la honestidad, la rectitud, el sentido
de la justicia, la integridad, la dignidad humana, la actitud de servicio,
nuestro potencial (la capacidad que tenemos de crecer y desarrollarnos), la
paciencia y la educación… son “directrices
para la conducta humana que tienen un valor duradero y permanente,
indiscutibles porque son evidentes por sí mismos” (Stephen R. Covey). Habrá
momentos de nuestra vida en los que quizá dudemos como actuar, momentos en que
tal vez sintamos una turbación espiritual que no nos permita vivir la fe de un
modo pleno. Es en esos momentos cuando estos principios aparecerán como
una brújula o como un faros, siendo la guía de nuestra alma. Si sabemos que debemos
vivir una fe honesta y recta siendo justos e íntegro y, si entendemos que todos
tenemos una dignidad humana que debe ser respetada... si tenemos una actitud de
servicio a los demás... si somos pacientes y educados y tenemos conciencia de
que podemos mejorar… es muy difícil que nuestra vida humana y/o cristiana se estanque. Es
más, me atrevería a decir que es imposible que eso ocurra por mucho que
podamos llegar a tener alguna duda de fe ya que los principios emergerán como
los cimientos que sostendrán nuestra alma en la flaqueza.
Pero, además de vivir bajo unos principios, debemos hacerlo
con responsabilidad. Aunque seamos animales, Dios nos dotó de razón y nos dio
una libertad que llamamos libre albedrío. Pero ese libre albedrío no es una
libertad para hacer “lo que me da la gana”
ni para ser esclavos de nuestros sentimientos (Siento y miento. Así me lo
definió Monseñor Zornoza en su momento). Sino que el libre albedrío supone la
capacidad interior que nos permite elegir entre dos posibles formas de actuar
en cada momento de nuestra vida. De ahí la importancia de ser conscientes del
momento presente. Tal vez caminamos por la calle y una persona nos pisa. Es
posible que ni siquiera nos pida perdón. En ese momento debemos ser conscientes
de que tenemos esa libertad interior y dos opciones: A) me cabreo y esto va a
tener consecuencias para mí, pues voy a estar con resquemor por culpa de ese
maleducado; B) me lo tomo con humor pensando “al menos no me ha pisado el otro pie” y perdonándole (algo que si
soy cristiano tengo el deber de hacer), lo cual contribuirá a que mi alma esté en
paz. Bien, pues la responsabilidad consiste, precisamente, en la habilidad que tenemos para
responder en cada momento y circunstancia de nuestra vida. Una persona
responsable optará por la opción B. De ese modo estará siendo proactiva,
continuará creciendo como persona y como cristiano, siendo pacífico y manso.
Una persona irresponsable optará, incluso siendo inconsciente de que toma esa decisión
(es decir, actuando siendo esclavo de su sentimiento, de su siento y miento)... bueno, pues esa persona "reactiva" optará por
la opción A, lo cual desde luego no le ayudará a crecer, por ello seguirá comportándose
como alguien poco pacífico y nada manso. Humanamente quizá resulte difícil
entender esto, motivo por el cual termino este apartado recordando algo que hace tiempo
me enseñó una persona: “En cada momento
de tu vida plantéate ¿Cómo actuaría Jesús? Eso te ayudará a ser mejor cristiano”.
Él es el Buen Pastor. Déjate guiar por su Misericordia |
Dios actúa en lo
concreto y la sencillez
Recordaba el Papa Francisco en la JMJ de Cracovia que Dios
se encarnó en un pequeño niño que nació en Belén hace dos mil años. Podría
haberse manifestado, decía, con poder y gloria, derribando los poderes
temporales y aniquilando la maldad de este mundo con un simple golpe de viento (bueno,
esto último es aportación mía). Sin embargo, sanó nuestra naturaleza
participando de ella en todo, salvo en el pecado. Y lo hizo a través de una
joven, la Virgen María, una mujer que se fio de Él y dejó que Dios obrase en ella. Decía el
Papa que "el joven es inconformista, el joven es alguien que cree que es posible
cambiar el mundo". Por ello, enseñaba,"cuando el joven conoce a Jesús y decide
seguirlo de verdad es capaz de hacer grandes cosas". El Señor, decía el Santo
Padre, “no mantiene las distancias sino
que es cercano y concreto, está en medio de nosotros y cuida de nosotros sin
decidir por nosotros”. Es decir, Dios respeta nuestra libertad interior
pero, como nuestra alma está hecha para Él, tenemos que ser sencillos y
humildes, dejándonos hacer por Él “dándonos
a los demás, cancelando distancias, viviendo en la pequeñez, transmitiendo el
Evangelio de la manera más coherente y que produce mayor fruto: por irradiación
de vida”.
Es decir, también el Papa nos anima a ser cristianos
proactivos, siendo positivos, transmitiendo vida a los demás. He visto a
personas que, diciendo ser cristianas, durante la JMJ estaban más pendientes de
aspectos externos (si el Papa lleva o no lleva tal prenda, si en tal Adoración
tocaban determinado tipo de música o no, si una cruz en concreto era de no se
qué forma...) en vez de escuchar lo que el Santo Padre nos enseñaba, en vez de
alegrarse al ver tantos jóvenes vivir la fe en común. He estado en dos JMJ:
Colonia 2005 y Madrid 2011. Una como peregrino, la otra como voluntario. Y
puedo decir que realmente es impresionante la sensación de estar rodeado de
personas a las que, aunque no las conoces personalmente, sientes como hermanas.
Y esto sucede porque lo que aviva nuestra fe es, precisamente, compartirla. Si
yo me encuentro con Jesús pero me lo guardo para mí, difícilmente esa semilla
podrá fructificar. Si la comparto con mis hermanos, lo cual supone vivirla en
comunidad pues la Iglesia es una asamblea, una comunidad, mi fe crecerá y se
ensanchará. Si, además, doy testimonio de mi fe a personas que no conocen a
Jesús, y doy un testimonio vivo de vida cristiana coherente e íntegra, mi fe se
fortalecerá. Sin embargo, si vivo la fe tan solo para acusar a los demás de ser
“tal o cual”, o para criticar que la
Iglesia o el Papa “hacen o no hacen esto
y/o lo otro”, esa fe no crecerá, no dará fruto. Por tanto, será una fe
muerta, totalmente estéril e inservible. Por otra parte, el mismo Jesús nos
enseñó que no debemos juzgar a los demás, ya que eso corresponde a Dios. Un
sacerdote amigo mío dio una homilía espectacular hace unos años. Nos dijo que
cuando acusamos estamos señalando a otra persona, apuntándola, nuestra mano
toma la forma de una pistola. Pero, mientras un dedo apunta a esa persona, otro
dedo nos está apuntando a nosotros. Es decir, te acuso “de”, me acuso “de”.
Cuando criticamos algo de los demás, realmente nos estamos criticando a
nosotros mismos. Pero, además, en ese gesto hay tres deditos juntos y
escondidos. Son tres dedos que simbolizan la Santísima Trinidad y simbolizan también
que, en realidad y efectivamente, tan sólo Dios tiene la plena potestad de
juzgar pues Él conoce bien el corazón de cada ser humano.
El Papa Francisco, además, nos enseñaba que cuando se
cometen fallos lo importante es pedir perdón a Jesús, para volver a estar pendientes
de él como María, la hermana de Marta y de Lázaro de Betania. Como dije antes,
no es tan importante no caer sino que, en realidad, lo importante y vital para nosotros es saber levantarse cuando caemos.
Evidentemente, cuando uno peca tiene que tener propósito de enmienda y pedir
perdón al Señor. Ese propósito de enmienda supone la intención firme de no caer
en ese pecado, o en esos pecados. Pero lo importante es levantarse cuando se
cae. Como dice el Papa, Jesús está siempre ahí esperándonos, con la mano
tendida para ayudarnos a levantarnos. Dios no es alguien terrible que está
esperando la menor ocasión para lanzar un rayo sobre nosotros y destruirnos. No
quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva. Dios es ese Padre
amoroso de la parábola que esperaba la vuelta del hijo pródigo. Tenía esperanza
en que ese hijo volvería y, cuando volvió, le perdonó colmándole de besos y
abrazos. Pues así es Dios en nuestra vida. Cada vez que caemos espera
pacientemente nuestra vuelta a casa y, cuando volvemos a Él, nos tiende la mano
para perdonarnos y ayudarnos a comenzar de nuevo.
Conclusión:
Comencemos hermanos
Cuentan que, durante cada día de su vida, San Francisco de
Asís decía a sus compañeros esta frase, comencemos hermanos. Los frailes, al
principio, le miraban extrañados. Finalmente comprendieron lo que el Poverello
quería decirles. Nuestra conversión no llega a ser perfecta. Nuestra vida
cristiana no llega a ser plena en esta vida, pues Dios hace todas las cosas
nuevas y cada día que nos regala es una nueva oportunidad para seguir mejorando
y creciendo como personas y como cristianos.
Personalmente me ha costado, como dije al principio, ser
consciente de esto. Suelo decir que, aunque soy madridista, me considero
discípulo de la filosofía del “Cholo” Simeone: partido a partido, jornada a
jornada… cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo de nuestra vida es un
regalo que el Señor nos hace, es pura gracia, puro don de Dios, es una nueva
oportunidad para ser cada día un poquito más santos. Esto lo lograremos si
confiamos plenamente en Él, en su Misericordia, si avanzamos cada día un
poquito más, si cada vez que tropezamos nos levantamos con su ayuda, si cuando
retrocedemos un paso avanzamos dos. Por eso es vital vivir nuestra fe, nuestra
vida, centrados en el momento presente. Solo siendo conscientes del momento
presente podremos obrar cumpliendo la voluntad de Dios. Solo atendiendo el aquí y ahora que Dios nos regala en cada
momento de nuestra existencia, podemos pulir nuestros defectos y potenciar
nuestras virtudes. Solo siendo conscientes de que el momento presente es el
único que te pertenece puedes comenzar a ser cristiano de verdad. Y comenzar a ser
cristiano de verdad no es una decisión definitiva. Es decir, no se trata de algo que se
decide en un momento concreto de nuestra vida y después nos olvidamos de ello.
Sino que comenzar a ser cristiano de verdad debe ser nuestro deseo cuando nos levantamos
cada mañana. Te invito, por ello, a que cada vez que te despiertes digas “Señor, comienzo a ser cristiano de verdad, ayúdame”.
O, si no eres creyente, “comienzo a ser
mejor, a crecer, a mejorar” tomando con ello conciencia de cómo has de
vivir esa nueva jornada.
Un último consejo. Para cambiar, para mejorar, para ser
mejor persona y/o cristiano no te centres tanto en el “tener” como en el “ser”.
Es decir, no digas “tengo que mejorar”
sino “quiero mejorar”. Lo segundo es
mucho más profundo y tiene mayor sentido que lo primero, pues es un deseo noble
que nace de lo más íntimo de tu alma.
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